jueves, 4 de mayo de 2023

 Una hija se quejaba con su padre acerca de la vida. No sabía cómo seguir adelante y, cansada de luchar, estaba a punto de darse por vencida. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro. El padre, un reconocido chef, la llevó a la cocina. Llenó tres ollas con agua y las puso sobre fuego fuerte. Cuando el líquido estaba hirviendo, echó zanahorias en la primera olla, un par de huevos en la segunda, y algunos granos de café en la tercera. La hija esperó con impaciencia, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos él apagó el fuego, puso las zanahorias en un recipiente y los huevos en otro, coló el café y lo sirvió en una jarra. Mirando a su hija, le preguntó: —Querida, ¿qué ves? —Zanahorias, huevos y café —fue la respuesta. Le pidió que tocara las zanahorias: estaban blandas. Luego le dijo que rompiera un huevo: estaba duro. Por último, le pidió que probara el café. Ella sonrió, mientras disfrutaba el rico aroma de la bebida. Humildemente, la joven preguntó: — ¿Qué significa esto, papá? —Estos tres elementos —explicó él— se han enfrentado a la misma adversidad, el agua hirviendo, y cada uno ha reaccionado en forma diferente. La zanahoria, fuerte y dura, se tornó débil, fácil de deshacer. El huevo era frágil; la cáscara fina protegía su interior líquido, que después de estar en el agua hirviendo se endureció. Los granos de café transformaron al agua, convirtiéndola en la rica bebida que te reconforta y calienta. ¿Qué eres tú? —le preguntó el cocinero a su hija—. Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿eres zanahoria, huevo o grano de café?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog

Buscar este blog