jueves, 24 de junio de 2021

 


El relato tiene el mérito de hacer alternar un lenguaje presidiario con momentos de alta poesía. Red, por ejemplo, en la parte en que escucha una ópera que Andy ha puesto por los altoparlantes de la prisión, comenta así el efecto que causa sobre los presidiarios oír «Le nozze di Figaro” de Mozart: “No tengo ni la más remota idea de qué demonios cantaban aquellas dos italianas, y lo cierto es que no quiero saberlo. Las cosas buenas no hacen falta entenderlas. Supongo que cantaban sobre algo tan hermoso que no podía expresarse con palabras, y precisamente por eso, te hacía palpitar el corazón. Les aseguro que esas voces te elevaban más alto y más lejos de lo que nadie viviendo en un lugar tan gris pudiera soñar. Fue como si un hermoso pájaro hubiese entrado en nuestra monótona jaula y hubiese disuelto aquellos muros. Y por unos breves instantes hasta el último hombre de Shawshank se sintió libre”.

Un sorpresivo final, con una fuga de antología, convertía a este crudo relato en un esperanzador cuento de redención, dignidad y lazos fraternos, en medio de circunstancias amargas. “La esperanza es una buena cosa, y las buenas cosas nunca mueren”, le dice Dufresne a Red en un momento del cuento.

El cuento se convierte en una memorable película

Debieron pasar más de 10 años para que este cuento del libro “Las cuatro estaciones” tuviera por fin su adaptación a la pantalla grande. El director Frank Darabont convocó a los actores Tim Robbins y Morgan Freeman para que encarnaran a Andy Dufresne y Red Redding

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