«—Entonces, ¿cómo se alcanza la felicidad duradera? —insistió la joven con visibles muestras de impaciencia. El jardinero le hizo un gesto para que se calmara. —No se alcanza —le respondió—. No se puede alcanzar algo que siempre ha estado contigo. —Jardinero, me vas a volver loca. Si siempre ha estado conmigo, ¿cómo es que yo no la noto? —¿Acaso notas la flor que llevas en tus cabellos? —preguntó el jardinero. —Cuando me detengo a pensarlo, sí —respondió levantando su mano hasta la flor. —¿Acaso no te das cuenta de que eras feliz cuando te detienes a pensar en tu pasado? —Bueno… Sí… —balbuceó—. Pero… —Pues detente a pensar en la felicidad que sientes ahora —le interrumpió el jardinero—. Todo el mundo se comporta como aquel hombre que se pasó el día buscando sus gafas para terminar dándose cuenta de que las llevaba puestas. »Siempre hemos sido felices, pero sólo nos damos cuenta cuando ha pasado el tiempo y la distancia nos permite ver la totalidad de lo vivido. »La felicidad siempre ha estado en ti; nunca te ha abandonado. Ni siquiera cuando la vida te ha hecho pasar por el dolor y la amargura. Sólo es que no la veías, que tu obcecación por encontrarla y por huir del dolor no te dejaba verla.»
El jardinero, Grian
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