A mí me gustaría contaros algo que me pasó de pequeño. Yo, como muchos sabéis, tuve cáncer de los 14 a los 24 y perdí una pierna, un pulmón y un trozo de hígado, pero fui feliz. Y, en aquellos años, yo recuerdo que dejé el colegio con 14 años. Y tuve la gran suerte de estar educado con mi madre hospitalaria, que era una mujer de 92 años increíble, de Zaragoza. Y nos cogió a todos los chavales que teníamos cáncer. A todos nos faltaba una pierna. Nos enseñó un grito de guerra muy bonito: «No somos cojos somos cojonudos», que nos encantó. Y lo gritábamos siempre. En aquella época en el hospital, no teníamos moto, pero teníamos silla de ruedas. No podíamos ir a discotecas, pero teníamos ocho plantas. Y fue una época increíble de educarse con chicos con cáncer y con esa madre hospitalaria que podíamos ir a ver cada noche. Yo tenía a mis padres que venían por la mañana y por la tarde. Pero las noches en los hospitales, cuando tienes 14 años y nunca has salido de casa, era extraño. Mi primer hogar fuera de casa fue aquel hospital con aquellos siete chavales con cáncer. Y aquella mujer se convirtió para mí en mi maestra. Fue una mujer que nunca olvidaré la fuerza. Ella siempre decía que nos educaba a ser valientes en la vida, en el amor, en el sexo… Y aquella mujer nos contaba historias maravillosas. Ella decía que, sobre todo, había que aprender a decir «no». En aquella época, yo no pensaba que pudiera decir no a nada. Pero, poco a poco, con los años, entendí a lo que se refería. Aquella mujer siempre decía: «Cuando crees que conoces todas las respuestas, llega el universo y te cambia todas las preguntas». Y ella decía que el universo nos quería mucho, porque, en aquella época, nos estaba haciendo cambiar nuestras respuestas para encontrar nuevas preguntas. Yo me eduqué junto a ella, y ella me enseñó a perder para ganar. Ella me dijo que cualquier pérdida es una ganancia, con lo cual me dijo: «Tú no has perdido una pierna, sino que has ganado un muñón. Tú no has perdido un pulmón, sino que has aprendido a saber que con la mitad de lo que tienes puedes vivir».
Albert Espinosa
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