Aquellos de nosotros que somos lo bastante afortunados para alcanzar la madurez sabemos lo efímera que es la vida en cualquier caso, y por eso me entristeció profundamente imaginar a todos aquellos hombres —muchachos, en realidad— marchando a la guerra, aunque fuese una guerra justa, y muriendo tan repentina y violentamente casi antes de que su vida adulta hubiese comenzado. No es de extrañar que Lao Tzu sintiera tanta aversión por las armas y la guerra. Y, sin embargo, Lao Tzu no era pacifista. Nunca dijo: «Cuando el mal aparece en el mundo y busca esclavizar o erradicar la bondad de la vida, los hombres buenos deben someterse dócilmente a su destino y no ofrecer resistencia.» Bien al contrario, dijo que debemos oponernos al mal, usando el bien ante todo y, en segundo lugar, y en tercer lugar... y sólo tomar las armas como último recurso. E incluso entonces, no debemos aspirar a la conquista, sino tan sólo a la liberación. Si mediante una intervención armada liberamos a un pueblo conquistado de las garras de la tiranía, debemos celebrar su liberación más que nuestra victoria. No debemos ser orgullosos ni jactanciosos, nunca debemos regocijarnos en la matanza de seres humanos, ni siquiera de aquellos que están hechizados por el mal. Los caudillos son ilusos y testarudos cuando imaginan que pueden imponer al mundo su sanguinaria voluntad indefinidamente, arrasando el amor y la familia, destruyendo la felicidad y la armonía, aniquilando vidas honorables. Sin embargo, los pacifistas también son ilusos y testarudos cuando imaginan que nunca estarán obligados a defender sus preciadas libertades, a conservar y proteger el estilo de vida que les garantiza la libertad para vivir en paz y manifestar cuánto más preferible es la paz que la guerra. Lao Tzu dice que tenemos el derecho, y también la obligación, de defendernos si nos atacan. Éste es el equilibrado camino del Tao. Los taoístas no son caudillos empeñados en masacrar ni corderos conducidos al matadero. Son hombres y mujeres de paz, aunque dispuestos y capaces de defenderse de los agresores. Eso es lo mejor que pueden hacer en esta imperfecta forma humana dentro de este imperfecto mundo político. Así pues, ¿cuáles son los instrumentos del Tao? Comprenden todos los artículos y artes que mejoran la salud, la felicidad y la cultura, como los libros, la música, la poesía, los jardines, los deportes, la educación, los acontecimientos sociales y los servicios a la comunidad. Los hombres y mujeres del Tao buscan crear valor para los demás, absteniéndose de destruir. Aman vivir en armonía, evitando la discordia. Desean morar en la cortesía, renunciando a la grosería. Quieren vivir en paz, evitando los conflictos. Aspiran a transformar el mal en bien, impidiendo toda masacre. Son amigos maravillosos y los vecinos ideales.
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