1. De la misma manera que procuraré juzgar mis pensamientos, sentimientos y conductas, sin evaluarme de forma global, intentaré tener la misma actitud con los demás. No los adoraré o los condenaré como personas, sino que evaluaré lo que hacen como «bueno» o «malo» en función de mis objetivos y propósitos y de criterios sociales habituales.
2. Si caigo en juzgar al otro —lo cual tengo tendencia a hacer— le brindaré aceptación incondicional (AIO). Lo valoraré como persona «buena» porque es humano, está vivo y es un individuo único, y no porque sus pensamientos, emociones o acciones le hacen «bueno». Mejor aún, evaluaré preferentemente lo que hace y no lo que es globalmente.
3. Si tengo éxito en mi intento por conceder a las personas aceptación incondicional, seguramente me disgustará u odiaré lo que hacen, pero haré todo lo posible por no odiarlas, ni enfadarme con ellas como personas. Puedo intentar corregirlas pero no condenarlas ni castigarlas —aceptar al pecador pero no lo que yo considero el pecado.
Albert Ellis
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