Para ayudarnos a avanzar en nuestra práctica del estoicismo, Séneca aconseja meditar periódicamente en los acontecimientos de la vida cotidiana, cómo hemos respondido a ellos y cómo deberíamos haber respondido según los principios estoicos. Atribuye esta técnica a su maestro Sexto, que, al acostarse, se preguntaba a sí mismo: «¿Qué dolencia tuya has curado hoy? ¿Qué defecto has evitado? ¿En qué sentido has mejorado?».
Séneca describe para sus lectores una de sus propias meditaciones al acabar el día y ofrece una lista del tipo de acontecimientos sobre los que reflexiona, junto a las conclusiones que extrae de su respuesta a esos acontecimientos:
• Séneca fue demasiado agresivo al amonestar a alguien; en consecuencia, en lugar de corregir a esa persona, la admonición solo sirvió para irritarla. El consejo que se da a sí mismo: a la hora de contemplar la posibilidad de criticar a alguien , ha de considerar no solo si la crítica es válida sino también si la persona puede soportar ser criticada. Añade que cuanto peor es un hombre, menos probabilidades tiene de aceptar la crítica constructiva.
• En una fiesta, la gente bromeaba a costa de Séneca y este, en lugar de hacer caso omiso, se lo tomó a pecho. Su consejo a sí mismo: «Aléjate de las malas compañías».
• En un banquete, no sentaron a Séneca en el lugar de honor que creía que le correspondía. En consecuencia, pasó la velada irritado con quienes habían distribuido los asientos y envidioso de quienes estaban mejor situados que él. Sus palabras respecto a su conducta: «Lunático, ¿qué importa en qué parte del diván apoyas tu peso?».
• Llega a sus oídos que alguien habla mal de sus escritos y empieza a tratar a este crítico como a un enemigo. Pero a continuación empieza a pensar en todos los autores cuya obra él mismo ha criticado. ¿Quiere que todos piensen en él como en un enemigo? Ciertamente, no. Conclusión de Séneca: si vas a publicar, tienes que estar dispuesto a tolerar la crítica. [2]
Al leer sobre estos y otros fastidios enumerados por Séneca, nos sorprende comprobar lo poco que ha cambiado la naturaleza humana en los últimos dos milenios.
La meditación al acostarse que Séneca recomienda es, por supuesto, completamente diferente a la de, por ejemplo, un budista zen. Durante su meditación, un practicante del zen se sienta horas y horas con la mente tan vacía como sea posible. En cambio, la mente de un estoico estará muy activa durante la meditación al acostarse. Pensará en los acontecimientos del día. ¿Hay algo que haya perturbado su serenidad? ¿Ha experimentado ira? ¿Envidia? ¿Codicia? ¿Por qué le han irritado los eventos del día? ¿Podría haber hecho algo para evitar esa irritación?
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