martes, 28 de febrero de 2023

Emil Cioran

"Hay que perdonar, por la simple razón de que
 resulta difícil y casi imposible. 
Todo el mundo es mezquino y sólo piensa
 en la venganza. No vengarse es la única
 hazaña moral, el gesto más hermoso que
 se puede tener. Siempre que sentimos
 deseos de vengarnos, deberíamos pensar
 en que eso corresponde a los otros, 
que es facilón, puesto que todos lo logran,
 y que sólo hay nobleza en la
 singularidad del perdón, 
aunque sea impuro". 


Ludwig Wittgenstein

 Ludwig Wittgenstein fue uno de los filósofos más influyentes del si­glo XX. Afirmarlo no es una exageración. Pero, además, fue un indi­viduo singular, con una personalidad fascinante. Nació en Viena en 1889 en el seno de una gran familia austríaca de gran fortuna y abo­lengo de origen judío, siendo el menor de ocho hermanos. Su padre era un importante industrial siderúrgico y protector de la cultura. El joven Ludwig fue educado por profesores privados hasta los catorce años. Luego cursó estudios en la Escuela Real de Linz y en la Es­cuela Técnica Superior de Berlín. Su formación como ingeniero lo llevó a inscribirse en la Universidad de Manchester y a diseñar un exitoso motor para aviones. Pronto sus intereses se desplazaron hacia las matemáticas puras y el problema de su fundamentación. El lógi­co alemán Gottlob Frege, internacionalmente famoso por ese en­tonces, le aconsejó estudiar con Bertrand Russell en Cambridge. Aunque Wittgenstein no llegó nunca a leer y a estudiar filosofía en el sentido estricto, académico, del término, empezó a hacer aproxi­maciones al pensamiento filosófico. 

Cierto día abordó al pensador gales a la salida de una clase don­de había asistido como oyente, y le dijo: «Profesor Russell, quiero que usted me diga si soy un idiota o no». Russell le preguntó la razón de una petición tan curiosa y Wittgenstein le contestó: «Porque si soy un idiota voy a seguir haciendo lo que hago, que es dedicarme a la inge­niería aeronáutica; y si no lo soy, deseo dedicarme a la filosofía». Pru­dentemente, Russell le repuso: «Verá, en verdad no sé si es usted un idiota o no. Tráigame algo que haya escrito para que yo pueda leerlo y hacerme así, quizá, una idea respecto de su inteligencia». Días des­pués, Wittgenstein volvió a abordarlo, esta vez para entregarle un es­crito. Russell lo leyó y, al día siguiente, al encontrarse con Wittgens­tein le dijo: «Usted no debe dedicarse a la ingeniería aeronáutica».

En 1913 murió el padre de Wittgenstein, y éste se trasladó a No­ruega. Construyó una cabaña en un solitario fiordo y vivió en un profundo aislamiento. Durante un año aproximadamente trabajó in­tensamente en diversos problemas de lógica y mantuvo correspon­dencia con Russell.

Al estallar la Primera Guerra Mundial en 1914, se alistó como voluntario en la artillería austríaca. Durante los cuatro años que es­tuvo en el frente llevó en su mochila algunos cuadernos en los que anotaba sus pensamientos filosóficos. En 1918 cayó prisionero del ejército italiano. En el campo de prisioneros de Montecassino, Witt­genstein dispuso de tiempo libre para revisar y reordenar sus apun­tes. Desde su prisión, gracias a John Maynard Keynes, condiscípulo suyo de Cambridge, logró hacerle llegar una copia a Russell. El ma­nuscrito se titulaba Tractatus logico-philosophicus.

Una personalidad atractiva

Wittgenstein era un hombre extraño, callado, melancólico, de ex­traordinaria belleza física, cuya condición homosexual nunca logró asumir de manera explícita. Quienes lo conocieron aseguraron que tenía un influjo e influencia extraordinarios en todo aquel que lo trataba de forma personal.

Después de la guerra, fue liberado de su cautiverio en 1919. En Viena renunció a su parte de la herencia paterna en favor de sus hermanos. Se encontró con Russell y discutió con él su trabajo línea por línea. Ciertas diferencias entre las perspectivas de uno y otro se hicieron cada vez más evidentes. El Tractatus logico-philosophicus fue publicado en alemán en 1921.

El lenguaje genera un mundo para cada individuo

El mérito de Wittgenstein es que puso el tema del lenguaje en el centro de la atención del pensamiento contemporáneo. Los lengua­jes que nosotros manejamos de una manera espontánea y reflexiva dan lugar a todo tipo de trampas, equívocos y paradojas. Hay una posibilidad de hacer un lenguaje que realmente sea una verdadera descripción del mundo tal cual es, purificado de alguna forma de to­das las ambigüedades que lo constituyen habitualmente. El Tractatus es un esfuerzo por concretar una teoría del lenguaje, y a través de él una teoría del mundo. Cada uno tenemos un mundo que nos viene dado a través del lenguaje. Las proposiciones del lenguaje represen­tan de alguna forma, el mundo que existe, incluso pictóricamente. 

El Tractatus está escrito en pequeños parágrafos numerados que dan la impresión de ser un manual técnico de un aparato o algo por el estilo. Ese aparato, efectivamente, tiene que ver con el lenguaje y también con frases que tienden, de vez en cuando, a lo críptico y ro­zan lo místico. Todo el pensamiento —dice Wittgenstein—, todo lo que se expone en ese pequeño libro, cabe al final en una proposición: «De lo que no se puede hablar, mejor es callar». Es como una escalera por la cual subimos y una vez que hemos llegado a donde queríamos —a comprender lo que queríamos— la olvidamos por­que lo que cuenta es haber llegado a ese estadio de mayor lucidez. Ese pequeño Tractatus fue presentado como una especie de tesis doc­toral, apadrinada por el propio Russell, que le escribió un prólogo, y por George Moore. Hubo un debate de lo más animado porque Wittgenstein no era precisamente muy respetuoso con sus mayores y discutía con ellos, dejando de lado sus antecedentes y prestigio. Y al final, cuando Russell y Moore le otorgaron el reconocimiento aca­démico que había buscado, él salió pasando el brazo confiadamente por encima de cada uno de ellos diciéndoles: «Ustedes nunca enten­derán nada».

En 1922 Russell le animó a publicar en Inglaterra su texto con una introducción para facilitar la edición del libro. Wittgenstein no aprobaba la introducción de Russell, convencido de que mostraba incomprensión de aspectos centrales de su trabajo, y ambos se dis­tanciaron definitivamente.

El Tractatus

El Tractatus gira alrededor de siete tesis. La primera afirma que el mundo es todo lo que sucede. La segunda introduce la noción de hecho atómico y lo define como combinación de entidades. De tal modo, una cosa cualquiera sólo puede ser pensada a partir de los he­chos atómicos en que puede entrar. Podemos pensar una silla, por ejemplo, sólo a partir de los hechos en que ella puede aparecer, como el que alguien se siente en ella, o se pare en ella, o que se la ponga junto a una mesa, o cerca de una puerta, etcétera. Así, no podemos pensar ningún objeto fuera de la posibilidad de su conexión con otros. La tercera tesis define el pensamiento como figura lógica de los hechos. Señala, en consecuencia, que lo que es pensable es tam­bién posible. La cuarta tesis enfatiza la relación entre pensamiento y lenguaje. Señala que la mayoría de las cuestiones filosóficas no son falsas, sino que simplemente carecen de sentido. Para demostrar esta afirmación, Wittgenstein introduce una serie de precisiones respecto del simbolismo lógico. Es aquí donde el famoso proyecto de Russell de presentar un edificio deductivo de la lógica y la matemática es radicalmente criticado. Y es en el curso de tal crítica que Wittgens­tein despliega su original concepción del simbolismo y de la lógica misma. Una de las aportaciones más celebradas para el ámbito del simbolismo lógico es su propuesta de las tablas de verdad. En la quinta tesis se introduce la noción de proposición elemental, y en la sexta se analiza la forma general de las funciones de verdad y de las proposiciones. Es a la luz de estos desarrollos que el Tractatus expone su afirmación más polémica: «Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo». Esto significa, en primer lugar, que los lí­mites del mundo son también los límites de la lógica. Nada podría ser ilógico, porque si lo fuera no pertenecería al mundo. En segundo lugar, que el mundo es mi mundo; de modo tal que yo soy mi mun­do. Y, en tercer lugar, que el lenguaje es comprendido como esen­cialmente privado. Contra ello reaccionaría el propio Wittgenstein en su obra posterior.

 Finalmente, la última tesis del Tractatus, «De lo que no se puede ha­blar, mejor es callarse», es quizá la más famosa. Fue entendida como una crítica al discurso metafísico, pero también podía interpretarse como un llamamiento a cierto tipo de silencio místico y a una re­novada humildad del discurso humano. El propio Wittgenstein de­claró en el Prólogo que lo más importante de su obra no era lo que decía, sino precisamente lo que callaba.

Un adiós a la filosofía

Entre 1920 y 1925, Wittgenstein abandonó la filosofía y trabajó como maestro en varias aldeas austríacas. En 1926 ingresó como jardinero en un monasterio cerca de Viena. También se dedicó a diseñar y construir una casa para una de sus hermanas, tarea que lo ocupó du­rante dos años. En 1927 conoció al filósofo Moritz Schlick y, a tra­vés de él, a Rudolf Carnap y a FriedrichWaissmann. Se reunió pe­riódicamente con ellos y comenzó nuevamente a discutir problemas filosóficos. En estas discusiones, Wittgenstein sintió una creciente in­satisfacción con las doctrinas del Tractatus que tanto maravillaban a sus amigos y decidió que su trabajo no estaba terminado.

En 1929 regresó a Cambridge y obtuvo el doctorado en filoso­fía. Dio una importante disertación conocida como Conferencia sobre ética y comenzó a dictar clases reducidas, que pronto se hicieron fa­mosas. Enseguida empezó a circular el rumor de que estaba desarro­llando una filosofía radicalmente distinta de la del Tractatus. No eran rumores vanos. En poco tiempo, Wittgenstein dio a conocer una fi­losofía completamente diferente. Dejó de lado la búsqueda de un lenguaje puro que estuviese al margen de la turbulencia de los len­guajes reales. Su idea central fue que no hay una esencia pura del lenguaje —porque no hay una función básica del lenguaje de la cual todas las otras serían derivadas o dependientes—, lo que hay son di­ferentes juegos de lenguaje mediante los cuales interactuamos, y las palabras tienen sentido sólo respecto de su uso. Por lo tanto, pregun­tar por un juego de lenguaje es, en el fondo, preguntar por una for­ma de vida, de interacción, de convivencia.


En 1937, cuando Alemania se anexionó Austria, Wittgenstein adoptó la ciudadanía británica. Los apuntes de sus clases comenzaron a circular por círculos cada vez más amplios. Durante toda la Segun­da Guerra Mundial colaboró como enfermero en Londres y en Newcastle. En 1947 renunció a su cátedra en Cambridge y se esta­bleció en Irlanda, donde falleció víctima de un cáncer cuatro años después.

Una vida maravillosa

Wittgenstein tenía un grupo de adoradores que le seguían verdade­ramente como si fuera, no un filósofo, sino un gurú, un personaje místico. Cuando se anunció que iban a salir editadas las Investigacio­nes filosóficas —que no es un libro precisamente divertido ni senci­llo— en todas las grandes librerías, en especial en Cambridge, sus adictos formaron colas interminables desde la madrugada, porque nadie quería quedarse sin la obra de este pensador singular. Su in­fluencia en un primer momento fue absoluta en toda la filosofía an­glosajona, mientras que en la Europa continental fue visto con bas­tante distanciamiento, con rechazo, e ignorado en buena medida. Cuando murió relativamente joven, a los sesenta y dos años de edad, le pidió al médico que lo estaba atendiendo que le transmitiera a sus amigos: «Dígales que he tenido una vida maravillosa». No tenemos por qué no creerle.

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Savater, Fernando La aventura del pensamiento, Ed. Sudamericana,

José Saramago


 

En la isla a veces habitada de lo que somos,

hay noches, mañanas y madrugadas en que no necesitamos morir.
En ese momento sabemos todo lo que fue y será.
El mundo se nos aparece explicado definitivamente y
entra en nosotros una gran serenidad, y
se dicen las palabras que la significan.
Levantamos un puñado de tierra y la apretamos en las manos.
Con dulzura.
Allí está toda la verdad soportable:
el contorno, la voluntad y los límites.
Podemos en ese momento decir que somos libres,
con la paz y con la sonrisa de quien se reconoce
y viajó alrededor del mundo infatigable,
porque mordió el alma hasta sus huesos.
Liberemos sin apuro la tierra
donde ocurren milagros como el agua, la piedra y la raíz.
Cada uno de nosotros es en este momento la vida.
Que eso nos baste.

Probablemente alegría, 

lunes, 27 de febrero de 2023

Gloria Fuertes



 Nací para poeta o para muerto,

escogí lo difícil
—supervivo de todos los naufragios—,
y sigo con mis versos,
vivita y coleando.

Nací para puta o payaso,
escogí lo difícil
—hacer reír a los clientes desahuciados—,
y sigo con mis trucos,
sacando una paloma del refajo.

Nací para nada o soldado,
y escogí lo difícil
—no ser apenas nada en el tablado—,
y sigo entre fusiles y pistolas
sin mancharme las manos.


Erich Fromm

 


En contraste con la unión simbiótica, el amor maduro significa unión a condición de preservar la propia integridad, la propia individualidad. El amor es un poder activo en el hombre; un poder que atraviesa las barreras que separan al hombre de sus semejantes y lo une a los demás; el amor lo capacita para superar su sentimiento de aislamiento y separatidad, y no obstante le permite ser él mismo, mantener su integridad. En el amor se da la paradoja de dos seres que se convierten en uno y, no obstante, siguen siendo dos. Si decimos que el amor es una actividad, nos vemos frente a una dificultad que reside en el significado ambiguo de la palabra «actividad». En el sentido moderno del término, «actividad» denota una acción que, mediante un gasto de energía, produce un cambio en la situación existente. Así, un hombre es activo si atiende su negocio, estudia medicina, trabaja en una cadena sinfín, construye una mesa, o se dedica a los deportes. Todas esas actividades tienen en común el estar dirigidas hacia una meta exterior. Lo que no se tiene en cuenta es la motivación de la actividad. Consideremos, por ejemplo, el caso del hombre al que una profunda sensación de inseguridad y soledad impulsa a trabajar incesantemente; o del otro movido por la ambición, o el ansia de riqueza. En todos esos casos, la persona es esclava de una pasión, y, en realidad, su actividad es una «pasividad», puesto que está impulsado; es el que sufre la acción, no el que la realiza. Por otra parte, se considera «pasivo» a un hombre que está sentado, inmóvil y contemplativo, sin otra finalidad o propósito que experimentarse a sí mismo y su unicidad con el mundo, porque no «hace» nada. En realidad, esa actitud de concentrada meditación es la actividad más elevada, una actividad del alma, y sólo es posible bajo la condición de libertad e independencia interiores. Uno de los conceptos de actividad, el moderno, se refiere al uso de energía para el logro de fines exteriores; el otro, al uso de los poderes inherentes del hombre, se produzcan o no cambios externos. Spinoza formuló con suma claridad el segundo concepto de actividad, distinguiendo entre afectos activos y pasivos, entre «acciones» y «pasiones». En el ejercicio de un afecto activo, el hombre es libre, es el amo de su afecto; en el afecto pasivo, el hombre se ve impulsado, es objeto de motivaciones de las que no se percata. Spinoza llega de tal modo a afirmar que la virtud y el poder son una y la misma cosa. La envidia, los celos, la ambición, todo tipo de avidez, son pasiones; el amor es una acción, la práctica de un poder humano, que sólo puede realizarse en la libertad y jamás como resultado de una compulsión.

Eckhart Tolle

 


No creaste tu cuerpo, ni eres capaz de controlar sus funciones.  Una inteligencia mayor que la mente humana está trabajando.  Es esta inteligencia la que mantiene todo en la naturaleza.  Puedes acercarte a esta inteligencia percibiendo tu propia energía interna, sintiendo la presencia de vida dentro de tu cuerpo.



domingo, 26 de febrero de 2023


 

J o h n A s h b e r y



 Las estaciones del año ya no son lo que eran, ésa es la naturaleza de las cosas.- ser vistas sólo una vez, mientras suceden...


Gary Cox

 A pesar de que la vida, en definitiva, es absurda y sin sentido —y aquel que no lo vea vive en un cuento de hadas—, aún es posible darle cierto sentido y valor, afrontando cada desafío con valentía y dignidad y aspirando a alcanzar objetivos realistas. Fijar objetivos no realistas es intentar vivir en un cuento de hadas y anhelar cosas imposibles, como la felicidad completa y la plenitud total. Los existencialistas defienden que, si quieres ser feliz o, al menos, aumentar tu felicidad, debes dejar de luchar por la felicidad completa, ya que ese camino conduce irremediablemente a la frustración y a la decepción.

sábado, 25 de febrero de 2023

Platón

 


“Podemos perdonar fácilmente a un niño que teme a la oscuridad; pero la real tragedia de la vida es cuando los adultos le temen a la luz”. 


Jorge Luis Borges



 ¿Con qué te puedo retener?

Te ofrezco pobres calles, desesperados ocasos,
la luna de los desarrapados suburbios.
Te ofrezco la amargura de un hombre que
ha mirado largamente  la  luna solitaria.
Te ofrezco mis ancestros, mis muertos,
los fantasmas que los vivos han honrado en mármol:
el padre de mi padre muerto en la frontera de Buenos Aires,
dos balas atravesándole los pulmones y, barbudo y muerto,
fue envuelto por sus soldados en un cuero de vaca;
el abuelo de mi madre –que a los veinticuatro años–
comandó una carga de trescientos hombres en Perú,
ahora fantasmas sobre desvanecidos caballos.
Te ofrezco lo que pueda haber en mis libros,
lo que pueda haber de hombría o de humor en mi vida.
Te ofrezco la lealtad de un hombre que nunca ha sido leal.
Te ofrezco la entraña de mi ser que 
de algún modo he preservado;
el corazón central que no utiliza palabras,
ni trafica con sueños, intocado por el tiempo,
por la alegría, por la adversidad.
Te ofrezco el recuerdo de una rosa amarilla vista en el ocaso,
años antes de que nacieras.
Te ofrezco explicaciones sobre ti misma, teorías sobre ti misma,
auténticas y sorprendentes noticias sobre ti misma.
Te puedo dar mi soledad, mis tinieblas, el hambre de mi corazón;
estoy tratando de sobornarte con la incertidumbre, con el peligro, con la derrota.


LUDWIG WITTGENSTEIN

 


«Tenemos la sensación de que incluso en el caso de que se llegaran a responder todas las preguntas científicas posibles , los problemas de la vida seguirían totalmente intactos».


viernes, 24 de febrero de 2023

Sixto Rodriguez

El hombre de azúcar que pudo haber sido más grande que Bob Dylan ...
Sixto Rodriguez nació en Detroit, la ciudad más promisoria de la industria manufacturera norteamericana, la que multiplicó su población por seis en apenas tres décadas. Cuna de Ford, hijo pródigo y mentor de la industria moderna en la rama automovilística, junto a General Motors y Chrysler, fueron los dueños de la “Motor City” como la llamaban también en esa época. La ciudad estaba en el podio del sueño dorado americano, un sueño que lentamente se convertiría en pesadilla.
Fabulosas construcciones, teatros, edificios, centros de compras, cines, obras monumentales típicas de la clase dominante cuando ostenta poder para disimular plusvalía. Eso, más una combinación de maniobras fraudulentas propias de los capitalistas cuando ven en peligro su renta, sumado a la segregación racial espontánea, fueron el telón final para el cuento del sueño americano.
Los blancos no se mezclaban con los negros, vivían en barrios separados, los barrios de los negros siempre eran más pobres como así también su poder adquisitivo.
Fue en ese momento que un fenómeno no exclusivo de Detroit, pero sí muy dañino, llamado “White flag”, se instala y comienza a tener efecto. La mudanza masiva, de personas blancas a las afueras dio como resultado un paulatino descenso de la población, esto marcaría el inicio de la pesadilla. Otro efecto, fue la fuga de capitales: A medida que se marchaba la población blanca, el ingreso per cápita comenzó a bajar y dejó de ser un sitio rentable para las inacabables aspiraciones de la burguesía industrial. Luego vino un proceso de deslocalización de empresas y más rápido que temprano, Detroit se transformó en una ciudad fantasma.
Los comentarios de sus ex productores, amigos, vecinos que salen en “Searching Sugar Man” (buscando a sugar man) el documental ganador de un premio Oscar, realizado en homenaje a su vida e integridad, como lo define el propio director Malik Bendjelloul , coinciden en que Sixto Rodriguez lo tenía todo para llegar a ser un referente musical.
Los personajes reales que aparecen en el documental intentan reconstruir los últimos 40 años de la vida no solamente del músico, sino de la época y la de la comunidad de Detroit en los años 70.
El recorrido del viaje por distintos lugares en el film es el camino al encuentro de Sixto Rodriguez por parte de un grupo de seguidores sudafricanos que luego de romper el misterio alrededor de la figura del cantautor, buscaban decirle lo importante que era para muchas generaciones sudafricanas, para la lucha contra el apartheid, que además tenían dos discos de platino y que era un ídolo musical.
Las letras de las canciones cuentan la vida en las barriadas pero también lo que era vivir en esa ciudad símbolo de la distopía capitalista. En la realidad el sueño se desvanecía como arena entre los dedos.
En “Sugar Man”, el de los dulces, el personaje de la canción era el más buscado, todo empezaba a derrumbarse. La canción está en primera persona, alguien relata que le dé algo para que le devuelvan los colores a sus sueños a cambio de su $5. “Silver magic ships, you carry/ jumper coke, sweet mary jane”. (En mágicos barcos plateados transportas/ anfetas , coca, dulce marihuana). Todo daba lo mismo, con tal de salir de las ruinas de esa ciudad en la que entraban tres del tamaño de Manhattan, Boston y San Francisco.
¿Por qué no triunfó? Se pregunta Steve Rowland productor del tercer disco de Rodriguez, él viajó con el cantautor a Inglaterra y produjo el álbum “Coming from reality” (viniendo de la realidad). Para el productor, fue uno de sus artistas más memorables, ¿Por qué no triunfó? se sigue preguntando, ¿era demasiado pobre? ¿Era demasiado político?
Se viaja mucho en el documental y todo esto sucede en Palm Springs, Los Ángeles. Sentado en su escritorio emocionado por recibir noticias de Rodriguez, repasa sus canciones y escucha “Cause” (porque) otra gran composición del músico. La canción cuenta la historia de una persona despedida a pocos días de navidad. En ese momento estaba registrado en “Suxxex Records”. Y dos semanas antes de navidad rescindieron su contrato sin más.
Rodriguez, se volvió a su barrio y vivió toda su vida como obrero de la construcción, crió a sus dos hijas mujeres muy tiernamente, con quienes comparte sus días en la actualidad, porque está vivo. Siempre fue consciente que él no ponía las reglas y quiso hacer algo para cambiar las cosas y se volvió activista, lo recuerda su hija Eva.
Por su desaparición se inventaron leyendas truculentas. Distintos tipos de suicidios en el escenario, la verdad es que Sixto “Sugar Man” Rodriguez encarnó la historia de Detroit en su cuerpo, en sus cicatrices, en su forma de andar, y tal como la ciudad en la que vivía se transformó en un fantasma.
En EE UU sólo vendió 6 copias. Y por una especie de suerte muy particular, inesperada, llegó a ser un ídolo de masas del otro lado del Atlántico, en otro continente y tardó casi el mismo tiempo de ese recorrido hecho a pie en enterarse. 25 años después supo que toda la gloria, el amor, el sol, el calor de Ciudad del Cabo, Sudáfrica, lo esperaban para escuchar su música, sus raíces echaron flores por él.
Un fantasma en Detroit un ídolo de masas en Sudáfrica
Malik el director, estaba de viaje por el mundo en busca de una historia para contar. Fue en una tienda de discos en Sudáfrica que encontró lo que buscaba. La tienda de “Steve Sugar Man Segerman”.
Steven Segerman es una pieza clave en la historia no sólo porque es el primero que logra llegar a Sixto Rodriguez, también lo es porque cuenta como influyó la música de Rodriguez en la lucha contra el apartheid y abre el abanico a otras voces, músicos, escritores que narran los años de encierro en Sudáfrica en el que todo estaba prohibido.
Cuenta la leyenda que una mujer norteamericana viajo a Sudáfrica al encuentro de un novio y llevó con ella “Cold Fact” (primer álbum) de Rodriguez y que a todo el grupo de amistades les gustó pero al no conseguirlo en ninguna parte realizaron varias copias.
Esas copias comenzaron a circular y las letras en “Cold fact” hablaban sobre la rabia ante la desigualdad, denunciaba al racismo, sobre rebelarse con lo que no está bien. Paralelamente las y los jóvenes comienzan a reaccionar contra el apartheid, y como dice uno de los entrevistados, cada revolución necesita su himno y “anti establishment blues” (el blues anti sistema) lo fue para la juventud de esa generación.
La censura del apartheid no tardó en llegar, pero al prohibirlo automáticamente su música cotizó más. Se lanzó “Cold Fact” fue un éxito, sin embargo los discos llevaban la inscripción “avoid”, (evitable). Las canciones directamente prohibidas eran ralladas copia por copia como documenta el archivo de materiales censurados de ese período.
La gran estafa del rock and roll
Steven Segerman era una de esas personas que siempre se había preguntado por qué no se sabía nada de Sixto Rodriguez. No le sorprendía que las discográficas sudafricanas no hicieran nada para buscarlo cuando fue el boom de Sixto en los ´70 -´80 porque en ese momento era un país a puertas cerradas.
A mitad de los ´90 el apartheid no existía por lo menos como forma de gobierno y una discográfica lanza un doble de Rodriguez, e invita a Segerman a escribir sobre el cantautor. Accedió inmediatamente y en esa introducción se pregunta ¿Dónde está Sixto Rodriguez?, ¿Si alguien sabía algo de él? Y que invitaba a algún musicólogo o fan que leyera ese mensaje a averiguar algo sobre el músico. Es cuando Craig Strydom que seguía también la vida del músico, aparece en escena y comienzan juntos la investigación.
Examinaron las relaciones que existían entre las compañías discográficas e intentaron contactar a los productores que trabajaron con él. Strydom logró hablar con Mike Theodore, uno de los productores de Cold Fact, y al preguntarle cómo se había suicidado el cantante, Theodore le dijo que Rodríguez no estaba muerto. Strydom escribió un artículo sobre su búsqueda y Segerman fue posteriormente contactado por Eva, la hija del cantante.
Strydom iba detrás de la ruta del dinero porque todo olía a estafa. Luego de entrevistarse con Theodore y confirmar que Rodriguez estaba vivo, sin contrato con ningún sello discográfico, llega al último sello en el que había estado: “Suxxex Records” y a su antiguo director Clarence Avant, el que lo había despedido, el que estaba haciendo negocios con la discográfica sudafricana y el que se quedó con la plata de las ganancias de Sixto Rodriguez durante 25 años.
Dead man don´t tour / los hombres muertos no se van de gira
Finalmente en el año 98 Sixto Sugar Man Rodriguez es invitado a brindar una serie de conciertos en Sudáfrica. El recibimiento fue increíble, el reconocimiento, el amor del público, los aplausos para el músico llegaron con todo el esplendor. “Gracias por mantenerme vivo” saluda Sixto al público cuando comienza el show.
En esta nota quedan muchas historias sin contar vinculadas a la principal. Es una historia que tiene algo más de 40 años y que fue filmada en 1000 días, según su director que puso todo el cuerpo y el amor necesario para lograr que se hiciera, hay un “detrás de escena” que refleja todos los pormenores, por ejemplo Malik se queda sin contrato de la productora en la mitad de la filmación. Otro tema para abordar es sobre las estafas en la industria musical. La influencia de Rodriguez en los músicos africanos.
En la película el contraste entre Ciudad del Cabo y Detroit es permanente, sin embargo estos dos lugares tienen más cosas en común que diferencias en su historia. Las dos ciudades marcadas por la segregación racial, la pobreza y la desigualdad extrema. Las dos, además tienen en sus entrañas la música de Sixto Rodriguez, que ahora sí, no se va a morir nunca, su obra perdurará, despertará y será parte de nuevas revoluciones que estén por venir.

Cristina Peri Rossi

La literatura nos separó: todo lo que supe de ti lo aprendí en los ...

El amor existe
para que estallen los relojes
lo largo se vuelva corto

lo breve infinito

y la belleza borre
la fealdad del mundo.

Alvaro Neil



Yo he visto niños en África que iban a la escuela con una silla porque no había sillas en la escuela. He visto niños que llevaban agua. Porque no había en los baños agua y tenían que usarla cuando iban al servicio. Esos niños aprenden que una silla… ¡Wow! Es un bien importante. Que el agua es un valor escaso. He visto niños en Pakistán que volvían de la escuela con una caja de zapatos. Y digo: «¿Y eso?». Porque una vez al año les daban un par de zapatos. Curiosamente, al día siguiente los vi, y volvían a la escuela con los zapatos, sin la caja. Pero no los llevaban puestos, los llevaban en la mano. Cuando entraban a la escuela, se los ponían. No querían desgastarlos en el camino hasta la escuela. Pero querían que sus amigos les vieran con los zapatos nuevos. Y al salir de clase se los quitaban porque así les duraban más. Ellos tenían un par de zapatos. Esos chicos yo creo que han aprendido verdaderamente lo que es la vida. Han aprendido el valor de las cosas. El exceso es tan malo como la carencia. Tener mucho es un problema. Imagínate que te levantas por la mañana y tienes 800.000 zapatos que ponerte. ¡Vaya dolor de cabeza! ¿Qué me pongo hoy? Y yo, durante muchos años, era: «¡Son esos, si es que no hay más!». Perdía 0,5 segundos en elegir lo que me ponía. Yo creo que los chicos aprenden en función del país en el que están. Y cuanto más humilde económicamente es el país, más fácil tienen aprender ciertas cosas que son imprescindibles para la vida, como el valor de una silla o el valor del agua.

jueves, 23 de febrero de 2023

Bertrand Russell



El moralista tradicional, por ejemplo, dirá que 

el amor no debe ser egoísta. En cierto sentido, tiene razón; es 

decir, no debe ser egoísta más allá de cierto punto, pero no 

cabe duda de que debe ser de tal condición que su éxito su-

ponga la felicidad del que ama. Si un hombre le propusiera a 

una mujer casarse con él explicando que es porque desea ar-

dientemente la felicidad de ella y porque, además, la relación 

le proporcionaría a él grandes oportunidades de practicar la 

abnegación, no creo yo que la mujer se sintiera muy halaga-

da. No cabe duda de que debemos desear la felicidad de aqué-

llos a quienes amamos, pero no como alternativa a la nuestra. 

De hecho, toda la antítesis entre uno mismo y el resto del 

mundo implícita en la doctrina de la abnegación, desaparece 

en cuanto sentimos auténtico interés por personas o cosas 

distintas de nosotros mismos. Por medio de estos intereses, 

uno se llega a sentir parte del río de la vida, no una entidad 

dura y aparte, como una bola de billar que no mantiene con 

sus semejantes ninguna relación aparte de la colisión. Toda 

infelicidad se basa en algún tipo de desintegración o falta de 

integración; hay desintegración en el yo cuando falla la coor-

dinación entre la mente consciente y la subconsciente; hay 

falta de integración entre el yo y la sociedad cuando los dos 

no están unidos por la fuerza de intereses y afectos objetivos. 

El hombre feliz es el que no sufre ninguno de estos dos fallos 

de unidad, aquél cuya personalidad no está escindida contra sí 

misma ni enfrentada al mundo. Un hombre así se siente ciu-

dadano del mundo y goza libremente del espectáculo que le 

ofrece y de las alegrías que le brinda, sin miedo a la idea de la 

muerte porque en realidad no se siente separado de los que 

vendrán detrás de él. En esta unión profunda e instintiva con 

la corriente de la vida es donde se encuentra la mayor dicha. 

 

 


Ilaria Gaspari

 Diógenes Laercio, por ejemplo, dice que Pitágoras desayunaba pan y miel, y para cenar no comía más que verduras crudas. Y que, además, tenía la costumbre de interpelar a los pescadores que regresaban por la noche con los barcos cargados para que lanzaran otra vez al mar todos los peces que habían pescado.

 Ovidio cuenta que solía dirigir al que comía carne arengas bastante convincentes, y parece que no se andaba con chiquitas. Decía a los carnívoros, sin circunloquios, que sus cuerpos glotones eran contra natura, que engullían vísceras ajenas en sus propias vísceras, que sus dientes eran colmillos crueles y que ponían de nuevo en boga las costumbres de los Cíclopes, cuando en realidad la tierra ofrecía muchas exquisiteces para permitirse grandes banquetes sin masacres.


Samael Aun Weor



Es imposible tener una energía sublime, con un lenguaje tosco.
“Al cuidar nuestro lenguaje, estaremos cuidando la calidad de nuestra energía”.
Debemos cuidar no sólo la lengua del paladar, sino la lengua interna, la lengua de la mente, que constantemente anda charlando. El estar constantemente con bullicio mental, con el verbo insonoro de la mente, también es perjudicial.
Muchas veces no decimos nada, pero mentalmente desollamos a una persona, hablamos mal de ella con nuestra lengua interna.
Lo que verdaderamente cuenta en la vida, es la manera como nos tratamos interna e invisiblemente los unos con los otros.
Hay que aprender a hablar cuando hay que hablar y a callar cuando debemos hacerlo. Hay palabras infames y silencios delictuales.
“Soy dueño de lo que callo y esclavo de lo que digo”.
La palabra, el verbo, siempre debe salir del corazón, no de la mente, sentir como es nuestro corazón el que habla, sólo de esa forma enalteceremos nuestro lenguaje.
“Es necesario comprender el valor de la palabra y no profanarla con pensamientos indignos” 

miércoles, 22 de febrero de 2023

John N. Gray

 


Tal como la caracterizan sus fundamentalistas, la ciencia es la suprema expresión de la razón. Ellos nos dicen que si hoy gobierna nuestras vidas ha sido gracias a una larga batalla en la que contó con la oposición incesante de la Iglesia, el Estado y toda clase de creencias irracionales. Surgida de la lucha contra la superstición, la ciencia — según nos dicen— se ha convertido en la indagación racional personificada. Ese cuento de hadas oculta una historia más interesante. Los orígenes de la ciencia no radican en la indagación racional, sino en la fe, la magiay el engaño. La ciencia moderna triunfó sobre sus adversarios, pero no por su racionalidad superior, sino porque sus fundadores (allá por el final de la Edad Media y el inicio de la Moderna) se mostraron más hábiles que los demás en el empleo de la retórica y de las artes de la política. Galileo no ganó su campaña en defensa de la astronomía copernicana porque se ajustara a los preceptos del «método científico». Según Feyerabend, se impuso por su capacidad de persuasión y porque escribía en italiano. Escribiendo en italiano y no en latín, Galileo fue capaz de identificar la resistencia a la astronomía copernicana con la desacreditada escolástica de su tiempo y, como consecuencia, conseguir el respaldo de quienes se opo31 nían a las tradiciones de aprendizaje más antiguas: «Copérnico pasa a representar entonces el progreso también en otras áreas; es un símbolo de los ideales de una nueva clase que mira atrás, hacia la época clásica de Platón y Cicerón, y adelante, hacia una sociedad libre y pluralista». Galileo no venció porque contara con los mejores argumentos, sino porque fue capaz de representar la nueva astronomía como parte del advenimiento de una nueva tendencia en la sociedad. Su éxito ilustra una verdad crucial: las reglas metodológicas limitan la práctica de la ciencia y lentifican el crecimiento del saber (cuando no lo frenan por completo): La diferencia entre ciencia y metodología, tan obvia a lo largo de la historia, [...] es un indicio de la debilidad de esta última y quizá también de las «leyes de la razón». [...] Sin caos, no hay conocimiento. Si no se desestima la razón con frecuencia, no hay progreso. Las ideas que hoy en día conforman la base misma de la ciencia existen porque existieron previamente ideas tales como el prejuicio, el engreimiento o la pasión, y porque eran ideas que se oponían a la razón y a las que se dio rienda suelta. De acuerdo con el filósofo de la ciencia más influyente del siglo xx, Karl Popper, una teoría es científica únicamente en la medida en que es falsable y debe ser abandonada tan pronto como quede falsada. Según este criterio, las teorías de Darwin y de Einstein no deberían haber sido nunca aceptadas. Cuando fueron postuladas por primera vez, cada una de ellas presentaba discordancias con parte de la evidencia disponible; no fue hasta más tarde cuando se presentó una nueva evidencia que les sirvió de apoyo crucial. La aplicación de la concepción popperiana del método científico habría liquidado esas teorías en el momento mismo de su nacimiento. Los grandes científicos nunca han estado limitados por las que en la actualidad se consideran las reglas del método científico. Tampoco las filosofías de los fundadores de la ciencia moderna — mágicas y metafísicas, místicas y ocultas— tienen mucho en común con lo que hoy se considera la cosmovisión científica. Galileo se tenía a sí mismo por un defensor de la teología y no por un enemigo de la Iglesia. Las teorías de Newton sentaron las bases de una filosofía mecanicista, pero en su propia mente sus teorías eran inseparables de una concepción religiosa del mundo, entendido como un orden de creación divina. Newton explicaba los casos aparentemente anómalos diciendo que se trataban de vestigios de Dios. Para Tycho Brahe, se trataba de milagros. Johannes Kepler describió las anomalías en la astronomía como reacciones del «alma telúrica». Como señala Feyerabend, las creencias consideradas hoy en día como pertenecientes a la religión, el mito o la magia ocuparon un lugar central en las cosmovisiones de las personas que dieron origen a la ciencia moderna. Tal y como la describen los filósofos, la ciencia es una actividad racional por excelencia. Pero la historia de la ciencia evidencia que los científicos han desobedecido muchas veces las reglas del método científico. El progreso de la ciencia (y no sólo sus orígenes) es un resultado de ese actuar contra la razón.

Taibo II



Siqueiros cuenta: «Tan grave fue la situación que los pintores tuvimos que defendernos a balazos de los disparos que con frecuencia lanzaban los estudiantes, sin duda alguna más contra nuestras obras que contra nosotros mismos […] Hacían funcionar la fonética mediante un incesante golpear contra las bardas de madera que habíamos nosotros colocado para proteger nuestros trabajos en desarrollo […] El choque más grave con los estudiantes se produjo de la manera siguiente: empezaron los alumnos de la preparatoria provocando a quien ya desde entonces era más susceptible a la provocación, o sea a mí; y su provocación consistió en el uso de cerbatanas para lanzar en contra de la pintura […] una ininterrumpida sucesión de plastas de papel masticado. Y después, ante mis respuestas de puntería familiar muy directa, alguno de ellos llevó una pistola de pequeño calibre […] a lo cual yo contesté haciendo un ruido horrible con mi cuarenta y cuatro. Entonces ellos, en formación cerrada, pretendían arrebatar la justiciera arma ofensiva. Felizmente las detonaciones de mi casi arcabuz llegaron hasta el primer patio y de esa manera todos los fl amantes muralistas acudieron rápidamente en mi auxilio. Juntos todos nosotros y con nuestros ayudantes, hacíamos un número muy próximo al de treinta [...] Hasta ese momento tanto nuestros disparos como los de los estudiantes tenían una finalidad más psicológica que real, pero las cosas empezaban a tomar un sesgo en extremo peligroso. Una bala de las nuestras, al rebotar, le pegó en la cara a uno de los estudiantes, con lo cual la mayor parte de ellos creyó que había recibido un disparo directo y empezaron a tratar de atinarnos en lo que nos veían de las cabezas. El escándalo crecía cada vez más en sus proporciones, haciéndolo llegar hasta el edificio que había ocupado antes la escuela de leyes, entonces ocupada por un batallón de indios yaquis. Creo que alguno de los nuestros […] fue hasta aquel lugar para explicarles a los soldados la finalidad de nuestra pintura “estrechamente ligada a la revolución” y por tanto a ellos que eran los artífices de la misma. Los soldados yaquis comprendieron perfectamente las palabras de nuestro agitador furtivo y llegaron para imponer el orden con toda energía. Después se quedaron viendo lo que habían defendido y me parece que no estuvieron muy seguros de haber procedido adecuadamente».


Albert Camus

 


Camus invita a rebelarse contra el absurdo. 


Una de las únicas posiciones filosóficas coherentes es la rebeldía, una constante confrontación entre el hombre y su oscuridad… 

La rebeldía da valor a la vida… 

Es importante morir irreconciliado y no por propia voluntad. El suicidio es repudiar (la vida). 

El hombre absurdo exprime todo hasta el final y se vacía. ¿No ha quedado claro contra qué se rebela el hombre absurdo? 
Contra su destino, contra la muerte. ¿Cómo lo hace? Exprimiendo la vida hasta la última gota. 

La rebeldía da valor a la vida.

martes, 21 de febrero de 2023

Rudyard Kipling

 


 Si puedes conservar la cabeza cuando a tu alrededor todos la pierden y te echan la culpa; si puedes confiar en ti mismo cuando los demás dudan de ti, pero al mismo tiempo tienes en cuenta su duda;

si puedes esperar y no cansarte de la espera, o siendo engañado por los que te rodean, no pagar con mentiras, o siendo odiado no dar cabida al odio, y no obstante no parecer demasiado bueno, ni hablar con demasiada sabiduría…

Si puedes soñar y no dejar que los sueños te dominen; si puedes pensar y no hacer de los pensamientos tu objetivo; si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso (desastre)y tratar a estos dos impostores de la misma manera;

si puedes soportar el escuchar la verdad que has dicho: tergiversada por bribones para hacer una trampa para los necios,o contemplar destrozadas las cosas a las que habías dedicado tu vida y agacharte y reconstruirlas con las herramientas desgastadas…

Si puedes hacer un hato con todos tus triunfos y arriesgarlo todo de una vez a una sola carta, y perder, y comenzar de nuevo por el principio y no dejar de escapar nunca una palabra sobre tu pérdida;

y si puedes obligar a tu corazón, a tus nervios y a tus músculos a servirte en tu camino mucho después de que hayan perdido su fuerza, excepto La Voluntad que les dice «¡Continuad!»

Si puedes hablar con la multitud y perseverar en la virtud o caminar entre Reyes y no cambiar tu manera de ser;

si ni los enemigos ni los buenos amigos pueden dañarte, si todos los hombres cuentan contigo pero ninguno demasiado;

 si puedes emplear el inexorable minuto recorriendo una distancia que valga los sesenta segundos tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella, y lo que es más, serás un hombre, hijo mío.

Alfonsina Storni



Quisiera esta tarde divina de octubre

pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.

Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana, para concordar
con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar.

Con el paso lento, y los ojos fríos
y la boca muda, dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;
ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas
hundirse en las aguas y no suspirar;
ver que se adelanta, la garganta al aire,
el hombre más bello, no desear amar...

Perder la mirada, distraídamente,
perderla y que nunca la vuelva a encontrar:
y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar.

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