Avram Noam Chomsky es uno de los lingüistas e intelectuales más relevantes e influyentes de toda la segunda mitad del siglo XX y principio del XXI . Hoy, cuando tan fácil resulta cuantificarlo todo, se sabe que es el pensador más citado en el campo de las humanidades. Su ingente obra ha transformado parcial o completamente diversos campos de estudio: la lingüística, las ciencias cognitivas y la política. Como el dios romano Jano, que tenía dos rostros orientados en direcciones opuestas, Chomsky ha trabajado paralelamente en la lingüística —construyendo un modelo teórico nuevo, la «gramática generativa», muy conectado a las capacidades cognitivas de la mente— y en la política, como crítico del poder global de Estados Unidos, de su militarización y dominio mundial, de la perversión del sistema democrático y de la función propagandística y casi totalitaria de determinados medios de comunicación de masas en las sociedades occidentales. Si su tarea en lingüística ha sido eminentemente teórica —entender cómo funciona el lenguaje enclavado en la mente—, su labor política ha tenido también una vertiente práctica, activista: la de contribuir a cambiar las instituciones y la dinámica del supuesto mundo democrático a partir de un análisis profundo de las fuerzas, los intereses y los organismos que lo determinan, a menudo desde la sombra. Que haya logrado sacar a escena poderes fácticos que desearían permanecer invisibles, que haya mostrado a miles y tal vez millones de personas cómo funcionan realmente la política, el poder y las comunicaciones estadounidenses, es una consecución intelectual revolucionaria de igual envergadura que la que ha alcanzado en el campo de la lingüística.
jueves, 2 de enero de 2025
La producción de Chomsky es ingente. Cerca de un centenar de libros, cientos de artículos y miles de discursos, todo ello completado con incontables entrevistas y cartas. Esta portentosa capacidad comunicativa está basada en un conocimiento muy riguroso de las cuestiones que trata en los dos campos de su actividad. Su mentalidad es científica, analítica. No se permite ninguna afirmación gratuita e infundada, ni siquiera de orden hipotético o conjetural. Sabe que sus ideas son tan opuestas a las dominantes que necesita fundamentarlas en las bases conceptuales y empíricas más firmes; de lo contrario, las muchas instancias poderosas interesadas en acallar su voz crítica se apresurarían a derribar toda su construcción intelectual. Si de algo no cabe dudar en su tarea, pues, es del más autoexigente rigor científico e intelectual, surgido tanto del propio talante personal como de la necesidad pragmática de crear un discurso compacto y sin fisuras.
Stefano Versace
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