viernes, 31 de enero de 2025


 Hobbes

 


 Con la llegada de los filósofos, Platón o Pitágoras, por ejemplo, apareció la idea del juicio a los muertos. A partir de entonces las almas tenían tres destinos posibles. La mayoría, casi todos en realidad, iban al Hades, unos pocos bendecidos a los Campos Elíseos y los verdaderamente condenados eran recluidos en el peor de los lugares posibles: el Tártaro.

Por ende, Averno y Tártaro no son sinónimos. El Averno es la entrada del Hades, el Tártaro en cambio es su cárcel más profunda.
Me permito una metáfora: La tristeza es Averno. La melancolía es Tártaro.
Nadie pasa por la vida sin perder algo. Un sueño, la juventud, un ser querido, un amor. De la mano de esas pérdidas llegamos a la tristeza. Una tristeza casi siempre inevitable y a veces necesaria.
Allí se abre la puerta, no del Infierno sino del duelo, y comienza un camino tormentoso que debe transitarse evitando caer en la celda profunda de la melancolía. Porque a pesar del dolor, en la tristeza hay lugar para el deseo, mientras que en la melancolía solo habita el esplín, ese olor a muerte que invade a quien ya no siente interés por nada.
Rolón


 Rafael Pérez Gay

 Vacía tu mente de todo pensamiento.

    Que tu corazón esté en paz.
    Observa la profusión de seres,
    mas contempla su retorno al origen.
    Cuanto ser separado mora en el universo
    retorna a la fuente común.
    Retornar a la fuente es serenidad.
    Si no conoces la fuente,
    tropiezas con la confusión y la pena.
    Cuando conoces de dónde provienes,
    de modo natural te vuelves tolerante,
    desinteresado, divertido,
    de corazón cálido como una abuela,
    digno como un rey.
    Inmerso en la maravilla del Tao
    puedes afrontar cuanto la vida te brinda;
    y cuando la muerte llega, estás dispuesto.

Lao Tse

jueves, 30 de enero de 2025


 

 “El planeta no necesita más personas “exitosas”. El planeta necesita desesperadamente más personas que cultiven la paz, personas que ayuden a sanar y rehabilitar, que narren historias y den amor en todas las formas posibles. Necesita gente que viva de forma significativa en sus lugares de origen, con coraje moral, dispuestos a luchar por un mundo más habitable y humano; y estas cualidades, tienen muy poco que ver con el éxito tal como lo entiende nuestra cultura actual”


-Tenzin Gyatso


 4. Por mucho que esté biológica y socialmente condicionado para reaccionar desproporcionadamente con emociones y conductas destructivas, sigo teniendo la responsabilidad de intentar cambiarlo con medios mentales y médicos. Si tengo alguna enfermedad física, como diabetes o problemas de corazón, puedo recibir tratamiento, afrontarla y posiblemente mejorar mi salud. Por tanto, si no me ocupo de ella adecuadamente, demuestro ser irresponsable conmigo y quizá con los demás. Lo mismo ocurre con mis problemas emocionales: puedo elegir ocuparme de ellos de forma responsable o no, aun cuando no he hecho prácticamente nada para provocármelos. De todos modos, si decido afrontarlos de forma irresponsable, sólo seré una persona que actúa mal, no una mala persona. 

5. Puedo provocar o exacerbar irresponsablemente enfermedades físicas o mentales bebiendo, tomando drogas, fumando o comiendo en exceso. Si lo hago, voy a reconocer mi irresponsabilidad pero no me menospreciaré por ella. De esta manera, tengo muchas más posibilidades de corregirla. 

6. Cuando mis perturbaciones emocionales sean insoportables, y sobre todo cuando parezcan responder a un aspecto bioquímico o físico, intentaré mejorarlas con medicación adecuada, dieta, métodos físicos, y a veces incluso ingresando en alguna institución indicada, sin pensar que por ello soy un débil. Por otro lado, tampoco contaré única y obsesivamente con el tratamiento médico, sino que trabajaré con métodos psicológicos para pensar, sentir y actuar de forma distinta y más eficaz. Quizá entonces seré más capaz de manejar mis perturbaciones emocionales.

Albert Ellis

miércoles, 29 de enero de 2025

 






 En el hospital, en Pittsburgh, me solían pedir mi opinión antes de dejar volver a casa a una persona anciana deprimida a la que le habían hecho un bypass, o que se recuperaba de una fractura de fémur. En general, yo era el último en ser consultado, y los colegas que me habían precedido ya habían prescrito una larga lista de medicamentos: antiarrítmicos, antihipertensores, antiinflamatorios, antiácidos, etc. Se esperaba que yo interpretase mi papel y que añadiese mi propio “anti”: un antidepresivo o un ansiolítico (antiansiedad)…  No obstante, por lo general, la causa de la depresión estaba clara: este anciano o esa vieja dama vivían solos desde hacía años, sin salir mucho a causa de una salud frágil, sin ver tampoco a sus hijos ni nietos, que se habían trasladado a California, Boston o Nueva York, que no jugaba al bingo con sus amigos y que se dejaba marchitar viendo la televisión. ¿Por qué razón ese paciente querría ocuparse de sí mismo? Y aunque un antidepresivo le hubiese sentado bien, ¿estaba seguro de que se lo tomaría cada día? Sin duda ocurriría como con el resto de pastillas, ya difíciles de distinguir unas de otras y de ingerir como se las recetaron… Verdaderamente no tenía ningunas ganas de añadir mi granito de sal a tanta confusión. 

Los medicamentos no son <<reguladores límbicos>>. Así pues, reuniendo todo el valor que podía, escribía mi recomendación en el historial médico: <<En cuanto a su depresión, lo más beneficioso para este paciente sería procurarse un perro (un perrito, claro, para minimizar los riesgos de caída). Si el paciente considera que le daría demasiado trabajo, entonces bastará con un gato, que no tiene necesidad de salir. Si eso también fuese demasiado, entonces un pájaro o un pez. Si el paciente también lo rechazase, entonces recomendaría una bonita planta de interior>>. 

 Al principio recibía llamadas de teléfono un tanto irritadas por parte de los internos de los servicios de cirugía ortopédica o cardiovascular: <<Le hemos consultado para que nos recomendase un antidepresivo, ¡no un parque zoológico! ¿Qué quiere que le escribamos en la receta? ¡En las farmacias no hay animales domésticos!>>. Y como a pesar de todo, mis explicaciones no parecían convencer a nadie, excepto a mí mismo, acababan por recetar ellos mismos un antidepresivo. Sin duda estaban convencidos de apoyar así la causa de la medicina moderna y científica frente al oscurantismo siempre amenazador de una medicina de <<remedios de la abuela>>…

David servan 


 

 "—¿Qué tipo de trabajo hacía usted para ganar ese “poco dinero” de vez en cuando?


—Lo que se presentara. Yo podía hacer un poco de casi cualquier cosa: manejar lanchas, pintar casas, pilotar aviones. Nunca necesitábamos mucho dinero porque entonces la vida era barata en Nueva Orleáns, y todo lo que quería era un lugar donde dormir, un poco de comida, tabaco y whisky. Había muchas cosas que yo podía hacer durante dos o tres días a fin de ganar suficiente dinero para vivir el resto del mes. Yo soy, por temperamento, un vagabundo y un perezoso. El dinero no me interesa tanto como para forzarme a trabajar para ganarlo. En mi opinión, es una vergüenza que haya tanto trabajo en el mundo. Una de las cosas más tristes es que lo único que un hombre puede hacer durante ocho horas, día tras día, es trabajar. No se puede comer ocho horas, ni beber ocho horas diarias, ni hacer el amor ocho horas… Lo único que se puede hacer durante ocho horas es trabajar. Y esa es la razón de que el hombre se haga tan desdichado e infeliz a sí mismo y a todos los demás".

Fragmento de una entrevista a William Faulkner

martes, 28 de enero de 2025


 Voltaire




 

 "Muera tu ansia entre mirtos, acabe tu hastío entre tamarindos y el rumor del agua acompañe a todo esto como un atardecer a orillas del río, sin otro sentido salvo correr, eterno, hacia mareas remotas."

"La locura llamada afirmar, la enfermedad llamada creer, la infamia llamada ser feliz, todo esto huele a mundo, y sabe a esta triste cosa que es la tierra. Pero, en cuanto a ti, sé indiferente. Ama el atardecer y el alba, porque en el amarlos no hay utilidad alguna, ni siquiera para ti. Viste tu ser con el dorado de la tarde muerta, como rey depuesto en mañana de rosas, con Mayo en las nubes blancas y la sonrisa de las vírgenes en los apartados campos. Muera tu ansia entre mirtos, acabe tu hastío entre tamarindos y el rumor del agua acompañe a todo esto como un atardecer a orillas del río, sin otro sentido salvo correr, eterno, hacia mareas remotas. El resto será la vida que nos abandona, la llama que muere ante nuestra mirada, la púrpura ajada antes de vestirnos con ella, la luna que vela nuestro desamparo, las estrellas que extienden su silencio sobre nuestra hora del desengaño."

Fernando Pessoa

 Fue el viernes 7 de mayo de 1824 en el teatro de la corte imperial de Viena. La orquesta casi no había podido practicar. Solo un par de ensayos más o menos rápidos. El teatro no estaba muy lleno. Algunos palcos estaban vacíos y no asistió ningún miembro de la corte. Beethoven estaba sentado en el escenario y, antes de la ejecución de cada movimiento, daba el tempo . Delante de él tenía un atril con la partitura y, mientras sonaba la orquesta, pasaba las páginas y movía las manos con furia. A veces, se ponía en pie como si quisiera tocar todos los instrumentos él mismo y, después, como si estuviera totalmente agotado, se dejaba caer en la silla. Pero ninguno de los músicos de la orquesta lo miraba. Todos sabían que estaba totalmente sordo y que no podía oír la música. Seguir sus indicaciones hubiera sido desastroso. Así que todos los músicos de la orquesta miraban y seguían los brazos de Michael Umlauf, el maestro de la capilla del teatro que, detrás de Beethoven, era quien realmente dirigía la orquesta.

    El éxito fue total. Una nueva sinfonía había nacido. El público irrumpió en una ovación estrepitosa. Pero, ¡maldición!, el hombre al que iban dirigidos todos aquellos aplausos entusiasmados no podía escucharlos. Cuando acabó la sinfonía, Beethoven permaneció sentado en la silla de espaldas al público, ajeno a todo el jaleo que había en la sala. Entonces, la mezzosoprano solista, Caroline Unger, se acercó al compositor y, tomándolo delicadamente por la espalda, le ayudó a ponerse en pie y le hizo mirar hacia el proscenio para mostrarle el éxito que había obtenido. Él agradeció los aplausos con una pequeña inclinación. El público respondió al saludo de Beethoven con una ovación sin precedentes que no se acababa nunca, nunca, nunca. La gente lanzaba sombreros al aire y un mar de manos agitaba una miríada de pañuelos. Aplaudían y gritaban, aplaudían y gritaban, aplaudían y gritaban sin parar.
    Beethoven, el hombre que fue catalogado de misántropo, el hombre que tuvo que apartarse del mundo por culpa de su sordera, dedicó su última sinfonía a mostrarnos la universalidad de la igualdad, la hermandad, la alegría, la libertad, la fraternidad y el amor. Una música que, casi doscientos años después sigue siendo tan potente, obsesiva, maravillosa y brillante como aquel primer día. Una música que habla a todo tipo de gente: jóvenes y viejos, ilustrados e ignorantes, aficionados y profesionales, sofisticados y naífs. Gente de todas las nacionalidades, condiciones y razas. Una música que va más allá de cualquier creencia religiosa y que resulta accesible para todos sin ser banal ni ordinaria. Una música que traspasa el poema de Schiller y que, en un mundo que parece desesperado y sin futuro es más necesaria que nunca. Y es que resulta imposible no amar la novena sinfonía. Una música que, cada vez que la escuchamos, nos cambia, nos enriquece y nos anima.
    A finales de 1826, Beethoven era un hombre acabado. Su salud se había deteriorado mucho. Antes de irse, sin embargo, aún regaló al mundo un último tesoro: sus cinco cuartetos de cuerda. Una música en busca de la espiritualidad superior. Postrado en la cama, los hechos se sucedieron rápidamente. Le operaron para extraerle gran cantidad de líquido que se le había acumulado en el abdomen. La operación drenó el líquido, pero no impidió que siguiera supurando. Decidieron dejarle la herida abierta… pero poco después se infectó. Sufría miserablemente, pero en su delicadísimo estado no se aconsejaba otra operación. Moría. Según la creencia popular, sus últimas palabras fueron: « Plaudite, amici, comedia finita est » («Aplaudid, amigos, la comedia se ha acabado»), la típica frase con la que acababan todas las representaciones de la Commedia dell’arte . Otras fuentes aseguran que lo último que dijo fue: «En el cielo oiré.»
    El lunes 26 de marzo de 1827, en medio de los truenos de una tempestad, parece que aún tuvo fuerzas para levantar con rabia el puño desafiante hacia el cielo. Solo fueron unos segundos. Tal vez solo un par. Entonces, después de aquel último esfuerzo y exhausto por toda una vida de sufrimiento, el brazo le cayó sobre el pecho y murió.
    Ningún otro compositor ha tenido tanta influencia como él en la historia de la música. El inmenso desarrollo de la música durante el siglo XIX no hubiera sido posible sin él. Simplemente, no hubiera sido posible. Él culminó el periodo del clasicismo y abrió un nuevo camino. Él se puso en el centro de su música. Él se convirtió en el héroe de su propia creación. Él se convirtió en mi héroe. Él abrió un camino imprescindible y esencial no solo para los músicos, sino para todos. Después de Beethoven ya no hay excusa: todos estamos destinados a escoger nuestro propio camino.
    Solo unas horas después de morir se creó una mitología monumental en torno a su persona. El día del funeral, más de veinte mil personas salieron a las calles de Viena para despedirse de aquel hombre que, a partir de entonces y para siempre, formaría parte de sus vidas. Entre los portadores del féretro y las antorchas fúnebres había algunos músicos destacados como Carl Czerny o Franz Schubert. Ojalá yo hubiera podido cargar el féretro o alguna de las antorchas. Ojalá hubiera podido ser una de aquellas veinte mil personas. Ojalá hubiera podido decirle que era mi héroe. Ojalá hubiera podido decirle que siempre que hablo de música, lo hago pensando en él. Porque sé, como él también sabía, que ahora desde el cielo, desde la eternidad, desde el más allá, me puede escuchar.

Ramón Gener
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lunes, 27 de enero de 2025

 "There is a sadness in realizing that the person you have become is not the person you once wanted to be. It is the sadness of looking back on your life and seeing all the ways you have compromised, all the dreams you have let go, all the parts of yourself you have lost along the way. And in that sadness, there is a sense of mourning, not just for the life you could have had, but for the person you could have been."

— T.S. Eliot,


 

 En 1907, Haber fue el primero en extraer nitrógeno –el principal nutriente que las plantas necesitan para crecer– directamente del aire. Con ello, solucionó, del día a la mañana, la escasez de fertilizantes que a principios del siglo XX amenazaba con desencadenar una hambruna global como no se había visto nunca antes; de no haber sido por Haber, cientos de millones de personas que hasta entonces dependían de sustancias naturales como el guano y el salitre para abonar sus cultivos podrían haber muerto por falta de alimentos. En siglos anteriores, la demanda insaciable de Europa había llevado a bandas inglesas a viajar hasta Egipto para saquear las catacumbas de los antiguos faraones no en busca de oro, joyas, o antigüedades, sino del nitrógeno contenido en los huesos de los miles de esclavos con que los reyes del Nilo se habían inhumado para que continuaran sirviéndolos más allá de la muerte. Los ladrones de tumbas ingleses ya habían agotado las reservas de Europa continental; desenterraron más de tres millones de esqueletos, incluyendo las osamentas de cientos de miles de soldados y caballos muertos en las batallas de Austerlitz, Leipzig y Waterloo, para enviarlos en barco al puerto de Hull, en el norte de Inglaterra, donde eran molidos en los trituradores de huesos de Yorkshire para fertilizar los campos verdes de Albión. Al otro lado del Atlántico, los cráneos de más de treinta millones de bisontes masacrados en las praderas norteamericanas eran recogidos uno a uno por campesinos e indios pobres, para venderlos al Sindicato de Huesos de Dakota del Norte, que los amontonaba hasta formar una pila del tamaño de una iglesia antes de transportarlos a la fábrica que los molía para producir fertilizante y «negro-hueso», el pigmento más oscuro que se podía encontrar en esa época. Lo que Haber había logrado en el laboratorio, Carl Bosch, el ingeniero principal del gigante químico alemán BASF, lo convirtió en un proceso industrial capaz de producir cientos de toneladas de nitrógeno en una fábrica del tamaño de una pequeña ciudad, operada por más de cincuenta mil trabajadores. El proceso Haber-Bosch que el descubrimiento químico más importante del siglo XX: al duplicar la cantidad de nitrógeno disponible, permitió la explosión demográfica que hizo crecer la población humana de 1,6 a 7 mil millones de personas en menos de cien años. Hoy, cerca del cincuenta por ciento de los átomos de nitrógeno de nuestros cuerpos han sido creados de forma artificial, y más de la mitad de la población mundial depende de alimentos fertilizados gracias al invento de Haber. El mundo moderno no podría existir sin el hombre que «extrajo pan del aire», según palabras de la prensa de su época, aunque el uso inmediato de su milagroso hallazgo no fue alimentar a las masas hambrientas, sino proveer a Alemania de la materia prima que necesitaba para seguir fabricando pólvora y explosivos durante la Primera Guerra Mundial, luego de que la flota inglesa cortara su acceso al salitre chileno. Con el nitrógeno de Haber, el conflicto europeo se prolongó dos años más, aumentando las bajas de ambos lados en varios millones de personas.

Benjamin labatut 

domingo, 26 de enero de 2025

 



 "Y de ahí paso a suponer que mi capacidad de recibir golpes es lo que me hace escritora. A modo de explicación me atreveré a decir que en mi caso el golpe va siempre seguido del deseo de explicarlo [...]. De ahí llego a lo que bien pudiera llamarse una filosofía, de todas maneras se trata de una idea constante en mí; la idea que de detrás del algodón se oculta un modelo, una pauta; de que nosotros —y quiero decir todos los seres humanos— estamos relacionados con ello; de que el mundo entero es una obra de arte, de que somos parte de una obra de arte. Hamlet o un cuarteto de Beethoven son la verdad acerca de esa vasta masa a la que llamamos mundo. Pero no hay Shakespeare, no hay Beethoven; con toda certeza y rotundamente, no hay Dios; nosotros somos las palabras; nosotros somos la música; nosotros somos la cosa en sí misma. Y esto lo veo cuando recibo un golpe".


- Virginia Woolf



 

 "Cuando te encuentras en un mundo donde todo parece ajeno y distante, donde cada conexión es superficial y cada intento de comprensión se encuentra con indiferencia, te das cuenta de que la verdadera soledad no es estar solo, sino sentirse solo en un mundo que ya no tiene sentido". 

Haruki Murakami

sábado, 25 de enero de 2025

 



 Si comprendes que todo cambia,

    cesarán tus intentos de aferrarte.
    Y si no temes morir,
    nada habrá que se te niegue.
    Intentar controlar el futuro es
    como usurpar el lugar del maestro carpintero.
    Al usar sus herramientas,
    lo más probable es que te cortes la mano.

Lao Tse


 

 El término moderno «universidad» parece haber sido introducido de forma accidental, procedente del latín universitas, que en los siglos XII, XIII y XIV era empleado «para designar cualquier conjunto o cuerpo de personas con intereses comunes y estatus legal independiente», lo que significa que podía designar a una corporación de artesanos o a una congregación municipal, con frecuencia con sus propias normas de etiqueta.[1625] No fue hasta finales del siglo XIV y principios del XV que la palabra universitas empezó a ser utilizada en el sentido que le damos en nuestros días. El término medieval equivalente era studium generale; mientras studium denotaba un lugar con instalaciones para el estudio, generale hacía referencia a la capacidad de la escuela para atraer estudiantes de fuera de otras regiones distintas de la local. La expresión fue utilizada por primera vez en 1237 y el primer documento papal que la emplea se remonta a 1244 o 1245, donde se la usa para referirse a la fundación de la Universidad de Roma.[1626] Otras de las expresiones utilizadas eran studium universale, studium solemne y studium commune, si bien para el siglo XIVstudium generale era la que se aplicaba a Bolonia, París, Oxford, Padua, Nápoles, Valencia y Toulouse. Las Siete partidas(1256-1263), el código legislativo de Alfonso X de Castilla, señalan las bases legales de esos primeros studia generalia. Las escuelas debían contar con maestros para cada una de las siete artes liberales, así como para enseñar derecho canónico y civil, y sólo el papa, el emperador o el rey podían autorizar su funcionamiento.

Peter Watson 

jueves, 23 de enero de 2025

 Lo enraizado es fácil de sostener.

    Lo reciente es fácil de corregir.
    Lo frágil es fácil de romper.
    Lo minúsculo es fácil de esparcir.
    Prevé el problema antes de que surja.
    Pon las cosas en orden antes aun de que existan.
    El pino gigante
    crece de un brote minúsculo.
    Un viaje de mil leguas
    comienza con un paso.
    Apresurándote a la acción, fracasas.
    Aferrándote a las cosas, las pierdes.
    Forzando que un proyecto culmine
    arruinas lo que estaba casi maduro.
    Por ello el Maestro actúa
    dejando a las cosas seguir su curso.
    Permanece en calma
    al final como al principio.
    No tiene nada,
    así que nada tiene que perder.
    Lo que él desea es no desear;
    lo que aprende es a desaprender.
    Lo único que hace es
    recordar a las gentes sus identidades eternas.
    No cuida de nada excepto del Tao,
    por ello es que cuida de todo.

Lao tse



 

 Ahora vemos por un espejo veladamente cara a cara ahora me conocen en parte pero entonces me conocerán plenamente como he sido conocido cuando era un niño hablaba como un niño jugaba como un niño más cuando me hice hombre abandone lo que era de niño así que no digan con dolor que lamentan que se fuera mejor digan con gratitud que agradecen que el haya estado aquí con nosotros


Belfast



 

 "Paul no quería morir, pero creo que esa sensación de plenitud le ayudó a morir. Bueno, rechazó los cuidados paliativos para su cáncer. Escogió la biblioteca de nuestra casa como la habitación en la que quería morir. Sophie, Spencer, nuestro nieto de por entonces cuatro meses, Miles, mis tres hermanas, nuestra asistenta durante muchos años, Andria, la enfermera del hospital y yo estuvimos junto a él. Durante las semanas y los días previos a su muerte, recibió a los amigos que vinieron a despedirse. Lo eligió, les contó historias. Se aseguró de que cada persona entendiese lo mucho que su amistad había significado para él. Su calma, su claridad, su valor ante la muerte me pasmó entonces y lo sigue haciendo. Y no, esto no es sentimentalismo. No soy una persona sentimental.

Creo que el sentimentalismo, tal y como se usa hoy día esa palabra, le resta valor a la vida y a la muerte. Camufla en debilidades falsas las verdades que más miedo nos dan. Mucho antes de saber que iba a morir, a Paul le gustaba citar una frase de los cuadernos de notas de Joseph Joubert (había traducido a Joubert al inglés por muy poco dinero). Cita: uno debería morir querido por la gente (si se puede). Fin de la cita. Paul pudo morir querido por la gente, y lo hizo. Fue su último regalo a los que le sobrevivimos. En sus últimos meses de vida, empezó a escribir lo que esperaba que pudiese ser un pequeño librito para la personita que está ahí en la esquina: cartas a Miles. Estoy metiendo las 35 páginas que pudo terminar en unas memorias que estoy escribiendo, Ghost Stories. Es algo que le habría alegrado.

Soy incapaz de contar cuantos periodistas me han preguntado a lo largo de los años, “¿cómo es estar casada con Paul Auster?”. No era una pregunta seria. Su funciona habitual solía ser aegurar que la mujer escritora supiese cuál era su lugar. Y los que la hacían también esperaban detectar señales de envidia, de competición, o de un inminente divorcio por mi parte. Paul y yo les defraudamos, pero tengo que responder a esa pregunta. Es algo que me vino en la última hora de vida de Paul. Él ya no podía hablar, pero aún podía oírme. Y lo que me parecía más importante justo antes de que él muriese fue la diversión. “Oh, dios mío”, le dije, “lo hemos pasado bien, ¿verdad?”. Nos divertíamos tanto juntos.

¿Que cómo era estar casada con Paul Auster?

Era divertido".

- Siri Hustvedt

domingo, 19 de enero de 2025


 

 Los psicólogos del siglo XX tendían más bien a disociar algo que los filósofos de la Antigüedad habían comprendido perfectamente y que las encuestas científicas contemporáneas confirman. Como ya hemos visto, Freud demostró que el ser humano se mueve en esencia por la búsqueda del placer, pero la cuestión del sentido no le interesaba. Viktor Frankl –superviviente de los campos de la muerte y cuyo pensamiento se construyó a partir de esa terrible experiencia– le respondió defendiendo una tesis situada en las antípodas de la suya: el ser humano se mueve en esencia por la búsqueda de sentido. Lejos de contradecirse, ambas teorías son ciertas: la propia naturaleza del ser humano lo lleva a buscar el placer y el sentido. Sólo es auténticamente feliz cuando su vida le es agradable y reviste un significado. En realidad, no es esencial que alcancemos o no nuestros objetivos. No vamos a esperar a haber alcanzado todos los objetivos para empezar a ser felices. El camino cuenta más que la meta: la felicidad llega haciendo camino. El viaje nos hace más felices si sabemos que el placer está por delante y conocemos el destino hacia el que nos dirigimos (aunque lo modifiquemos durante el trayecto) y responde a las aspiraciones más profundas de nuestro ser.

Frederic Lenoir


 

 Ahora, siete libros más tarde, todavía hay hombres que me

preguntan dónde pueden encontrar un club de la pelea cerca de su casa.

Y sigue habiendo mujeres que me preguntan si hay algún

club donde puedan pelear entre ellas.

Pero ésta es la primera regla del club de la pelea: «No hay

nada que se le pueda ocurrir a un don nadie de clase obrera

de Oregón que ha ido a la escuela pública que no haya hecho ya un millón de billones de personas..

En las montañas de Bolivia, un sitio donde el libro no se

ha publicado todavía, a miles de millas del vaquero borracho

y de su Tour por el Túnel Encantado, todos los años la gente

más pobre se reúne en las aldeas de montaña de los Andes

para celebrar el festival del «Tinku».

Allí, los campesinos se parten la cara a golpes. Borrachos

y ensangrentados, se pelean a puñetazo limpio, mientras can-

tan: «Somos hombres. Somos hombres. Somos hombres..

Los hombres se pelean con los hombres. A veces, las mujeres se pelean entre ellas. Se pelean igual que llevan siglos

haciéndolo. En su mundo, con pocos ingresos o riquezas, pocas posesiones y ninguna educación ni oportunidades, es un

festival que esperan con ansia todo el año.

Luego, cuando están agotados, los hombres y las mujeres

se van a la iglesia.

Y se casan.

Estar cansado no es lo mismo que ser rico, pero la mayo-ría de las veces es lo más parecido que hay.

Chuck Palahniuk

sábado, 18 de enero de 2025

 



 


 Dijo una vez Mary Shelley: "La historia de los villanos es mucho más entretenida que la de los héroes, porque los monstruos no nacen, son creados. No surgen del vacío ni de la oscuridad por sí mismos, sino que son moldeados por las circunstancias, por las heridas del mundo que los rodea. En ellos se refleja lo más profundo del dolor humano, el rechazo, la soledad, la incomprensión. Un héroe se define por sus actos de valentía, pero un villano es el resultado de un corazón que alguna vez fue puro y terminó corrompido. Los monstruos, en su tragedia, nos muestran lo que podría sucedernos a todos, si el mundo nos diera la espalda."


 

 He pronunciado sendas evadidas,

-catedrales de la osa mayor-

nucleos de soles de colores nunca vistos

y mares absorbidos entre dos orillas planas.


He nombrado oasis

que se evaporan con la flauta,

despedidas tan confiadas

que se vendan los ojos las miradas.

He nombrado miedos tan cansados

                            que conmueven al olvido,

cadenas tan tensas

que el cielo mismo se estrangula...


He murmurado

que toda la noche

mecí a la muerte junto a mi

y lo hice por hermandad.

He dicho 

 que un dia de estos

el cristal se quiebra

sobre un pasajero ajeno a la armonia...


Derramado a largos tragos

masqué      purpuras       tormentas,

sangre tan pura que sus trazos

alegraban a los ángeles.


Entonces,

 aquellos que bendicen sin temblar, 

 aquellos que perdonan 

 y aprietan torniquetes,

han bofeteado mis delirios.


Pero en la flor, 

antes de nacer al alba,

un estambre de cólera

prepara un grito estridente

para la nueva aurora....


Poemario de Georges de Cagliari

viernes, 17 de enero de 2025


 

 Para el Santo Oficio fue demasiado fácil sostener que para erradicar la herejía no había alternativa más sencilla que cerrar las imprentas que diseminaban estas ideas. Como consecuencia de ello, a principios del siglo XVI muchos impresores fueron obligados a huir de Francia en particular para evitar a los espías, informantes y censores. Augereau fue sólo uno de los impresores quemados en la hoguera. El más famoso «mártir del libro» fue Étienne Dolet, un escritor convertido en librero e impresor que trabajó para Gryphe y quien, además de escribir sus propios libros, tuvo una disputa con Erasmo. En 1542 Dolet publicó varias obras religiosas sospechosas que alertaron a las autoridades, las cuales inspeccionaron sus instalaciones, donde hallaron una copia de un libro de Calvino. El editor fue quemado en la hoguera en agosto de 1544 junto con sus libros.

Peter Watson 


 Gabriel Rolón


 

 «Sócrates dijo: “El mal uso del lenguaje induce el mal en el alma”. No estaba hablando de gramática. Hacer un mal uso del lenguaje es utilizarlo como lo hacen los políticos y los anunciantes, con fines de lucro, sin asumir responsabilidad por el significado de las palabras. El lenguaje utilizado como medio para conseguir poder o ganar dinero sale mal: miente. El lenguaje utilizado como fin en sí mismo, para cantar un poema o contar una historia, va hacia la verdad. Un escritor es una persona a la que le importa el significado de las palabras, lo que dicen y cómo lo dicen. Los escritores saben que las palabras son su camino hacia la verdad y la libertad, y por eso las usan con cuidado, pensamiento, miedo y deleite. Usando bien las palabras fortalecen sus almas. Los narradores y poetas se pasan la vida aprendiendo esa habilidad y el arte de utilizar bien las palabras. Y sus palabras hacen que las almas de sus lectores sean más fuertes, más brillantes y más profundas.»

Ursula K. Le Guin



 

jueves, 16 de enero de 2025


 Epicuro

 Habré de levantar la vasta vida

que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.

Borges


 



 Un estudio aparecido en el British Medical Journal ha mostrado que la supervivencia media de hombres mayores que habían perdido a su esposa era mucho menor que la de otros hombres de la misma edad cuya esposa todavía vivía.¹º Según otro estudio, los hombres que padecían enfermedades cardiovasculares y que habían respondido <<si>> a la pregunta: <<¿Le manifiesta amor su esposa?>>, tenían dos veces menos síntomas que los otros. Y cuantos más factores de riesgo acumulaban estos hombres (colesterol, hipertensión, estrés), más protector parecía ser el efecto del amor de su esposa.¹¹ Fenómeno inverso: ocho mil cien hombres con buena salud fueron estudiados durante cinco años. Los que al principio del estudio se reconocieron en la afirmación: <<Mi esposa no me ama>>, desarrollaron tres veces más úlceras que los otros. 

Según este estudio, más vale ser fumador, hipertenso o estresado que no ser amado por la propia esposa.¹² Entre las mujeres, los beneficios del apoyo emocional son igualmente importantes. De mil mujeres a las que se acababa de diagnosticar un cáncer de mama, entre las que se declaraban faltas de afecto en su vida se contabilizaron dos veces más defunciones al cabo de cinco años.¹³ Incluso entre las mujeres sanas, las que a menudo se sentían “desatendidas” por su marido, sufrían con más frecuencia resfriados, cistitis y trastornos intestinales que aquellas con una vida de pareja armoniosa.¹ Las mujeres que viven juntas, o incluso que comparten simplemente una ofician, suelen observar que sus ciclos menstruales se sincronizan.¹ Pero el fenómeno queda reforzado cuando entre ellas existe un auténtico vínculo afectivo, cuando son amigas en lugar de simples coinquilinas o compañeras de trabajo. 

 La lección que puede extraerse de estos estudios es simple: la fisiología de los mamíferos sociales no es independiente de todo el resto. Su regulación óptima depende en cada momento de las relaciones que tengamos con los demás, sobre todo con las personas más próximas emocionalmente. En un maravilloso librito sobre el cerebro emocional y sus funciones, poéticamente titulado Une théorie générale de l’amour, Lewis, Amini y Lannon, tres psiquiatras de la Universidad de San Francisco, han bautizado dicho fenómeno: 

regulación límbica. En sus propias palabras: <<La relación (afectiva) es un concepto tan real y determinante como cualquier medicamento o intervención quirúrgica>>.

David servan 

miércoles, 15 de enero de 2025



 

Entre 1958 y 1973, Alexander Grothendiec reinó sobre las matemáticas como un príncipe ilustrado, atrayendo a su órbita a las mejores mentes de su generación, quienes postergaron sus propias investigaciones para participar de un proyecto tan ambicioso como radical: develar las estructuras que subyacen a todos los objetos matemáticos.

Su manera de enfrentar el trabajo era excepcional. Aunque fue capaz de resolver tres de las cuatro conjeturas de Weil, los mayores enigmas matemáticos de su época, a Grothendiec no le atraían los problemas difíciles ni le interesaban los resultados finales. Su afán era alcanzar una comprensión absoluta de los fundamentos, por lo que construía complejas arquitecturas teóricas alrededor de las interrogantes más simples, rodeándolas con un ejército de nuevos conceptos. Bajo la suave y paciente presión de la razón de Grothendiec?, las soluciones parecían brotar por sí mismas, revelándose por voluntad propia, «como una nuez que se abre tras permanecer sumergida bajo el agua durante meses».

Lo suyo fue la generalización, el zoom out llevado al paroxismo.

Cualquier dilema se volvía sencillo si uno lo miraba desde la distancia su?iciente. No le interesaban los números, las curvas, las rectas ni ningún otro objeto matemático en particular: lo único que importaba era la relación entre ellos. «Tenía una sensibilidad extraordinaria a la armonía de las cosas», recuerda uno de sus discípulos, Luc Illusie. «No es solo que haya introducido nuevas técnicas y probado grandes teoremas: cambió la forma en que pensamos sobre las matemáticas.» Su obsesión fue el espacio y una de sus mayores genialidades fue expandir la noción del punto. Ante la mirada de Grothendiec?, el humilde punto dejó de ser una posición sin dimensiones para bullir con complejas estructuras internas. Donde otros veían algo sin profundidad, tamaño, anchura ni largura, Alexander vio un universo entero. Desde Euclides no se había propuesto algo tan audaz.

Durante años dedicó toda su energía a las matemáticas, doce horas al día, siete días a la semana. No leía diarios, no veía televisión ni conocía el cine. Le gustaban las mujeres feas, los departamentos derruidos, las habitaciones decrépitas. Trabajaba encerrado en una oficina fría con la pintura descascarada cayendo de las paredes, de espaldas a la única ventana, con solo cuatro objetos en toda la pieza: la máscara mortuoria de su madre, una pequeña escultura de una cabra hecha con alambre, una urna llena de aceitunas españolas y un retrato de su padre, dibujado en el campo de concentración de Le Vernet.

Benjamin Labatut  

 



 "Solo el sufrimiento cambia al hombre. Los hombres no han entendido que contra la mediocridad no queda otra arma que el sufrimiento. Con la cultura y el espíritu no se cambia gran cosa; pero es increíble lo que puede transformar el dolor".


Emil Cioran

martes, 14 de enero de 2025



 

Actúa sin hacer,
    trabaja sin esfuerzo.
    Piensa en lo menudo como si fuera grande
    y en lo más escaso como si fuera abundante.
    Afronta la dificultad
    mientras aún es fácil;
    acomete la gran obra
    mediante series de pequeños actos.
    El Maestro nunca aspira a lo grande,
    de este modo alcanza la grandeza.
    Cuando está en dificultades
    se detiene y las acepta.
    Porque no se aferra a su comodidad,
    los problemas no son para él problemas.

Lao Tse

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