¿Hasta cuándo esperarás para juzgarte a ti mismo digno de lo mejor y para dejar de ofender a la Razón que te gobierna? Conoces los principios teóricos. Has conver sado con quien debías. ¿A qué otro maestro sigues espe rando para que se ocupe de corregirte? Ya no eres tan jo ven, te has convertido en un hombre adulto. Si ahora te despreocupas y te muestras negligente, si sigues acumu lando los retrasos y dejando de nuevo para mañana la de cisión de prestarte atención a ti mismo3 4 , pasarás por alto que no haces ningún progreso, y permanecerás ajeno a la filosofía a lo largo de toda tu vida y también en el instante de tu muerte.
Desde ahora, por lo tanto, júzgate digno de vivir como un adulto, como alguien que avanza en su camino. Que todo aquello que te parece lo mejor, te sea irrenunciable.
Y cuando confrontes una situación penosa o agradable, o una que refuerza o socava tu reputación, recuerda que es entonces cuando tiene lugar el combate, es entonces cuando tienen lugar los Juegos Olímpicos, que ya no hay tiempo para echarse atrás, y que la ruina o la salvaguarda de tu progreso moral se juega en un solo día, en una cir cunstancia cualquiera. Así llegó Sócrates a ser Sócrates, exhortándose a sí mismo en cada momento a no prestar atención sino a la Razón. En cuanto a ti, que aún no eres Sócrates, debes vivir cada día como si quisieras convertir te en un Sócrates.
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