viernes, 28 de febrero de 2025

 Aquellas cátedras itinerantes nos habían merecido una reputación turbia entre las buenas comadres que encontrábamos al salir de la misa de cinco, y cambiaban de acera para no cruzarse con borrachos amanecidos. Pero la verdad es que no había parrandas más honradas Y fructíferas. Si alguien lo supo de inmediato fui yo, que los acompañaba en sus gritos de los burdeles sobre la obra de John Dos Passos o los goles desperdiciados por el Deportivo Junior. Tanto, que una de las graciosas hetairas de El Gato Negro, harta de toda una noche de disputas gratuitas, nos había gritado al pasar:


    –iSi ustedes tiraran tanto como gritan, nosotras estaríamos bañadas en oro!

    Muchas veces íbamos a ver el nuevo sol en un burdel sin nombre del barrio chino donde vivió durante años Orlando Rivera Figurita, mientras pintaba un mural que hizo época. No recuerdo alguien más disparatero, con su mirada lunática, su barba de chivo y su bondad de huérfano. Desde la escuela primaria le había picado la ventolera de ser cubano, y terminó por serlo más y mejor que si lo hubiera sido. Hablaba, comía, pintaba, se vestía, se enamoraba, bailaba y vivía su vida como un cubano, y cubano se murió sin conocer Cuba.

    No dormía. Cuando lo visitábamos de madrugada bajaba a saltos de los andamios, más pintorreteado él mismo que el mural, y blasfemando en lengua de mambises en la resaca de la marihuana. Alfonso y yo le llevábamos artículos y cuentos para ilustrar, y teníamos que contárselos de viva voz porque no tenía paciencia para entenderlos leídos. Hacía los dibujos en un instante con técnicas de caricatura, que eran las únicas en que creía. Casi siempre le quedaban bien, aunque Germán Vargas decía de buena leche que eran mucho mejores cuando le quedaban mal.
García Márquez


 


 

 


 Fue Spinoza, sostiene, quien finalmente reemplazó la teología por la filosofía como principal forma de entender los problemas humanos y como fundamento racional de la política; fue Spinoza quien demostró que el conocimiento es democrático: en lo que respecta al conocimiento no hay grupos de interés (como los sacerdotes, abogados o doctores); fue Spinoza, más que cualquier otro pensador, el que convenció a sus contemporáneos de que el hombre era una criatura de la naturaleza, con un lugar racional en el reino animal; fue Spinoza quien convenció a los hombres y las mujeres de su época de que la libertad sólo podía comprenderse en un marco filosófico; fue Spinoza quien puso los cimientos del republicanismo y la democracia; fue Spinoza quien explicó que la consecuencia última de todas estas ideas era la tolerancia. Para Israel, Spinoza fue Newton, Locke, Descartes, Leibniz, Rousseau, Bayle, Hobbes y, sí, quizá Aristóteles en uno sólo; desde este punto de vista, el pensador más influyente desde Tomás de Aquino.

jueves, 27 de febrero de 2025

 "La soledad no es sólo la ausencia de personas. Es la ausencia de un propósito, la ausencia de significado. Cuando te encuentras en un mundo donde todo parece ajeno y distante, donde cada conexión es superficial y cada intento de comprensión se encuentra con indiferencia, te das cuenta de que la verdadera soledad no es estar solo, sino sentirse solo en un mundo que ya no tiene sentido".

 Haruki Murakami


 


 



 

 Sócrates se apartó de la observación científica y se concentró más en el conocimiento que podía alcanzarse mediante el razonamiento puro. No obstante, no escribió ningún libro, y lo que sabemos de él se debe fundamentalmente a las obras de Platón y de Aristófanes, quien realizo un retrato poco halagüeño de él en dos de sus comedias. Sócrates es recordado principalmente por tres razones: en primer lugar, por su convicción de que hay una «norma absoluta» eterna e inmutable de lo que es bueno y correcto, y la creencia de que toda la naturaleza tiene un propósito, que es comprender esa «norma»; en segundo lugar, por su idea de que para descubrir esa norma el paso fundamental es conocerse a sí mismo; y por último, por el denominado «método socrático» de cuestionarlo y examinarlo todo y a todos («una vida sin examen no merece ser vivida»). Sócrates hacía algo más que jugar con juegos de palabras; creía que los dioses le habían encomendado la misión de hacer que la gente pensara y por eso le planteaba acertijos y juegos mentales para conseguir que sus contemporáneos reflexionaran y cuestiona ran todo lo que daban por hecho. Su objetivo era contribuir a que la gente llevara una vida buena y satisfactoria, pero la picardía de su método lo conduciría finalmente a ser acusado y juzgado por burlarse de la democracia y la moral pública, corromper a los jóvenes y enseñarles a desobedecer a sus padres. Cuando se le declaró culpable, la ley le permitía escoger su pena. Es seguro que si hubiera elegido el exilio se le habría concedido. Pero, siempre polémico, sostuvo que lo que realmente se merecía era una pensión vitalicia como benefactor de la sociedad, pero que accedía a pagar una multa. El jurado se sintió insultado y le mandó suicidarse (por una mayoría mucho más amplia que la que le había hallado culpable). Tras un intervalo en el que, según Platón, habló con elocuencia del alma, bebió la cicuta al atardecer.

Peter Watson 

 


miércoles, 26 de febrero de 2025

 Edgar Allan Poe publicó en 1838 una historia macabra titulada "La narración de Arthur Gordon Pym, de Nantucket" En ella, tres supervivientes de un naufragio, a punto de morir de hambre y sed, matan y se comen a su compañero Richard Parker, que perdió al echar a suertes. En 1884 tres supervivientes de un naufragio fueron juzgados por la muerte de un cuarto. A la deriva y a punto de morir de hambre, habían matado a su compañero, un grumete llamado Richard Parker, y se lo habían comido.



 

 La vida es lucha. Y es una lucha que no vale la pena afrontarla a solas. Nuestro espíritu siempre busca un sentido más allá de los confines del <<cansancio de ser uno mismo>>, por utilizar la bella fórmula del sociólogo Alain Ehrenberg.¹ Hace falta otra razón además de la simple supervivencia para perseverar en el esfuerzo de vivir. En Tierra de hombres, Saint-Exupéry cuenta cómo el piloto Henri Guillaumet se perdió con su avión en la cordillera de los Andes. 

Caminó en línea recta durante tres días en medio de un frío glacial. 

Finalmente cayó, de cara, en la nieve. Aprovechó ese respiro inesperado y comprendió que si no se incorporaba de inmediato, no lo haría nunca. Pero, agotado hasta la médula, no tenía ganas. 

Prefería la idea de una muerte dulce, indolora, tranquila. En su cabeza ya se había despedido de su esposa e hijos. En su corazón había sentido por última vez su amor por ellos. Después, se apoderó de él un pensamiento: si no encontraban su cuerpo, su esposa debería esperar cuatro años antes de poder cobrar el seguro de vida. 

Abrió los ojos, y entonces vio un roquedal que emergía de la nieve a cien metros de donde se encontraba. Si conseguía arrastrarse hasta allí, su cuerpo sería un poco más visible. Tal vez le descubrirían antes. Por amor a los suyos se incorporó y volvió a caminar. Pero entonces ya se hallaba poseído por ese amor. No se detuvo, y recorrió más de cien kilómetros en la nieve antes de alcanzar un pueblo. Más tarde, diría: <<Ningún animal en el mundo habría hecho lo que yo hice>>. Porque su supervivencia había dejado de ser motivo suficiente, pero su conciencia de los demás, su amor, le había dado la fuerza para continuar. 

 Hoy en día, nos hallamos inmersos en un movimiento planetario hacia el individualismo <<psicológico>>, o el <<desarrollo personal>>. Los grandes valores son autonomía, independencia, libertad y autoexpresión. Estos valores se han tornado tan importantes que los utilizan incluso los publicitarios para hacernos comprar lo mismo que a nuestro vecino, mientras a todos nos hacen creer que eso nos convierte en únicos. <<Sea usted mismo>>, clama la publicidad de ropa o perfumes. <<Exprese su yo>>, sugiere el reclamo de una marca de café. <<Piense diferente>>, nos ordena el anuncio de un fabricante de ordenadores. En Estados Unidos, incluso el ejército –que no es precisamente el símbolo de los valores individuales- se ha puesto a atraer a los jóvenes reclutas. <<Sé todo lo que puedes ser>>, prometen en sus anuncios, sobre un fondo de tanques maniobrando en el desierto. Claro está, estos valores en ascenso imparable desde las revoluciones estadounidense y francesa de finales del siglo XVIII nos han hecho mucho bien. Forman parte del núcleo de la misma noción de “libertad”, que tanto nos importa. 

Pero cuando más avanzamos en esa dirección, más constatamos que la independencia también tiene un precio. Ese precio es el aislamiento, el sufrimiento y la pérdida del sentido. Nunca habíamos tenido tanta libertad como para separarnos de cónyuges que no nos convienen: la tasa de divorcio se acerca al 50% en nuestras sociedades.² Nunca nos habíamos cambiado tanto de casa: se calcula que en Estados Unidos una familia se traslada cada cinco años. Liberados de los vínculos, deberes y obligaciones hacia los demás, nunca habríamos tenido tanta libertad para seguir nuestro propio camino, y por ello arriesgarnos a perdernos y hallarnos solos. 

Ésta es sin duda otra de las razones de que las tasas de depresión parezcan haber ido aumentando de manera regular en Occidente en el transcurso de los últimos cincuenta años.³


David servan

martes, 25 de febrero de 2025

 



 La ira es otra emoción negativa que puede destruir nuestra serenidad si dejamos que se instale en nuestro interior . De hecho, podemos pensar en la ira como en la antialegría. Por lo tanto, los estoicos idearon estrategias para minimizar el nivel de ira que experimentamos.

 La principal fuente estoica de consejos para prevenir y abordar la ira es el ensayo de Séneca De la ira . La ira, dice Séneca , es una «locura provisional» y el daño que produce es enorme: «Ninguna epidemia le ha costado más a la raza humana». Debido a la ira, dice, vemos a nuestro alrededor a personas asesinadas, envenenadas y demandadas; vemos ciudades y naciones arruinadas. Y aparte de destruir ciudades y naciones, la ira puede arrasarnos individualmente. Después de todo, vivimos en un mundo en el que hay mucho por lo que enfadarnos, lo que quiere decir que a menos que aprendamos a controlar nuestra ira, estaremos perpetuamente enfadados. Y estar enfadados, concluye Séneca , es perder un tiempo precioso. [1]

 Algunos sostienen que la ira tiene su utilidad. Señalan que cuando nos enfadamos, estamos motivados. Séneca rechaza esta afirmación. Es cierto, postula, que a veces la gente se beneficia de su ira, pero de ello rara vez se deduce que debamos acoger la ira en nuestras vidas. Después de todo, hemos de tener en cuenta que a veces a la gente le beneficia sufrir un naufragio y, sin embargo, ¿quién en su sano juicio daría pasos para aumentar sus posibilidades de naufragar? Lo que preocupa a Séneca respecto al empleo de la ira como herramienta motivacional es que una vez activada seremos incapaces de desactivarla, y que cualquier bien que nos aporte inicialmente será (de media) ampliamente superado por el perjuicio subsiguiente. «La razón — advierte — nunca recurrirá a la ayuda de impulsos desenfrenados sobre los que no tiene autoridad.» [2]

 ¿Está diciendo Séneca que alguien que ve cómo asesinan a su padre y violan a su madre no debería enfadarse? ¿Que debería permanecer impertérrito y no hacer nada? En absoluto. Debería castigar al agresor y proteger a sus padres, pero mientras lo hace ha de permanecer lo más sereno posible. De hecho, probablemente hará un mejor trabajo a la hora de castigar y proteger si puede evitar enfadarse. En líneas generales, cuando alguien nos agravia, ha de ser corregido «por la admonición y por la fuerza, con suavidad y también rudamente». Sin embargo, esta corrección ha de hacerse sin ira. Castigamos a la gente no en retribución a lo que ha hecho, sino por su propio bien, para disuadirla de volver a hacer lo que ya hizo. En otras palabras, el castigo debería ser «una expresión no de la ira, sino de la cautela ».

William Irvine




 

 "No soy un hombre que sabe. He sido un hombre que busca, y lo soy aún; pero no busco ya en las estrellas ni en los libros, comienzo a escuchar la enseñanza que mi sangre murmura en mí.

Mi historia no es agradable, no es suave ni armoniosa como las historias inventadas; sabe a insensatez, y a locura, y a ensueño, como la vida de todos los hombres que no quieren mentirse mas a sí mismos."


Herman Hesse

lunes, 24 de febrero de 2025

 



 Nunca como en aquellos días me sentí tan integrado a aquella ciudad y a la media docena de amigos que empezaban a ser conocidos en los medios periodísticos e intelectuales del país como el grupo de Barranquilla. Eran escritores y artistas jóvenes que ejercían un cierto liderazgo en la vida cultural de la ciudad, de la mano del maestro catalán don Ramón Vinyes, dramaturgo y librero legendario, consagrado en la Enciclopedia Espasa desde 1924.

    Los había conocido en septiembre del año anterior cuando fui desde Cartagena -donde vivía entonces- por recomendación urgente de Clemente Manuel Zabala. jefe de redacción del diario El Universal , donde escribía mis primeras notas editoriales. Pasamos una noche hablando de todo y quedamos en una comunicación tan entusiasta y constante, de intercambio de libros y guiños literarios, que terminé trabajando con ellos. Tres del grupo original se distinguían por su independencia y el poder de sus vocaciones: Germán Vargas, Alfonso Fuenmayor y Alvaro Cepeda Samudio. Teníamos tantas cosas en común que se decía de mala leche que éramos hijos de un mismo padre, pero estábamos señalados y nos querían poco en ciertos medios por nuestra independencia, nuestras vocaciones irresistibles, una determinación creativa que se abría paso a codazos y una timidez que cada uno resolvía a su manera y no siempre con fortuna.

    Alfonso Fuenmayor era un excelente escritor y periodista de veintiocho años que mantuvo por largo tiempo en El Heraldo una columna de actualidad -‹Aire del día»- con el seudónimo shakespeareano de Puck. Cuanto más conocíamos su informalidad y su sentido del humor, menos entendíamos que hubiera leído tantos libros en cuatro idiomas de cuantos temas era posible imaginar. Su última experiencia vital, a los casi cincuenta años, fue la de un automóvil enorme y maltrecho que conducía con todo riesgo a veinte kilómetros por hora. Los taxistas, sus grandes amigos y lectores más sabios, lo reconocían a distancia y se apartaban para dejarle la calle libre.

    Germán Vargas Cantillo era columnista del vespertino El Nacional , crítico literario certero y mordaz, con una prosa tan servicial que podía convencer al lector de que las cosas sucedían sólo porque él las contaba. Fue uno de los mejores locutores de radio y sin duda el más culto en aquellos buenos tiempos de oficios nuevos, y un ejemplo difícil del reportero natural que me habría gustado ser. Rubio y de huesos duros, y ojos de un azul peligroso, nunca fue posible entender en qué tiempo estaba al minuto en todo lo que era digno de ser leído. No cejó un instante en su obsesión temprana de descubrir valores literarios ocultos en rincones remotos de la Provincia olvidada para exponerlos a la luz pública. Fue una suerte que nunca aprendiera a conducir en aquella cofradía de distraídos, pues teníamos el temor de que no resistiera la tentación de leer manejando.

García Márquez


 

 Anger is an acid that can do more harm to the vessel in which it is stored than to anything on which it is poured.


—MARK TWAIN

sábado, 22 de febrero de 2025



 

 El escritor que hay en mí morirá,  naturalmente, enseguida, pues una figura semejante carece de suelo, de consistencia, no es ni siquiera polvo; sólo es posible  en la vida terrenal más absurda, sólo es una construcción  de la sensualidad.  Éste es el escritor.  Yo mismo, sin embargo, no puedo seguir viviendo, puesto  que no he vivido. 

He permanecido siempre barro, no he logrado que la chispa se convirtiese en fuego, sólo la he utilizado para iluminar el cadáver.  Será un entierro peculiar: el escritor, algo, por  consiguiente, inconsistente, entregará al viejo cadáver, el cadáver de siempre, a la tumba. 

Kafka 



 

 La consciencia de la muerte es la enfermedad inevitable de todo ser humano, su condena, y al mismo tiempo su salvación. El origen de su angustia y la fuerza que empuja el latir de sus deseos.

 Mirar de frente a la muerte es una invitación a salir de esa rueda de postergaciones permanentes con las que evitamos comprometernos con nuestros anhelos más profundos.
No es una tarea fácil. Por lo general, vivimos eludiendo el tema.
Algunos ni siquiera se animan a hablar de ello. Viven distraídos y diluyen su tiempo en actividades vanas y, de esa manera, evitan iniciar el camino que podría conducirlos a la felicidad, o al menos a una existencia plena.
Esquivan sus deseos y piensan que serán felices después, luego de recibirse, de casarse o tener hijos, y así dilatan sus deseos a la espera de una situación ideal que no llegará jamás. No importa cuál sea la excusa, lo cierto es que esa posible felicidad queda eclipsada tras la bruma del futuro.
Si fuera cierto que, como dice Don Juan, la muerte estuviese allí, a nuestra izquierda, apenas a cinco centímetros de nosotros y prestáramos atención, la escucharíamos susurrar aquella pregunta que ilumina la Torá:
Si no es ahora, ¿cuándo?

viernes, 21 de febrero de 2025


 

 Otra historia increíble relacionada con Gauss y su capacidad para predecir el futuro ocurrió cuando era adulto. Según se cuenta, fue contratado por el gobierno alemán para realizar un censo de la población. En lugar de contar a cada persona individualmente, Gauss decidió utilizar un método más eficiente. En lugar de contar las casas, calculó la raíz cuadrada del número total de casas en el área y lo multiplicó por el promedio de personas por casa. Sorprendentemente, el resultado obtenido fue casi idéntico al número real de habitantes en ese momento. Esto demuestra no solo su habilidad matemática, sino también su capacidad para hacer estimaciones precisas.


 

 Los primeros que expresaron la idea de que la «Edad Media» era un período «oscuro» de la historia fueron los humanistas italianos de los siglos XIV y XV. Francesco Petrarca (1304-1374), por ejemplo, confesó sentirse «fuertemente vinculado y espiritualmente más cercano» a los grandes autores clásicos que a sus inmediatos predecesores medievales.[1095] «El desdén que manifestó por las especulaciones supuestamente vanas y el que consideraba mal latín de los autores medievales pronto se convirtió en el lema de moda del movimiento humanista». El primer hombre que utilizó la expresión media tempestas, o Edad Media, fue Giovanni Andrea, obispo de Aleria, en Córcega, quien la empleó en una historia de la poesía latina publicada en 1469.

Nuestra concepción actual de esa edad oscura es de algún modo diferente. El período más difícil de los siglos medievales, el que va del año 400 al 1000, se reconoce hoy como una época verdaderamente oscura, y ello por dos razones. En primer lugar, porque, en comparación, son muy pocos los documentos que han sobrevivido para iluminarla. En segundo lugar, porque pocos de los monumentos artísticos y literarios que sobrevivieron pueden considerarse logros de gran valor. Sin embargo, hacia el siglo XIII, Europa contaba con grandes ciudades, una agricultura y comercio prósperos y sistemas gubernamentales y jurídicos complejos. Había muchas universidades y catedrales por todo el continente, y se produjeron un gran número de obras maestras de la literatura, el arte y la filosofía, capaces de rivalizar con las de cualquier otro período. La cronología del «milenio medieval» necesita, por tanto, ser corregida. Ahora diferenciamos la alta Edad Media (la edad oscura) y la baja Edad Media, cuando se sentaron muchos de los cimientos del mundo moderno.
Saber lo oscura que fue en realidad la edad oscura resulta instructivo. La mente medieval era, en verdad, muy diferente de la nuestra. Incluso Carlomagno, el primer emperador del Sacro imperio, era analfabeto.[1096] Hacia 1500 las antiguas carreteras romanas seguían siendo las mejores de Europa. La mayoría de los principales puertos de Europa fueron inutilizables hasta por lo menos el siglo VIII.[1097] Entre las artes que se perdieron se encontraba la albañilería: «Durante diez siglos», dice William Manchester, «no se construyó, con excepción de las catedrales, ningún edificio en piedra en toda Alemania, Inglaterra, Holanda y Escandinavia».[1098] Las colleras, arneses y estribos, inventados en China mucho antes, no existieron en Europa hasta aproximadamente el año 900. Los caballos y los bueyes, allí donde los había, apenas podían ser utilizados. Los registros de los jueces de instrucción ingleses muestran que los homicidios en este período eran dos veces más comunes que las muertes accidentales y que apenas uno de cada cien asesinos comparecía ante la justicia. (La amenaza de la muerte también se usó ampliamente para la difusión del cristianismo. Cuando conquistó a los rebeldes sajones, el emperador Carlomagno les permitió elegir entre el bautismo y la ejecución. Y como vacilaron, decapitó a cuatro mil quinientos en una sola mañana).[1099] La piratería dificultaba el comercio en todo el continente, la agricultura era tan ineficiente que la población nunca se alimentaba de forma adecuada. El nombre de la hacienda británica, exchequer, proviene de la tela a cuadros (chequer) que tenían que usar como ábaco los funcionarios encargados del tesoro real debido a su pésima aritmética.[1100] Además de ser peligrosa, injusta y estática, la vida en la alta Edad Media era invisible y silenciosa. «La mente medieval carece de ego». Los nobles tenían apellidos, pero formaban menos del 1 por 100 de la población. En cualquier caso, como la mayoría de las personas de la época nunca abandonaban el lugar en el que nacían, tampoco eran muy necesarios. La mayoría de las aldeas tampoco tenían nombre. Siendo la violencia tan común, no es una sorpresa leer que la gente vivía apeñuscada en hogares comunales, se casaba con sus paisanos y llevaba una vida tan aislada que los dialectos locales se desarrollaron al punto de hacerse incomprensibles para personas que sólo vivían a unos cuantos kilómetros de distancia.
Peter Watson 

jueves, 20 de febrero de 2025


 

 "Me di cuenta de que gran parte de la práctica de la lectura que aplicaba a mi trabajo, mi trabajo como investigador, mi trabajo como activista, mi trabajo como lector, tenía un carácter un tanto extractivista. Leía cosas para extraer algo que luego pudiera usar... Leía economía política y teoría social y demás para extraer ciertos fragmentos de conocimiento que luego pudiera sostener, como si extrajera un trozo de mineral de cobre del suelo."

"Ahí es donde se me ocurrió que tal vez lo que deberíamos hacer, al pensar en leer teoría social, leer historia, leer este tipo de obras, es abordarlas como si fuéramos actores... [...] abordar los guiones que estudian, para actuar a partir de ellos, y decir: "¿Qué hace que esta frase se convierta en algo en el mundo humano?" ¿Qué hace que esta frase o este párrafo, o esta forma de pensar o esta combinación de pensadores, o esta línea de tiempo rítmica particular a través de la lucha colonial, sea lo que sea que estemos leyendo, qué hace que esto sea algo en lo que pueda poner mi cuerpo/mente para ensayar la revolución de la que soy parte ahora, o ensayar la preparación para la revolución de la que soy parte ahora?"

Ruth Wilson Gilmore


 

 “Ni siquiera ha crecido la hierba. No se puede ser vagabundo y artista; y al mismo tiempo un burgués sano y cuerdo. Si quieres embriaguez, ¡acepta también la resaca! Si quieres sol y bellas fantasías, ¡acepta también la suciedad y el hastío! 


Todo está dentro de ti, el oro y el barro, el deleite y la pena, la risa infantil y la angustia moral. ¡Acéptalo todo, no te aflijas por nada, no intentes rehuir nada! No eres un burgués, tampoco eres un griego, no eres armónico y dueño de ti mismo, eres un pájaro en plena tormenta. ¡Déjala rugir! ¡Déjate llevar! ¡Cuánto has mentido! ¡Cuántas miles de veces, incluso en tus libros y poesías, has fingido ser el armonioso y sabio, el feliz, el iluminado! ¡Lo mismo han fingido ser los héroes al atacar en la guerra, mientras las entrañas temblaban! ¡Dios mío, qué simiesco y fanfarrón es el hombre, sobre todo el artista, sobre todo el poeta, sobre todo yo!"

-Hermann Hesse 

miércoles, 19 de febrero de 2025



 


 


 

El sabio que se esfuerza por la liberación, que abandona la cólera, el deseo y el terror, que se ha liberado de los contactos exteriores, que concentra su visión y domina la inspiración y la espiración, alcanzará la liberación para toda la eternidad.

Bhagavad-Gita


 

  Es extraordinario porque al leer poesía… poetas grandes ¿no? uno se siente llevado a otro lugar, entonces empieza, o en ese momento conoce hasta cierto punto la maravilla del mundo porque la poesía lo aleja de este mundo, ¡qué contradicción! Es algo que da esperanza cuando uno lee siente esperanza finalmente. La poesía viene del fondo de los siglos, atravesó todo los desastres naturales, guerras, hambre, todo y sigue en pie, quiere decir que es muy esperanzador, abre campos de esperanza en sí. La poesía se va a acabar cuando se acabe el mundo, nunca antes.

Juan Gelmán

martes, 18 de febrero de 2025

 


 Alifano: Borges, me interesaría conocer la circunstancia que motivó su magnífico cuento Funes el memorioso, y si usted no se opone, que indaguemos un poco a ese curioso personaje que compensa sus carencias a través de la memoria. ¿Es cierto que corresponde a una crisis suya de insomnio?

Borges: Sí, es cierto. Yo puedo recordar con mucha claridad las circunstancias en que escribí ese cuento. Durante una temporada que debí pasar en un hotel, temía, en las horas del día, la llegada de la noche, porque pensaba que iba a ser una noche de insomnio, interrumpida, en todo caso, atrozmente por la pesadilla. Yo conocía muy bien ese hotel; yo me había criado de chico allí. Es un edificio que ya ha desaparecido, pero que tenía todas las imágenes del laberinto. Recuerdo los diversos patios, los corredores, las estatuas, la verja, las grandes salas desiertas, el portón, las puertas de entrada, la cochera, los eucaliptos y hasta un pequeño laberinto que también había. Y, especialmente, recuerdo un reloj, que servía para marcar el insomnio, porque marcaba inexorablemente la hora, la media hora, el cuarto de hora y la otra hora… De modo que yo no podía engañarme. Allí estaba el reloj de testigo y su golpeteo de bronce. Recuerdo que me acostaba y trataba de olvidarme de todo, y eso hacía, precisamente, que me acordara de todo. Imaginaba los libros en los anaqueles, la ropa en la silla, y aun mi propio cuerpo sobre la cama, todos los pormenores de mi cuerpo, la situación precisa de mi cuerpo. Entonces, como no podía olvidarme, seguía pensando en esas cosas, y pensando también: si yo pudiera olvidarme, sin duda podría dormir. Luego recordé aquello de que cuando uno duerme, uno es todos o, mejor dicho, no es nadie o, si es uno mismo, uno se ve en tercera persona. Uno es, como dijo Adison, el teatro, los espectadores, los actores, el autor de la trama, el escenario, todo al mismo tiempo.
A.: El olvido habría sido una forma de liberación y de lograr el sueño, ¿verdad?
B.: Sí. Pero mi insomnio me lo impedía y yo seguía pensando, imaginando continuamente el hotel, pensando en mi cuerpo y más allá de mi cuerpo y del hotel. Pensaba en las calles adyacentes, en la calle que conduce a la estación, en las casa vecinas, en la cigarrería… Llegué después a esta conclusión: por suerte mi memoria es falible, por suerte mi memoria no es infinita. ¡Qué terrible sería si mi memoria fuera infinita! Sería algo monstruoso. En ese caso yo recordaría cada una de las circunstancias del día de mi vida, que son naturalmente miles, según lo ha demostrado Joyce en el Ulysses. Cada día ocurren infinidad de cosas, pero felizmente las olvidamos y, por lo demás, hay muchas que son repeticiones. Entonces, de allí inventé la idea de un individuo que no estuviera ya representando la definición antigua de las facultades; es decir, memoria y voluntad, y que sólo tuviera memoria. Así llegué a la idea de aquel desdichado compadrito y así nació el cuento Funes el memorioso.
A.: Una de las más admirables metáforas del insomnio que se hayan escrito.
B.: Bueno, yo no comparto demasiado su criterio, pero ¡qué le vamos a hacer!… Ahora, le voy a revelar un hecho que tal vez pueda interesar a los psicólogos. Usted sabe que una vez escrito ese cuento, una vez descripta esa horrible perfección de la memoria, que acababa matando a su hombre, el insomnio que tanto me angustiaba desapareció.
A.: O sea que la consumación de ese cuento fantástico obró como terapia en usted. Hay mucha gente que sostiene que ese cuento es autobiográfico; sin duda lo es, ya que es como una especie de hipérbole de un estado mental suyo. ¿No es así?
B.: Cierto, sólo que en lugar de decir Borges, dije Funes. Yo me he quitado ahí algunas cosas y, obviamente, me he agregado otras que no tengo. Por ejemplo, Funes, el compadrito, no hubiera podido escribir el cuento; yo, en cambio, he podido hacerlo y he podido olvidarme de Funes y olvidarme también —no siempre— del desagradable insomnio. Ahora, yo creo que ese cuento debe su fuerza a que el lector siente que no se trata de una fantasía habitual, sino que yo estoy contando algo que puede tocarlo a él y que me tocaba a mí cuando lo escribí. Todo ese cuento viene a ser una especie de metáfora, como señaló usted, una parábola, del insomnio.
A.: Se nota, por otra parte, una constante muy concreta en todo el relato. Es decir, el personaje está situado en un lugar determinado y su drama se desarrolla también en ese lugar.
B.: Yo creo que logré en Funes el memorioso un cuento con formas concretas. Sí, está ubicado en un sitio determinado; ese sitio es Fray Bentos, en el Uruguay. Yo pasé, cuando niño, algunas temporadas en ese lugar, en casa de un tío mío; o sea que hay recuerdos de infancia. Luego busqué un personaje muy simple, un compadrito de pueblo. Como tenía que justificar eso de algún modo, bueno, describí una caída de caballo, en realidad una serie de pequeñas invenciones novelísticas, que por supuesto no le hacen mal a nadie. Finalmente le di ese título; un título que hace juego con el cuento.
A.: Borges, en idioma inglés, sin embargo, Funes the memorius, debe resultar extraño, ya que la palabra «memorius» no existe.
B.: Ah, no, esa palabra en inglés no existe y es verdad, le da un carácter grotesco al cuento, un carácter extravagante. En cambio, en español —aunque no sé si alguien ha usado la palabra «memorioso»— si uno oyera a un hombre de pueblo decir: «fulano es muy memorioso», uno por supuesto lo entendería. De modo que, como le dije, creo que el título Funes el memorioso hace juego con el cuento. Ahora, si se lo pone en otro idioma, por ejemplo, usando la palabra memorié, o alguna otra parecida, se puede interpretar que lleva un elemento intelectual. Y así puede parecer la historia de un personaje muy sencillo y muy desdichado a quien mata a temprana edad el insomnio.
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Conversaciones con Borges - J. L. Borges y Roberto Alifano


 

 En el más verde de nuestros valles,

habitado por ángeles buenos,
en otro tiempo un bello y señorial palacio,
un palacio radiante, alzaba su cabeza.
¡En los dominios del monarca Pensamiento,
allí se levantaba!
Jamás un serafín tendió sus alas
sobre una fábrica ni la mitad de bella!
 
Banderas gualdas, gloriosas, doradas,
en su techo flotaban y ondeaban
(esto, todo esto, sucedió en los tiempos
de antaño, hace ya mucho),
y cuanta brisa gentil jugueteaba,
en aquella amable época,
por las empenachadas y pálidas murallas,
un alado aroma se llevaba.
 
Quienes andaban por aquel feliz valle
veían por dos ventanas luminosas
espíritus que se movían musicalmente,
obedeciendo a un laúd bien afinado,
alrededor de un trono en que, sentado,
Porfirinogeno,
en pompa que concordaba con su gloria,
aparecía como gobernante de aquel reino.
 
Y toda refulgente con perlas y rubíes
veíase la bella puerta del palacio,
por la que penetraba fluyendo, fluyendo, fluyendo
y centelleando eternamente,
un tropel de ecos, cuyo dulce deber
no era sino cantar
con voces de belleza excepcional
el ingenio y la sabiduría de su rey.
 
Mas seres de maldad, con ropas de aflicción,
asaltaron la elevada grandeza del monarca
(¡ah, lamentémonos, pues nunca la mañana
amanecerá desolada sobre él!)
y en torno a su casa la gloria
que se sonroja y florecía
no es más que una historia vagamente recordada
de los antiguos tiempos sepultados.
 
Y ahora los viajeros en aquel valle ven
por las ventanas de rojo iluminadas
vastas formas que se mueven fantásticamente
al ritmo de una discordante melodía,
mientras, cual rápido río fantasmal,
a través de la pálida puerta
un odioso tropel sin cesar se abalanza
y ríe... pero ya no sonríe.

Poe

lunes, 17 de febrero de 2025


 

 Según un estudio efectuado en los años cincuenta por W.E. Cox, en los trenes que van a sufrir un accidente viaja menos gente que en los demás. Pero como los accidentes ferroviarios son una incógnita hasta que ocurren, Cox se vio obligado a reconocer que muchas personas evitan, de manera consciente o inconsciente, tomar un tren el día en que éste sufre un accidente. Cox obtuvo de las compañías ferroviarias el número de pasajeros que viajaron en un determinado tren el día en que éste sufrió un accidente, los seis días anteriores a él y ese mismo día de la semana, de las cuatro semanas precedentes. Por ejemplo, el Georgian, tren que une Chicago y el este de Illinois, tuvo un accidente el 15 de junio de 1952. Ese día sólo iban en él nueve pasajeros. Durante los seis días anteriores al accidente el número de pasajeros había sido de 68, 60, 53, 48, 62 y 70. Una semana antes, el 8 de junio, había transportado 35 viajeros, y en los otros tres días estudiados 55, 53 y 54. En los diez días examinados, el promedio de viajeros del Georgian fue de 55.8. Sin embargo, el día del accidente ese número descendió en un 84 por ciento. Otro ejemplo de lo que Cox llama accidentavoidance (prevención de accidentes) aparece en las cifras que reunió acerca del tren No. 15 de la línea Chicago -Milwaukee - St. Paul-Pacific, que descarriló el 15 de diciembre de 1952 con 55 personas a bordo. En cinco de los siete días anteriores elegidos por el método de Cox hubo más de 100 viajeros en el tren, y en los otros dos al menos 30 pasajeros más que el día del accidente. El promedio de pasajeros en los diez días sin accidente fue un 50 por ciento mayor que el día del descarrilamiento. (Journal of the American Society for Psychical Research, 50:99-109, 1956) Una cita con el destino En 1954 Eva Hellstróm, fundadora de la Sociedad Sueca de Investigaciones Parapsicológicas, soñó que ella y su marido volaban sobre las calles de Estocolmo. Al mirar hacia abajo, vio un accidente de tráfico: un tren verde acababa de estrellarse contra un tranvía azul. En esa época todos los trenes de Estocolmo iban pintados de color café; de modo que cuando, pocos meses más tarde, empezaron a funcionar nuevos trenes verdes, Eva Hellstrám estuvo segura de que su sueño iba a cumplirse. Había dibujado la posición de los dos vehículos y anotado en su diario: "El accidente ocurrirá cuando el tren de Djursholm y el tranvía número 4 se encuentren en Valhallavágen. En ese lugar han ocurrido accidentes entre coches y trenes, pero que yo sepa nunca con un tranvía..." El 4 de marzo de 1956, casi dos años después del sueño, un tranvía azul, el No. 4, y el tren verde de Djursholm chocaron en Valhallavágen. La posición de los vehículos accidentados era precisamente la que mostraba el dibujo de Eva Hellstrom.



 

 Yo fui todos los muertos:

los muertos de los pájaros que cantan

y están silenciosos,

los muertos de los más bellos animales

de tierra y agua,

los muertos de todos los hombres

buenos y malos.

Y estuve allí

en el pasado

sin canción.-

sin una sonrisa

ni un anhelo.

Tu afecto

hizo que me vieras

de noche

en tu sueño

y desperté

contigo.


(Ahmad Shamlou, 

domingo, 16 de febrero de 2025


 Voltaire


 


 

 En cierto sentido, somos lo que nos decirnos. Si piensas que eres

inútil o incapaz. te sentiras mal respecto a tus posibilidades y las

cosas no funcionarán bien. Pero si logras hacer a un lado los pensa-

mientos derrotistas y fatalistas que caracterizan a la gente miedosa,

podrás persistir en tus metas y no desertar. No hablo de autoenga-

ño o de una forma amañada de autosuficiencia, sino de realismo

convincente. Si te dices todo el día que fracasarás, el miedo a fallar

bajará tu rendimiento, no obtendrás buenos resultados y harás que

se cumplan tus profecías negativas. Tú creas los monstruos y dejas

que te devoren. "Quien vive temeroso no será nunca libre", decía

Horacio. EI miedo te limita, te encierra, te esclaviza.

Cuando algún paciente me pregunta en relación con su tras-

torno: "¿Voy a curarme?" , yo suelo responder: "Vamos a dar la

pelea".Y uno de los principales para luchar es no sabo-

tearse a uno mismo utilizando autoverbalizaciones destructivas: si

posees las habilidades o competencias para afrontar los miedos,

 hazlo de una vez y si no las tienes apréndelas, róbalas o tómalas

 prestadas, pero no te quedes de brazos cruzados.



 Tenemos una idea completamente equivocada de cómo nació la filosofía. La imagen de sabios que no se levantaban jamás de la silla, anclados en sus academias y universidades, tiene poco que ver con filósofos como Sócrates, uno de sus grandes iniciadores. Él fue uno de los pensadores con mejor forma física de la Antigüedad, alabado por sus generales en las tres batallas en las que participó, en la última de las cuales tenía más de cincuenta años. Como el resto de sus contemporáneos griegos puso especial atención en el cuidado del cuerpo, en su forma física y en su desempeño corriendo. Cardio y fuerza eran entrenamientos fundamentales para aquellas guerras cuerpo a cuerpo, y también para los juegos que celebraban en honor de sus dioses.

Sócrates transmitió esa importancia de cuidar el cuerpo mediante la práctica deportiva a su discípulo Platón y este, a su vez, a su discípulo Aristóteles. Así que los tres nombres más importantes de la filosofía antigua, influidos por la idea de que el deporte era fundamental en la búsqueda de la sabiduría, incorporaron el ejercicio físico a todos sus tratados filosóficos. Tiene pleno sentido si pensamos que la filosofía griega nació del interés por el cuidado del cuerpo. Los primeros médicos no solo tenían que consultar sus decisiones a los atletas, sino que consideraban el ejercicio como una medicina para recuperar la salud y trabajaban a diario con los jóvenes en los gimnasios. Diocles de Caristos, médico que vivió en el siglo IV a.C. dejó un buen testimonio de esta práctica en dos de sus obras, “Sobre un régimen de vida sano” y “Sobre la dieta” que pueden considerarse los dos primeros tratados de entrenamiento y nutrición deportivos. Cuando aquellos jóvenes deportistas se convirtieron en filósofos siguieron considerando que el deporte era la base que permitía entender qué era el ser humano y, por tanto, alcanzar la sabiduría.

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