miércoles, 14 de octubre de 2020

Si una persona sueña que va a morir en determinada 
situación y después tiene buen cuidado de evitarla, no hay modo de saber si la advertencia era falsa o si el destino se ha visto burlado. Sin embargo, a veces el destino hace la advertencia y se niega después a que lo burlen. Una noche de julio de 1750, Robert Morris, padre de la persona de igual nombre que se ocupó de los asuntos financieros de la Revolución norteamericana, soñó que iba a ser muerto por el fuego de cañón de un barco que pensaba visitar. El sueño lo preocupó tanto que sólo subió a bordo tras la promesa del capitán de que no se dispararía ningún cañón sino hasta que él estuviera a salvo otra vez en tierra. Hizo la visita, y al terminar el capitán dio instrucciones de que no hubiese salvas de saludo hasta que él indicase que el bote de remos había devuelto a Morris sano y salvo a la orilla. Pero, mientras el bote estaba todavía al alcance del cañón del barco, se posó una mosca en la nariz del capitán, quien levantó la mano para espantarla. Su gesto fue interpretado como señal de que debía hacerse el disparo de saludo, y así se hizo. Un fragmento de la explosión alcanzó a Morris y lo hirió fatalmente. 

(Journal of the American Society for Psychical Research, abril de 1970, pág. 193)

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