lunes, 29 de marzo de 2021

 


Cuando somos niños, nuestros cuerpos crecen de manera automática. Pasa un año, y somos más altos, más fuertes, más capaces de hacer cosas nuevas y afrontar nuevos retos. Creo que muchas personas llevan a sus años adultos una creencia subconsciente de que el crecimiento mental, espiritual y emocional sigue un patrón parecido. Pasa el tiempo y simplemente somos mejores. Somos como Charlie Brown en la tira cómica de Peanuts de Charles Schulz, que dijo una vez: “Creo que he descubierto el secreto de la vida: simplemente esperas sin hacer nada hasta que te acostumbras a ella”. El problema es que no mejoramos solamente viviendo; tenemos que ser intencionales al respecto. El músico Bruce Springsteen comentó: “Llega un momento en que tienes que dejar de esperar al hombre en el que te quieres convertir y comenzar a ser el hombre que quieres ser”. Nadie mejora por accidente. El crecimiento personal no ocurre por sí solo. Y cuando acabe su educación formal, debe asumir la responsabilidad por completo del proceso de crecimiento, porque nadie más lo hará por usted. Como dijo Michel de Montaigne: “Ningún viento es favorable para aquel que no tiene puerto de destino”. Si quiere que su vida mejore, debe mejorarse a sí mismo. Debe hacer de ello una meta tangible. 

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