miércoles, 25 de octubre de 2023

 Un gran número de investigaciones han demostrado que los pequeños triunfos tienen un poder enorme, una influencia desproporcionada para lo que son los logros de las propias victorias. «Los pequeños triunfos son la aplicación constante de las pequeñas ventajas .—escribió un catedrático de la Universidad de Cornell en 1984—. Cuando se ha logrado un pequeño triunfo, se ponen en marcha las fuerzas para lograr otro pequeño triunfo.» Los pequeños triunfos alimentan cambios transformadores elevando las pequeñas ventajas a patrones que convencen a las personas de que pueden lograr cosas aún mayores. Por ejemplo, cuando las organizaciones por los derechos de los gays empezaron a hacer campañas contra la homofobia a finales de la década de 1960, sus intentos iniciales no produjeron más que una serie de fracasos en cadena .Intentaron hacer fuerza para revocar las leyes contra los gays y sufrieron un rotundo fracaso en las legislaturas estatales. Hubo profesores que intentaron crear planes de estudios para asesorar a los adolescentes gays, y fueron despedidos por sugerir que se debía aceptar la homosexualidad. Parecía que las metas más importantes de la comunidad gay —terminar con la discriminación y el acoso político, convencer ala American Psychiatric Association [Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos] para que dejara de clasificar la homosexualidad como una enfermedad mental— estaban fuera de su alcance. Hasta que a principios de la década de 1970, la American Library Association’s Task Force on Gay Liberation [Equipo de la Liberación Gay de la Asociación Estadounidense de Bibliotecas] decidió concentrarse en una meta modesta: convencer ala Biblioteca del Congreso que reclasificara los libros sobre el movimiento de liberación gay, que les cambiara la categoría HQ 71-471 (Relaciones Sexuales Anormales, Incluidos Crímenes Sexuales) por otra menos peyorativa. En 1972, tras recibir una carta solicitando la reclasificación, la Biblioteca del Congreso aceptó realizar el cambio y clasificar los libros en una categoría recién creada, HQ 76.5 («Homosexualidad, Lesbianismo — Movimiento de Liberación Gay, Movimiento Homófilo). Fue un pequeño detalle de un antiguo hábito institucional respecto ala forma de archivar los libros, pero el efecto fue impresionante. La noticia sobre la nueva normativa se difundió por todo el país. Las organizaciones a favor de los derechos de los gay, apoyándose en esa victoria iniciaron campañas de recolección de fondos. En unos pocos años, políticos que se declaraban gays abiertamente se presentaban como candidatos para puestos oficiales en California, Nueva York, Massachusetts y Oregón, muchos de ellos haciendo mención a la decisión e inspiración de la Biblioteca del Congreso. En 1973, la American Psychiatric Association, tras años de debates internos, reescribió la definición de homosexualidad y dejó de ser considerada una enfermedad mental, lo que allanó el terreno para el cambio de las leyes estatales que considerarían ilegal la discriminación de las personas debido a su orientación sexual.

Y todo ello empezó con una pequeña victoria. «Las pequeñas victorias no implican de un modo claro, lineal y secuenciado, que cada paso que se da se acerque demostrablemente a una meta determinada —escribió Karl Weick, un eminente psicólogo de empresa—. Lo más común es la circunstancia en la que los pequeños triunfos están diseminados... como experimentos en miniatura que ponen a prueba teorías implícitas sobre la resistencia y la oportunidad, que descubren tanto los recursos como las barreras que eran invisibles antes de que la situación saliera a la luz.»

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