martes, 4 de julio de 2023

 «Qué pensamiento tan pequeño puede llenar toda una vida», escribió el filósofo Ludwig Wittgenstein. Y la vida de Mendel parecía estar, efectivamente, llena de pensamientos muy pequeños. Sembrar, polinizar, florecer, arrancar, desvainar, contar, repetir. El proceso era sumamente tedioso, pero Mendel sabía que los pequeños pensamientos a menudo florecen en grandes principios. Si la inmensa revolución científica que se había extendido por Europa en el siglo XVIII había tenido un legado, era este: las leyes que rigen en la naturaleza son uniformes y universales. La fuerza que movió la manzana de Newton de la rama a su cabeza era la misma que guiaba a los planetas en sus órbitas celestes. Si también la herencia obedecía a una ley natural, era probable que esa ley determinara la reproducción tanto de los guisantes como de los humanos. El jardín de Mendel era pequeño, pero él no confundió su tamaño con el de su ambición científica.

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