Rossini es mi segundo referente imaginativo. Nació tres meses después de que muriera Mozart y su conexión con él es evidente. Ambos estudiaron en Bolonia cuando tenían catorce años con los mejores maestros de su tiempo. Al llegar a la ciudad, Rossini empezó a estudiar con el padre Mattei. Mozart, por su parte, había estudiado con el predecesor de Mattei, el padre Martini, quien hizo más que nadie para convertir Bolonia en un centro reconocido de estudios musicales. Martini había logrado reunir en el Liceo musical de Bolonia una biblioteca de más de diecisiete mil volúmenes. Muchos de estos volúmenes eran obras de Mozart que Rossini pudo estudiar. Algunos biógrafos de Rossini dicen que su verdadero maestro fueron esas partituras de Mozart y no una figura como el padre Mattei, un hombre de talante bastante conservador. Sin duda, la personalidad práctica, instintiva e imaginativa de Rossini y su legado musical se corresponden más con el espíritu universal de Mozart que con el del padre Mattei. En aquellos primeros años del siglo XIX , en los que la música de Mozart se tocaba y se conocía muy poco, las obras del genio de Salzburgo que Rossini halló en la biblioteca del Liceo musical de Bolonia resultaron ser una verdadera fuerza inspiradora. El mismo Rossini lo reconoció cuando dijo: «Mozart fue la admiración de mi juventud, la desesperación de mi madurez y el consuelo de mi vejez».
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