Un carácter noble y perfecto no es obra del favor o de la casualidad; es el resultado natural del continuo esfuerzo en el buen pensar, el efecto de una asociación largamente cultivada con el pensamiento de la perfección. Mediante el mismo proceso, un carácter vil y bestial es el resultado del continuo hospedaje de pensamientos bajos. El hombre se forma o deforma a sí mismo; en la fragua del pensamiento forja las armas para su propia destrucción, como ahí también elabora las herramientas con que construye para sí mansiones celestiales de felicidad, fortaleza y paz. Mediante la buena elección y verdadera aplicación del pensamiento, el hombre asciende a la perfección divina; mediante el abuso y mala aplicación de él, desciende a un nivel más bajo que el de la bestia. Entre estos dos extremos están todas las graduaciones del carácter y el hombre es el artífice y señor de ellas. De todas las hermosas verdades restituidas y traídas nuevamente a luz en esta éra, ninguna más alentadora o más fecunda en esperanza y valor que ésta: que el hombre es el amo de su pensamiento, el formador de su carácter, el hacedor y moldeador de sus condiciones, de su medio ambiente y de su destino. Como poseedor de los atributos de Poder, Inteligencia y Amor, y como señor de sus propios pensamientos, el hombre tiene en sus manos la llave de toda situación y encierra en sí mismo el factor que transforma y regenera, mediante el cual puede llegar a ser lo que desea ser. El hombre es siempre el amo, aun en su estado de mayor debilidad y abandono; pero, en su flaqueza y degradación, es amo culpable que gobierna mal su casa. Cuando empieza a reflexionar sobre su condición y a buscar diligentemente la ley sobre la cual está establecido su ser, entonces se convierte en amo juicioso que dirige sus energías con inteligencia y que forma sus pensamientos teniendo en vista resultados fructíferas. Tal es el amo consciente. El hombre sólo puede llegar a serlo, descubriendo en sí mismo las leyes del pensamiento, cuyo descubrimiento depende totalmente de la aplicación, el análisis y la experiencia. Sólo mediante largas exploraciones y excavaciones se obtiene el oro y los diamantes; del mismo modo puede el hombre encontrar todas las verdades relacionadas con su ser, cavando profundamente la mina de su alma; y si observa, controla y altera sus pensamientos, trazando sus efectos sobre sí mismo, sobre los demás y sobre su vida y circunstancias, enlazando causas y efectos con minucioso ejercicio y paciente investigación, utilizando cada experiencia, aún lo más trivial, como medio de obtener ese conocimiento de sí mismo que es Comprensión, Sabiduría y Poder, llegará a probar infaliblemente que es el formador de su carácter, el moldeador de su vida, el constructor de su destino. En este sentido, más que en ningún otro, es absolutamente cierta la ley, que dice: «El que busque encontrará, y a aquel que golpeare le será abierto», pues sólo con la paciencia, el ejercicio y la asidua insistencia, puede el hombre penetrar al Templo del Conocimiento.
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