Antes de dispararse en la cabeza, como lo había hecho Hemingway -uno de sus autores favoritos-, escribió: “Se acabaron las travesuras. Se acabaron las drogas y las armas y las bombas y el alcohol. Hasta las caminatas y la natación se han acabado para mí. Ya no sé cómo divertirme. Sesenta y siete años: diecisiete más que cincuenta, diecisiete más de lo que necesitaba. Me quejo y me aburro todo el día. No soy entretenido para nadie. Eso me pasa por ambicioso. Hay que asumirlo y respirar hondo. No va a doler”.
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