jueves, 19 de octubre de 2023

Lou Marinoff

 Karl Rabedar, un multimillonario austríaco que amasó su fortuna vendiendo mobiliario, vendió hace poco sus negocios y sus exclusivas residencias. Donó sus cinco millones de dólares de activo a instituciones benéficas del mundo en vías de desarrollo y luego se retiró a una modesta cabaña de madera en las montañas. ¿Por qué? Para ser feliz. «El dinero es contraproducente, impide la felicidad», dijo a los periodistas. «Simplemente escuché la voz de mi cuerpo y mi alma.» Está claro que Karl es un sabio taoísta, tal vez una reencarnación del propio Lao Tzu, que desapareció serenamente en la oscuridad después de jubilarse. Habiendo amasado una fortuna amueblando interiores de viviendas, Karl ahora está alcanzando la felicidad amueblando el interior de su ser. ¿Amueblándolo con qué? Con filantropía, simplicidad y serenidad, las virtudes esenciales del Tao. El sueño americano se fundamenta en la idea de pasar de la pobreza a la fortuna. Muchas personas, cuando no la mayoría, piensan que lo contrario —pasar de la fortuna a la pobreza— es un fracaso, no un éxito. ¡De ahí que muchas personas, cuando no la mayoría, no se sientan realizadas ni felices! ¿Por qué? Porque les preocupa el amueblamiento de su yo material en lugar del de su yo espiritual. Muhammad Yunus, un economista bangladeshí que cree en el amueblamiento del alma, fundó el Banco Grameen y creó su filosofía del microcrédito. Prestó pequeñas sumas de dinero a personas sin aval —peones de granja, mujeres que tejían canastas en casa— sabiendo que los minúsculos créditos supondrían una enorme diferencia en su vida, y creyendo que su integridad garantizaría el reembolso. Dio resultado. Yunus ha provisto de medios a miles de personas que de otro modo habrían sido marginalizadas, o incluso victimizadas, por las instituciones tradicionales de préstamo, permitiéndoles participar en el «Sueño Bangladeshí» de convertirse en ciudadanos productivos y de crear un futuro mejor para sus hijos. En 2006, él y el Banco Grameen obtuvieron merecidamente el Premio Nobel de la Paz. Deliberadamente o no, Yunus encarna una enseñanza fundamental de Lao Tzu: «El sabio no acapara. Cuanto más ayuda al prójimo, más se beneficia; cuanto más da a los demás, más obtiene. El Tao hace bien, pero nunca hace daño.» Y, si un banquero puede hacer esto —ayudar a los demás y aun así ganar dinero, haciendo sólo el bien y nunca dañando—, sin duda todos podemos hacerlo, cada cual a su manera.

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