A menudo nos decimos: “Una vez que tenga éxito podré hacer esto, y luego haré aquello, y lo de más allá…” Y sin embargo, ya tenemos adentro todo lo que queremos. Qué irónico. Afuera, donde pensamos que están las soluciones, siempre habrá algo más que querramos, no importa lo que tengamos. Adentro, somos inmensamente ricos y no hay nada que nos impida disfrutar de nuestras riquezas en su totalidad, excepto nuestra mente, que siempre quiere jugar el juego de afuera. Para ganar el juego de afuera es necesario que sucedan ciertas cosas: Conseguir el trabajo, recibir el aumento de sueldo, que nos den el contrato, casarnos, conquistar Mesopotamia. Nuestra satisfacción depende de las circunstancias. Pero la vida interior de amor, alegría y calma puede ser satisfactoria sin que importen las circunstancias. ¿Podemos “fingir” que somos quienes somos, con honestidad e integridad? Sabemos que podemos cambiar el cuerpo a través del entrenamiento, la imaginación a través de la creatividad, las emociones a través de la experiencia y la mente a través del aprendizaje. Todo esto nos ayudará a formar un nuevo ser. ¿Pero qué ser estamos formando? ¿El ser falso ó uno auténtico? Hay formas de averiguarlo. Sabemos que estamos viviendo en el ser auténtico cuando somos más amorosos y cariñosos con nosotros mismos y los demás, cuando dejamos de lastimarnos a nosotros mismos y a los demás, cuando apreciamos y nos importa lo que forma parte de nuestras vidas, y cuando podemos hacer servicio sin buscar recompensa. La mayoría de nosotros vive en el ser falso el 99 por ciento del tiempo. Nos importa la imagen—cómo nos perciben los demás— y tener éxito (lo que en esta cultura significa generalmente tener mucho dinero). Pero no importa cuánto dinero y éxito adquiera el ser falso, nunca es suficiente, así que seguimos codiciando más. Nos comparamos con los demás y nos quedamos cortos; y caemos en sentimientos de carencia y miedo al futuro. Es un círculo vicioso: Cada éxito, cada solución, se transforma en el problema de mañana.
JOHN-ROGER
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