Ocurre que para Keats la muerte nunca fue una abstracción sino una presencia, una amenaza y un reto constantes desde su infancia. No puede decirse que su breve existencia fuera –como es para todos– sólo un curso hacia la muerte. En todo caso, se realizó en y con la muerte, haciendo de ella «fuente eterna de una linfa inmortal que cae sobre nosotros desde la orilla del cielo». Por eso su poesía, por eso el epitafio que dejó escrito para su sepultura:
Aquí yace uno cuyo nombre fue escrito en el agua
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