Estas ideas abarcan un espectro tan amplio como para constituir, casi por sí solas, una enciclopedia del pensamiento moderno. Es cierto que no todas ellas fueron originales de Rousseau. Sus lecturas fueron amplias: Descartes, Rabelais, Pascal, Leibniz, Bayle, Fontenelle, Coarneille, Tetrarca, Tasso, y en especial se sirvió de Locke y Montaigne. Germaine de Staêl, que creyó que él poseía “las facultades más sublimes jamás conferidas a un hombre” declaró: “No ha inventado nada”. Pero añadió: “ha imbuido todo de fuego”. Era la forma sencilla, directa, poderosa, en verdad apasionada, en que escribía la que hizo que sus concepciones parecieran tan vívidas y frescas y llegaran por eso a hombres y mujeres con el impacto de una revelación.
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