viernes, 9 de octubre de 2020

Mario Alonso Puig

Las personas, muchas veces, no cambiamos, no porque no se pueda cambiar, sino porque no estamos dispuestos a hacer lo que hay que hacer para cambiar, ni tenemos el nivel de inspiración ni de ilusión suficiente como para estar verdaderamente comprometidos y levantarnos después de cada caída, ni tenemos una estrategia que funcione y que podamos aplicar, ni a veces tenemos la disciplina necesaria para ir incorporando ciertas prácticas en el día a día. Cuando uno tiene la inspiración, es decir, ves una posibilidad en tu vida que dices: «Oye, si esto apareciera en mi vida voy a otro nivel», o tenemos una estrategia que no tiene que ser ni sofisticada ni compleja, sino sencilla, estos son los pasos que he de seguir, y cuando tú cada día te vas entrenando es inevitable que se produzca un cambio en la citoarquitectura del cerebro, en inevitable. Se forman nuevas conexiones, se forman nuevas vías y se forman nuevas neuronas al menos en dos lugares. Uno no viene al caso porque no tiene, en principio, demasiada relevancia en el mundo del que estamos hablando, pero el otro sí, que son los hipocampos. Los hipocampos, de alguna manera, no solo procesan mecanismos muy complejos en relación con la memoria, sino que también controlan unos núcleos, que se llaman núcleos amigdalinos, donde está el núcleo central del miedo, es decir, hacen que veamos las cosas con menos miedo. Todos nosotros podemos cambiar, podemos activar genes, podemos desactivar genes, podemos crear nuevas conexiones. Entonces, ¿qué nos dice? Nos dice la neurociencia que vivamos con pasión, con entusiasmo, que vivamos con fe en nosotros y en nuestras posibilidades y que estemos dispuestos a llevar a cabo el entrenamiento necesario para incorporarlo, para que pase del saber al saber hacer, y cuando uno está con personas realmente relevantes en el mundo del deporte, en el mundo de la ciencia, te das cuenta de la disciplina que ponen en su vida. Todos los días se entrena, no hay un día que digan: «No, hoy no me entreno», se entrenan un poquito. Eso es una maravillosa oportunidad, porque quiere decir que nuestro pasado no tiene por qué predecir nuestro futuro. Si una persona quiere cambiar como ha vivido hasta ahora, lo puede hacer, ahora, necesita estos ingredientes: un verdadero entusiasmo, una motivación que le genere el compromiso, una estrategia que sea razonable, no tiene que ser compleja, y una práctica constante para que, al final, no haya nada que creerse, porque tú mismo lo puedes verificar. Por ejemplo, yo aprendí inglés ya siendo un adolescente, y para mí el inglés era absolutamente imposible, o sea, es que no me entraba nada y lo que me entraba no se me quedaba y lo que, a lo mejor, se me quedaba, luego no lo recordaba, con lo cual era ultrafrustrante y parecía que eso era un muro que no se podía romper. Sin embargo, yo tenía una enorme ilusión porque sabía que si yo aprendía inglés, yo tenía un buen expediente académico, si yo aprendía inglés, a mí la facultad de medicina me podía becar a distintos hospitales del mundo, y eso fue mi pasión. ¿Qué estrategia tenía? Pues en aquella época, yo ya tengo mucha juventud acumulada, en aquella época había un libro que era muy básico, no había sistemas tan avanzados como el Vaughan y todo esto, había un sistema muy básico que era un manual, y me ponía a leer las lecciones diez minutos todos los días con esa pasión y con la ilusión de que se me quedara algo. Pasó un año, me presenté al primer examen y claro ellos me preguntaban en inglés y yo contestaba con el libro, entonces, claro, se me quedaban diciendo: «Pero, este hombre nos contesta una cosa distinta», pero es lo que yo tenía. Pero yo seguí, y al año y medio, se me abrió la cabeza y empecé a absorber el inglés como si fuera una esponja marina. Hoy casi me manejo tan bien en inglés como en español. Lo que te quiero decir es que si fui capaz de romper ese muro, partiendo de la incapacidad absoluta de entender, o sea, no es que para mí el inglés fuera difícil, para mí era imposible, pero ¿qué necesité? Una inspiración. Estuve dos años, diez minutos todos los días de forma ininterrumpida, ni siquiera cuando me dolía la cabeza, estuve enfermo con gripe, catarros, etcétera, nunca lo dejé. Entonces, claro que se puede cambiar, ahora ¿estamos dispuestos a hacer ese esfuerzo?

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