Era una noche para amar ella también activamente, entre otras cosas se sentía invadida por un deseo tierno, fuera de serio.
El le susurraba: “Linda, tierna, buena”, y ella sentía que efectivamente lo era, en ese instante al menos.
Por su parte, ella no decía nada. Le gustaba que él le dijera cosas, pero ella callaba.
Sólo sus ojos y sus manos hablaban.
Y eso bastaba.
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