El primer hombre que estuvo a su lado fue Max Ernst, quien se convirtió en su escape. Ella tenía 20 y él 47, pero eso no impidió que su amor floreciera.
Se enamoraron de inmediato en Londres y pronto se embarcaron a París para continuar con su romance. Su amor rompía las convenciones de la época. Max tenía un pasado difícil, lleno de mujeres con una reputación de mujeriego, dos matrimonios fallidos, sin dinero: un artista. Ella era una estudiante inglesa de buena familia, con un padre adinerado, severo y dominante.Leonora se involucró en el mundo surrealista que iba muy bien con su imaginación. Habitaban en París pero las constantes riñas con la exmujer de Ernst y con el grupo surrealista, los hicieron mudarse a Saint-Martin. Ella compró la casa en pagos. Su amor floreció y los dos empezaron a trabajar en sus obras. Esculpían, pintaban, escribían poesía e hicieron su propio juego de ajedrez con madera. Él la apodó la novia del viento y ella sólo vivía para amarlo.
Su hogar era una parada obligatoria. Cuando todos acudieron en una de las últimas reuniones surrealistas, su vida cambió radicalmente: la guerra comenzó y en las calles se veían avisos de que todo enemigo sería llevado a prisión.
Max fue apresado hasta que Paul Éluard logró liberarlo. Los problemas con el dinero se hicieron cada vez más frecuentes. Su relación había durado 3 años pero parecía comenzar a destrozarse. Nuevamente apresaron a Max Ernst. Leonora suplicaba y la angustia psicológica de la artista se hizo presente. Dormía poco, lloraba desconsoladamente, trabajaba sin parar: "Estoy desesperada y locamente enamorada de Max. Sigo pintando pero sólo para no volverme loca. Quiero que únicamente viva para mí y conmigo. Quiero tenerlo siempre. Quiero estar en el mismo cuerpo que él…".
Max fue apresado hasta que Paul Éluard logró liberarlo. Los problemas con el dinero se hicieron cada vez más frecuentes. Su relación había durado 3 años pero parecía comenzar a destrozarse. Nuevamente apresaron a Max Ernst. Leonora suplicaba y la angustia psicológica de la artista se hizo presente. Dormía poco, lloraba desconsoladamente, trabajaba sin parar: "Estoy desesperada y locamente enamorada de Max. Sigo pintando pero sólo para no volverme loca. Quiero que únicamente viva para mí y conmigo. Quiero tenerlo siempre. Quiero estar en el mismo cuerpo que él…".
Leonora tuvo que huir, los nazis se acercaban con rapidez. Huyó a España pero antes de llegar, un brote psicótico la invadió. Tuvieron que internarla en un hospital por seis meses, mientras el conflicto bélico cesaba y Max había logrado liberarse de prisión. Ninguno de los dos sabía del otro. Ella recluida y él esperándola como un loco desesperado. Así duró años enteros. Vendió su casa y comenzó a tener éxito en su carrera artística.
Ese fue el momento en el que su corazón dejó de amar tan intensamente como antes. Ahí se reencontró con un amigo artista mexicano: Renato Leduc, a quien le pidió un desesperado auxilio para huir. El artista mexicano intentó desesperadamente sacarla de Europa pero no lo consigió: la única solución es casarse y así, ella se convertió en la esposa de un diplomático extranjero.
Ese fue el momento en el que su corazón dejó de amar tan intensamente como antes. Ahí se reencontró con un amigo artista mexicano: Renato Leduc, a quien le pidió un desesperado auxilio para huir. El artista mexicano intentó desesperadamente sacarla de Europa pero no lo consigió: la única solución es casarse y así, ella se convertió en la esposa de un diplomático extranjero.
En 1941 se casó con Renato Leduc y se trasladaron a Estados Unidos para más tarde ir a México. No conocían Nueva York y deciden comprar un vehículo viejo para llegar hasta México. Se instalan en un hotel barato mientras él busca trabajo y ella se enamora de México. El mágico, surreal, extraño, donde está todo bien aunque no esté bien, el lugar en el que Carrington se sintió más en casa que en su hogar.
Más tarde se reencontró con Max en Nueva York, se veían a menudo pero su loco amor había terminado. Ella era otra, ya no estaba enamorada de él. Ernst le rogó, la adoraba tanto que le pedía desesperadamente que regresara a su lado pero ella nunca aceptó. En 1943 también se divorció de Renato. Su matrimonio era un convenio pero el final es duro hasta para los poetas mexicanos comprometidos en ayudar. Renato Leduc la recordaba con anhelo "Yo vivo de lo poco que aún me queda de usted. Su perfume, su acento, una lágrima suya que mitigó mi sed”.
Más tarde se reencontró con Max en Nueva York, se veían a menudo pero su loco amor había terminado. Ella era otra, ya no estaba enamorada de él. Ernst le rogó, la adoraba tanto que le pedía desesperadamente que regresara a su lado pero ella nunca aceptó. En 1943 también se divorció de Renato. Su matrimonio era un convenio pero el final es duro hasta para los poetas mexicanos comprometidos en ayudar. Renato Leduc la recordaba con anhelo "Yo vivo de lo poco que aún me queda de usted. Su perfume, su acento, una lágrima suya que mitigó mi sed”.
Parecía que Leonora sólo tendría a México como su compañero y su mejor amante hasta que más tarde conoció al fotógrafo Emérico Weisz, quien durante 61 años fue su compañero. Las guerras destruyeron su hogar, a su familia y su vida, puesto que por muchos años, sufrió un trauma severo que le impedía hablar y salir a la calle. Fue compañero de aventuras de Robert Capa, con quien abandonó Hungría y se embarcó en diferentes regiones en guerra.
En Marruecos, donde Weisz se refugiaba de la guerra, conoció a importantes figuras surrealistas como Benjamín Peret y Remedios Varo. Capa le consiguió un permiso para llegar a México y, junto a Peret y Varo, llegó a Veracruz. En 1944 conoció a Leonora, quien vivía junto a Remedios y Peret. Ese fue el flechazo que los unió por toda su vida.
Vivieron felices y Leonora compartió su corazón con él, sus hijos y Remedios Varo, la otra pintora que llegó a México como parte del exilio y que logró una unión perfecta con Carrington.
En Marruecos, donde Weisz se refugiaba de la guerra, conoció a importantes figuras surrealistas como Benjamín Peret y Remedios Varo. Capa le consiguió un permiso para llegar a México y, junto a Peret y Varo, llegó a Veracruz. En 1944 conoció a Leonora, quien vivía junto a Remedios y Peret. Ese fue el flechazo que los unió por toda su vida.
Vivieron felices y Leonora compartió su corazón con él, sus hijos y Remedios Varo, la otra pintora que llegó a México como parte del exilio y que logró una unión perfecta con Carrington.
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