Cuando practicas el no sufrir, aceptas los hechos de la vida y las lecciones que han venido a enseñarte. Si estos hechos son dolorosos, naturalmente vas a sentir ese dolor, pero no lo intensificas agravando la historia y diciéndote a ti mismo: «Esto es devastador. No puedo soportar el sufrimiento de vivir sin mi pareja. Es demasiado grande. Me va a destruir».
Después de haber perdido a un ser querido, es natural que tus sentimientos de tristeza se activen de vez en cuando. Puedes experimentar esa pena y escribir un relato heroico en que el dolor sea una parte importante de tu curación, o una historia que te confirme como víctima y te condene a un sufrimiento aún mayor. Puedes pensar: «Yo lo amaba tanto… Él me dio tantas cosas buenas, y le estoy agradecido por eso. Fue maravilloso tener ese tipo de relación con otro ser humano, y me gustaría tener otra así algún día». O puedes seguir diciéndote a ti mismo: «No puedo creer que haya muerto. Es tan injusto… Nunca lo superaré». Como ya sabes, cada historia es una profecía que se cumple a sí misma. La primera promueve la curación, y la segunda, el sufrimiento. Una vez renuncies a aferrarte al sufrimiento, podrás dejar de aprender tus lecciones a través de traumas, conflictos y mala suerte — y serás capaz de comenzar a aprender directamente del conocimiento en sí.
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