PROFUNDEZAS INCIERTOS. INCIERTAS PROFUNDIDADES. ¿Se esconde un secreto bajo la superficie del accionar humano? ¿O los hombres son exactamente así como los muestran sus actos, que están a la vista de todos? Es curioso en grado extremo, pero la respuesta cambia dentro de mí con la luz que cae sobre la ciudad y el Tajo. Si es la luz hechicera de un deslumbrante día de agosto, que resalta las sombras nítidas, de contornos precisos, entonces la idea de que pueda existir una profundidad humana oculta me resulta inusual, como si fuera un espejismo extraño, hasta un poco conmovedor, semejante a la ilusión óptica que se produce cuando miro por mucho tiempo las ondas que despide el brillo de esa luz. Si, por el contrario, en un día nublado de enero, se alza sobre la ciudad y el río una cúpula de luz de un gris monótono que no arroja sombra alguna, no tengo certeza mayor que ésta: todo accionar humano no es más que la expresión absolutamente incompleta, ridículamente inútil, de una vida interior oculta de profundidad insospechada, que intenta llegar a la superficie sin poder lograrlo. Mi criterio es extraña y perturbadoramente incierto; a esto se agrega una experiencia que no ha cesado de inundar mi vida de una inseguridad destructiva desde que cobré conciencia de ella: vacilo del mismo modo en este tema, cuya importancia ningún otro puede superar, cuando se trata de mí mismo. Cuando estoy sentado en mi café preferido, bañado por el sol y escuchando la risa cristalina de las senhoras que pasan, siento que todo mi mundo interior está pleno y me es conocido hasta el rincón más íntimo, porque está constituido por estas sensaciones placenteras. Si en ese momento una capa de nubes cubre el sol y despoja a ese instante de su hechizo, de su ilusión, percibo entonces con total seguridad que hay en mí profundidades y abismos de los cuales podrían brotar cosas insospechadas aún, capaces de arrastrarme consigo. Entonces me apresuro a pagar mi cuenta y busco de prisa alguna distracción, con la esperanza de que el sol vuelva a aparecer y le haga justicia a esa superficialidad tranquilizadora.
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