Hay dos tipos de suerte que la define muy bien Schopenhauer cuando dice: «El azar reparte las cartas, pero nosotros las jugamos». Hay una suerte azarosa. Hemos tenido la inmensa suerte de nacer aquí. Si hubiéramos nacido unos cuantos cientos de kilómetros más hacia el sur, no tendríamos estas posibilidades extraordinarias, el milagro de tener agua caliente cada mañana, de tener unas ventanas por las que no pasa aire y un techo, que cuando llueve no nos mojamos. Somos muy afortunados por azar, pero también hay una suerte que se trabaja. Si tu lanzas una moneda al aire y no tienes más información, y te dicen: «¿Cara o cruz?», cualquiera de nosotros, si la moneda no está trucada, acertaremos en un cincuenta por ciento de los casos. Pero si sabemos peso, diámetro y grosor de la moneda, humedad, temperatura, presión y velocidad del viento en el ambiente, y del lanzador sabemos: ángulo de salida de la moneda, velocidad de salida, y si la cara o la cruz toca la uña, y todo eso lo introducimos en un programa informático y una cámara capta el momento del lanzamiento, y lo vamos mejorando por ensayo y error, llegará un momento en el que lanzando la moneda al aire, y la cámara captando, llevará esa imagen y esa velocidad captada con los sensores, también, de presión y temperatura, y con los parámetros de la moneda, a un ordenador que dirá: «Cara», y lo acertará en más del ochenta por ciento de los casos. La suerte es una función de parámetros desconocidos, pero se pueden parametrizar. Igual que en la física, cuando tú sabes las variables, puedes predecir lo que va a pasar en el tiempo o en la moneda, si va a caer cara o cruz, en lo humano, la buena suerte son los valores: coraje, responsabilidad, propósito, humildad, confianza, entrega, cooperación… Todos esos valores hacen que se teja una red de talento y de talante que facilite que emerjan nuevas probabilidades de realización para todos. Por eso, cuando escribimos La buena suerte, con mi amigo Fernando Trias de Bes, una de las reglas, creo recordar que es la séptima, dice que no podemos hablar de buena suerte si la buena suerte no es compartida. Por lo tanto, es cierto que hay una suerte azarosa que nos puede bendecir o maldecir, pero hay otra suerte forjada, trabajada, y esa suerte forjada nace del talento, y el talento son valores en acción.
Alex Rovira
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