Ahora examinemos esta cuestión: supongamos que nuestra reacción negativa ante alguna experiencia sea tan abrumadora que sintamos que no podemos practicar la autoaceptación. El sentimiento, pensamiento o recuerdo es tan angustioso y perturbador que la aceptación queda descartada. No nos sentimos capaces de desbloqueamos y relajarnos. La solución es intentar no resistirnos a nuestra resistencia. SI no podemos aceptar un sentimiento (o un pensamiento, o un recuerdo), debemos aceptar nuestra resistencia En otras palabras, empezar por aceptar dónde nos hallamos. Si conservamos la resistencia en un nivel consciente, comenzará a desaparecer.
Si podemos aceptar el hecho de que, ahora, en este momento, nos negamos a aceptar que sentimos envidia o Ira, o dolor o añoranza, por ejemplo —o que nos negamos a aceptar que alguna vez hicimos o creímos tal o cual cosa—, si reconocemos, experimentamos y aceptamos nuestra resistencia, descubriremos una paradoja muy importante:
La resistencia empieza a desplomarse. Cuando luchamos contra un bloqueo, éste se hace más fuerte: cuando lo reconocemos y aceptamos, comienza a desaparecer, porque su existencia continua requiere oposición.
A veces, durante la terapia, cuando una persona tiene dificultad en aceptar algún sentimiento, yo le pregunto si está dispuesta a aceptar el hecho de que se niega a aceptar ese sentimiento. Una vez se lo pedí a un paciente, Víctor, un pastor que tenía gran dificultad en reconocer su ira, pero que era un hombre muy airado. Mi pregunta lo desorientó. "¿Si acepto que no acepto mi ira?", me preguntó. Yo sonreí y le dije: "Exacto." El hombre vociferó: "¡Me niego a aceptar mi ira y me niego a aceptar mi negación!". Yo me reí y le pregunté: "¿Aceptaría su negación a aceptar su negación? Tenemos que empezar por alguna parte. Empecemos por ahí."
Le pedí que mirara al grupo y dijera: "No estoy enfadado", y lo repitiera varias veces. Al poco rato ya lo decía realmente enfadado.
Luego le pedí que dijera: "Me niego a aceptar mi ira", lo cual gritó cada vez con más fuerza.
Después le hice decir: "Me niego a aceptar mi negación de aceptar mi ira", y lo repitió con ferocidad.
A continuación le pedí que repitiera: "Pero estoy dispuesto a aceptar mi negación de aceptar mi negación", y se puso a repetirlo hasta que, al fin, se cansó y se echó a reír junto con el resto del grupo.
—Ya entiendo —sonrió. Si uno no puede aceptar la experiencia, acepta la resistencia.
—Exacto. Y si no puede aceptar la resistencia, acepta la resistencia a aceptar la resistencia. Se trata de llegar, al final, a un punto que pueda aceptar. Entonces, a partir de ahí, puede continuar.
Víctor se animó.
—Cuando uno experimenta la resistencia o la negación con plena conciencia, Y la abraza, por decirlo así, genera una especie de corto circuito. Se abre una puerta... y uno vuelve a conectar con su experiencia.
—Correcto. Bueno..., ¿está enfadado?
—Estoy lleno de ira.
—¿Puede aceptar ese hecho?
—No me gusta.
—Eso ya lo sabemos todos. ¿Pero puede aceptarlo?
—Si, puedo aceptarlo.
—Por favor, míreme y diga: "Nathaniel, estoy realmente muy enfadado".
—Nathaniel, estoy realmente muy enfadado.
—Otra vez, por favor.
—Nathaniel, estoy realmente muy enfadado.
—Bien. Ahora podemos empezar a averiguar por qué está tan enfadado.
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