lunes, 7 de diciembre de 2020

Mario Alonso Puig

Cuando se estudia neurociencia afectiva se ve que una persona, por ejemplo, que haya perdido el ánimo, que esté desilusionada, que esté desesperanzada, que se sienta impotente, no tiene el mismo riego cerebral que una persona que se sienta con ilusión, que se sienta con ánimo y que se sienta con ganas. Las zonas más anteriores del cerebro, lo que se llaman áreas prefrontales, que son esenciales en el mantenimiento de la atención, en la memoria, en el aprendizaje y en la creatividad, son muy dependientes del estado emocional, por eso una persona entusiasmada con un proyecto, ilusionada, que se siente a gusto, acompañada de gente que cree en ella, etcétera, etcétera, es una persona mucho más inteligente, mucho más creativa y mucho más emprendedora. La misma persona, si le cae el ánimo, si se siente incapaz, etcétera, no importa si es capaz o no, no ejercitará esas capacidades porque las tiene abolidas. El cuidado el ánimo, del estado del ánimo, en alumnos y profesores es clave. O sea, a veces nos embelesa la tecnología, y está muy bien la tecnología, pero el elemento esencial siempre será el profesor y su relación con el alumno. Siempre, afortunadamente, será un elemento humano, esto será insustituible, entonces, por eso me parece clave. Cuando uno sabe que esto es importante, lo puede cuidar. ¿Qué se puede hacer? Lo que se puede hacer es, sencillamente, crear un espacio de verdadera escucha, donde las personas, sin ningún tipo de miedo, puedan transmitir lo que sienten y lo que necesitan y no tener que ocultárselo, y si un profesor dice: «He perdido el ánimo», es importante creer en esa persona, valorarla, desafiarla y acompañarla a que lo recupere. Si ni siquiera esa persona transmite que ha perdido el ánimo, porque no siente que hay un espacio dispuesto a escuchar eso, ¿cómo la vamos a ayudar? Si un alumno en un momento determinado se siente desanimado, ¿qué importante es que pueda transmitírselo a un profesor para que lo ayude? Tenemos un concepto absolutamente obsoleto de lo que es la inteligencia, de lo que es la creatividad, creemos que son capacidades fijas. El propio Daniel Goleman hizo un estudio en un barrio de Boston, yo ejercí como cirujano en Boston, un barrio que se llama Roxbury, que es un barrio muy complicado, niños con cocientes intelectuales muy bajos. Empezó a ilusionarles, empezó a motivarles, empezó a hacerles creer en sí mismos y en sus posibilidades. Pasados unos meses, les volvieron a hacer un test de cociente intelectual, que lo lógico es que hubieran sacado la misma puntuación, y algunos sacaron veinte puntos más. Entonces, lo que no podemos es creer que el ser humano… Qué bien lo decía Ortega y Gasset, decía: «El ser humano no es un participio, sino un gerundio. No estamos hechos del todo, sino que nos vamos haciendo». La inteligencia se va haciendo, la creatividad se va haciendo, todo se va haciendo, y la conexión es el ánimo que tienes, la ilusión. Pues, curiosamente, esto, a pesar de toda la investigación que hay que lo refuerza, sigue siendo, en muchos medios, una rareza. Es como una conversación que no se tiene, parece que estamos en el siglo XVII, que hemos avanzado mucho tecnológicamente, pero no tenemos el tipo de conversación que a lo mejor podríamos tener para tocar temas de esta envergadura, y no hay nadie que no tenga momentos con el ánimo caído y necesite que alguien le ayude a levantarlo. Si lo podemos expresar con confianza, si podemos abrir nuestra vulnerabilidad sin sentirnos en peligro, es que todos ganamos.

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