Cuando en todo pleito se haga justicia,
y amo y escudero sin penurias vivan;
cuando nuestras lenguas no murmuren más
y nuestros rateros dejen de robar;
cuando el usurero saque sus reservas
y erijan iglesias putas y alcahuetas,
un tiempo habrá entonces, ¿y quién lo verá?,
en que nuestros pies sirvan para andar.
Un galán, soberbio de corazón y de ánimo.
Me rizaba el pelo, llevaba guantes en el som-
brero, satisfacía el placer de mi amada y con
ella realizaba el acto de las sombras; mis pala-
bras eran juramentos a los que faltaba ante los
ojos del cielo; mis sueños, fantasías amorosas
que practicaba despierto. El vino, lo adoraba;
los dados me apasionaban; y en cuanto a muje-
res, tenía más que un sultán. Falso de alma,
vivo de oído, presto de espada; cerdo en pere-
za, zorro en sigilo, lobo en mi gula, perro en mi
rabia, león con mi presa. No entregues tu co-
razón a mujer por un crujir de zapatos o de
sedan. No pongas el pie en un prostíbulo, la
mano entre unas faldas ni la firma en un pagaré
y desafía al Maligno.
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