Warren Buffett es uno de los hombres más ricos del mundo. En su juventud fue a inscribirse a la Universidad de Harvard; como no reunía todos los requisitos, lo rechazaron y no pudo inscribirse. Decidió entonces probar en la Universidad de Columbia, se inscribió y se hizo amigo de uno de los profesores, que luego fue su mentor. Le enseñó cómo invertir dinero en bolsa, y Buffett terminó haciéndose multimillonario. Por eso dice: «Descubrí los millones gracias a que me rechazaron en Harvard».
Un muchacho australiano que nunca había hecho una película —nadie lo había llamado— decide presentarse a un casting y el día anterior tres ladrones lo asaltan, le pegan y le desfiguran la cara. Cuando se presenta al productor, lo ve y dice: «Justo lo que estaba buscando… ¡un tipo rudo!». Gracias a que le robaron y le lastimaron la cara, Mel Gibson empezó su carrera como actor.
Joseph Pulitzer, un hombre en sus comienzos sumamente pobre, al llegar a Estados Unidos no tenía ni para comer. Se dedicó a hacer lo que sabía, que era jugar al ajedrez. Jugaba con uno, jugaba con otro, y en una partida se hizo amigo del contrincante. Éste le preguntó: «¿Usted a qué se dedica?». «No tengo trabajo…», respondió Pulitzer. «Bueno, le voy a dar trabajo de aprendiz, soy dueño de un diario».
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