Mediante la vigilancia podemos anticipar la tendencia al exceso. Las posesiones de una persona deberían ser proporcionales a las necesidades de su cuerpo, tal como el zapato calza al pie. Sin una preparación moral, podemos vernos inducidos al exceso. En el caso de los zapatos, por ejemplo, mucha gente siente la tentación de comprar zapatos selectos y exóticos cuando lo que en realidad necesita es un calzado confortable y duradero de su número. Una vez que caemos, aunque sólo sea un poco, en la falta de moderación, adquirimos impulso y podemos perdernos en los caprichos. La decencia y la belleza interior son más valiosas que la apariencia Las mujeres cargan con el peso de la atención que se presta a que tengan un aspecto agradable. Desde su primera juventud, los hombres las halagan o son evaluadas sólo en términos de su apariencia externa. Desgraciadamente, esto puede conducir a que una mujer se sienta adecuada sólo para dar placer a los hombres, y sus verdaderos dones interiores se atrofian tristemente. Puede sentirse obligada a emplear mucho tiempo y esfuerzos en realzar su belleza exterior y deformar su ser natural para gustar a los demás. Lamentablemente, mucha gente, tanto hombres como mujeres, ponen todo el énfasis en controlar el aspecto físico y la impresión que causan en los demás. Quienes buscan la sabiduría llegan a comprender que aunque el mundo nos otorgue recompensas por razones erróneas o superficiales, tales como el aspecto físico, la familia de la que procedemos, y así sucesivamente, lo que realmente importa es quiénes somos en nuestro fuero interno y en quién nos estamos convirtiendo.
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