«El origen de la palabra bárbaro es griego y a lo largo de la antigüedad clásica adquirió los tres significados principales que ha conservado hasta nuestro días: uno etnográfico, uno político y uno ético». Por ejemplo, Homero lo emplea en la Ilíada para referirse a los carios de Asia Menor, de los que dice que «hablan de modo bárbaro», con lo que quería decir que no se les entendía lo que decían (sin embargo, a diferencia de otros autores de la antigüedad no desdeña a los extranjeros por ser «mudos», y tampoco compara su lengua con «los parloteos de las aves o los ladridos de los perros», como tantos otros de China a España hicieron). Con el paso del tiempo, la opinión que los griegos tenían de sí mismos cambió a medida que los progresos realizados en filosofía, ciencia, arte y política empezaron a madurar. Entonces empezaron a pensar en sí mismos como el «pueblo ideal» y a ver a sus enemigos como almas inferiores. En el año 472 a. C., durante las guerras con Persia, Esquilo desdeña a sus enemigos y los califica como «bárbaros», en parte porque «hablan como caballos», pero principalmente porque piensa que sus tradiciones políticas son primitivas: apenas eran algo más que esclavos subyugados por un militar oriental tirano, y no disfrutaban de las libertades con que contaban los griegos. «Bárbaro» había dejado de ser un término neutral para convertirse en un insulto.
martes, 7 de enero de 2025
El
significado cambió una vez más durante el período helenístico, cuando la
cultura griega y el gobierno romano coexistieron en el Mediterráneo
oriental. En esta época, cuando el hombre empezó a ser juzgado por su
humanidad y sus hábitos éticos y sociales, más que por sus conquistas
militares, el término bárbaro pasó a designar a quienes eran rudos y
crueles y carecían de educación. Según Arno Borst, ésta era la
forma en que Cicerón entendía la palabra barbarus, y es por ello que las
élites romanas, formadas en la cultura helénica, vilipendiaban a los
cristianos, a quienes consideraban primitivos, enemigos del imperio y
bárbaros. (Los primeros cristianos, como hemos señalado, aceptaban
orgullosos el insulto: «Sí, somos bárbaros», afirmó Clemente de
Alejandría). Todos estos significados, sin embargo, resultaban
pálidos a la hora de describir a los pueblos germánicos que invadieron
el recién cristianizado imperio en el siglo V. El término revivió
entonces, pero «magnificado hasta significar lo satánico». «Las tribus
germánicas invasoras hablaban dialectos incomprensibles y su poder era
básicamente militar, eran gente robusta, como los campesinos, que
despreciaba la civilización urbana y cuyas supersticiones paganas
rechazaba el cristianismo»
Peter Watson
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