lunes, 22 de mayo de 2023

Annie Ernaux

 


En cuanto a la carga de salvar el planeta, destruido en gran parte por el apetito de los poderes económicos, es de temer que esta carga no recaiga sobre los que ya están desposeídos. El silencio, en ciertos momentos de la historia, no es oportuno. 


Al concederme la más alta distinción literaria, el trabajo de escritura y de búsqueda personal realizado en la soledad y la duda se colocan bajo una gran luz. No me deslumbra. No considero la concesión del Premio Nobel como una victoria individual. No es orgullo ni modestia pensar que se trata, en cierto modo, de una victoria colectiva. Comparto el orgullo con quienes, de un modo u otro, desean más libertad, igualdad y dignidad para todos los seres humanos, independientemente de su sexo y género, su piel y su cultura. Los que piensan en las generaciones futuras, en la salvaguarda de una Tierra que el apetito de lucro de unos pocos sigue haciendo cada vez menos habitable para todas las poblaciones. 


Si remonto sobre la promesa que hice a los veinte años de vengar a mi raza, no puedo decir si la he cumplido. Es de ella, de mis antepasados, hombres y mujeres empeñados en tareas que les hicieron morir demasiado pronto, de donde recibí fuerza y rabia suficientes para tener el deseo y la ambición de hacerles un lugar en la literatura, en ese conjunto de voces múltiples que, muy pronto, me acompañaron dándome entrada a otros mundos y a otros pensamientos, incluido el de insistir contra ella y querer cambiarla. Inscribir mi voz de mujer y de tránsfuga social en lo que ha sido siempre un lugar de emancipación, la literatura.

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