miércoles, 3 de julio de 2024


Había también una mujer, Gabriela Mistral. Su apariencia era la de una dama seca, austera, muy alejada de la poesía sensual. Ella enseñaba en las escuelas populares, y esta pequeña institutriz llegó a transformarse para nosotros en un símbolo de paz. Nos enseñó la exigencia moral respecto del dolor del mundo. Gabriela Mistral era para los chilenos una especie de gurú, muy mística, una figura de madre universal. Ella hablaba de Dios pero daba fe de un rigor tal... Escucha estos fragmentos de su «Oración de la Maestra» (la maestra en cuestión era, naturalmente, la institutriz): ¡Señor! Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe; que lleve el nombre de maestra, que Tú llevaste por la Tierra... Maestro, hazme perdurable el fervor y pasajero el desencanto. Arranca de mí este impuro deseo de justicia que aún me turba, la mezquina insinuación de protesta que sube de mí cuando me hieren... Hazme despreciadora de todo poder que no sea puro, de toda presión que no sea la de tu voluntad ardiente sobre mi vida... Dame sencillez y dame profundidad; líbrame de ser complicada o banal en mi lección cotidiana... Aligérame la mano en el castigo y suavízamela más en la caricia. El cuarto se llamaba Pablo de Rokha. Él también era un ser exuberante, una especie de boxeador de la poesía a propósito del cual corrían los rumores más locos. Se le atribuían atentados anarquistas, estafas... En realidad era un dadaísta expresionista que aportó a Chile la provocación cultural. Era turbulento, capaz de insultar, y en los círculos literarios tenía un aura terrible y negra. Estas frases sueltas, que resuenan como salvas, deberían bastar para darte una idea de su ardor furibundo: Incendiad el poema, decapitad el poema... Escoged un material cualquiera, como se escogen estrellas entre lombrices... Cuando Dios «aún era azul dentro del hombre... Tú, tú estás justo en el centro de Dios, como el sexo, justo en el centro... El cadáver de Dios, furioso, aúlla en mis entrañas... Voy a golpear la Eternidad con la culata de mi revólver. Finalmente, el quinto se llamaba Nicanor Parra. Originario del pueblo, subió los escalones universitarios, se hizo profesor en una gran escuela y encarnó la figura del intelectual, del poeta inteligente. Nos dio a conocer a Wittgenstein, el círculo de Viena, el diario íntimo de Kafka.

Jodorowsky

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