«No se encuentra la verdad no porque no se la haya buscado, sino por la sencilla razón de que no se la buscó adecuadamente, y es que, en vez de hallarla a ella, se trató de reencontrar una opinión ya preconcebida; con tal propósito había que dar rodeos e idear toda clase de subterfugios y utilizarlos contra los demás y también contra uno mismo. El valor de no guardarse ninguna pregunta en el corazón es lo que hace al filósofo. Éste tiene que asemejarse al Edipo de Sófocles, que, en busca de ilustración acerca de su terrible destino, no cesa de indagar aun cuando intuye que de las respuestas que reciba puede sobrevenirle lo más horrible. Mas la mayoría de los filósofos portan en su interior una Yocasta, la cual ruega a Edipo, en nombre de todos los dioses, que no siga inquiriendo, y como ceden ante ella, así le va a la filosofía siempre como le va».
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