sábado, 22 de enero de 2022

 


 En los últimos días he sido capaz de ver mi vida desde una gran altura, como si fuera un paisaje, y con una percepción cada vez más profunda de que todas sus partes están conectadas. Aunque eso no significa que ya no quiera saber nada de la vida. Por el contrario, me siento intensamente vivo, y quiero y espero, en el tiempo que me queda, estrechar mis amistades, despedirme de aquellos que amo, escribir más, viajar si tengo fuerzas y ser capaz de comprender y conocer más y mejor.

    Para ello hará falta audacia, claridad y llamar a las cosas por su nombre; intentaré saldar cuentas con el mundo. Pero también habrá tiempo para divertirse (e incluso para hacer un poco el tonto).
    De repente veo las cosas con claridad y perspectiva. No queda tiempo para lo superfluo. Debo concentrarme en mí mismo, en mi trabajo y mis amigos. Ya no veré cada noche el noticiario en televisión. Ya no prestaré atención a los políticos ni a los debates sobre el calentamiento global.
    No se trata de indiferencia, sino de distancia. Todavía me preocupa mucho Oriente Medio, el calentamiento global, la creciente desigualdad, pero ya no son asunto mío; pertenecen al futuro. Me llena de alegría conocer a jóvenes con talento, incluso al que me hizo una biopsia y me diagnosticó las metástasis. Siento que el futuro está en buenas manos.

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