martes, 7 de enero de 2025

 «El origen de la palabra bárbaro es griego y a lo largo de la antigüedad clásica adquirió los tres significados principales que ha conservado hasta nuestro días: uno etnográfico, uno político y uno ético». Por ejemplo, Homero lo emplea en la Ilíada para referirse a los carios de Asia Menor, de los que dice que «hablan de modo bárbaro», con lo que quería decir que no se les entendía lo que decían (sin embargo, a diferencia de otros autores de la antigüedad no desdeña a los extranjeros por ser «mudos», y tampoco compara su lengua con «los parloteos de las aves o los ladridos de los perros», como tantos otros de China a España hicieron).  Con el paso del tiempo, la opinión que los griegos tenían de sí mismos cambió a medida que los progresos realizados en filosofía, ciencia, arte y política empezaron a madurar. Entonces empezaron a pensar en sí mismos como el «pueblo ideal» y a ver a sus enemigos como almas inferiores. En el año 472 a. C., durante las guerras con Persia, Esquilo desdeña a sus enemigos y los califica como «bárbaros», en parte porque «hablan como caballos», pero principalmente porque piensa que sus tradiciones políticas son primitivas: apenas eran algo más que esclavos subyugados por un militar oriental tirano, y no disfrutaban de las libertades con que contaban los griegos. «Bárbaro» había dejado de ser un término neutral para convertirse en un insulto.

El significado cambió una vez más durante el período helenístico, cuando la cultura griega y el gobierno romano coexistieron en el Mediterráneo oriental. En esta época, cuando el hombre empezó a ser juzgado por su humanidad y sus hábitos éticos y sociales, más que por sus conquistas militares, el término bárbaro pasó a designar a quienes eran rudos y crueles y carecían de educación. Según Arno Borst, ésta era la forma en que Cicerón entendía la palabra barbarus, y es por ello que las élites romanas, formadas en la cultura helénica, vilipendiaban a los cristianos, a quienes consideraban primitivos, enemigos del imperio y bárbaros. (Los primeros cristianos, como hemos señalado, aceptaban orgullosos el insulto: «Sí, somos bárbaros», afirmó Clemente de Alejandría). Todos estos significados, sin embargo, resultaban pálidos a la hora de describir a los pueblos germánicos que invadieron el recién cristianizado imperio en el siglo V. El término revivió entonces, pero «magnificado hasta significar lo satánico». «Las tribus germánicas invasoras hablaban dialectos incomprensibles y su poder era básicamente militar, eran gente robusta, como los campesinos, que despreciaba la civilización urbana y cuyas supersticiones paganas rechazaba el cristianismo»
Peter Watson 

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