«Jamás he visto a un hombre perezoso,
sé de uno a quien nunca vi correr,
y sé de otro que a veces dormía
entre la comida y la cena
y que se quedaba en casa cuando llovía,
pero no eran hombres perezosos.
Antes de llamarme “loca”
piensa un momento:
¿era un perezoso o
sólo hacía cosas que consideramos
“de perezoso”?
Jamás vi a un niño tonto;
vi a uno que a veces
hacía cosas que yo no entendía
o que no eran como yo lo había previsto;
vi a un niño que no había visto
los mismos sitios donde yo estuve,
pero no era un tonto.
Antes de llamar “tonto” a un niño,
párate a pensar: ¿era un niño tonto o simplemente
conocía cosas diferentes de las que tú conocías?
Aunque he mirado mucho,
nunca he visto a una cocinera;
he visto a una persona que mezclaba ingredientes
que después comimos;
una persona que encendía el fuego
y vigilaba la carne mientras se cocía.
Esas cosas sí las he visto, pero no a una cocinera.
Dime, ¿es a una cocinera a quien ves,
o a una persona que hace cosas que llamamos “cocinar”?
De aquel a quien algunos llaman “perezoso”
otros dicen que está cansado o que se toma las cosas con
calma.
De aquel a quien algunos llaman “tonto”
otros dicen que sabe cosas diferentes.
He llegado, pues, a la conclusión
de que, para evitarnos confusiones,
es mejor que no mezclemos lo que vemos con
lo que opinamos.
Porque tal vez tú lo hagas, quiero también decir;
sé que eso es tan sólo mi opinión.»