El apego al propio cuerpo y la belleza La fantasía de los apegados a la belleza y al propio cuerpo pretende detener el tiempo y mantenerse físicamente inmortales. Expectativa infantil y patrocinada por un consumismo que ofrece un arsenal de recursos antienvejecimiento y patologías asociadas. Solo para señalar algunos: gimnasios especializados, ortorexia (obsesión por la comida sana), balones gástricos, cremas reductoras y maquillajes, potomanía (obsesión por tomar agua), botox y rellenos, láser, thermage o implantes de todo tipo. El menú es amplio y variado, además de unisex. El apego a la belleza esconde la creencia de que si uno no está acorde a los patrones y la tendencia estética predominante, deberá sentirse infeliz. Cuando esta dependencia se instala, la auto- percepción se distorsiona y unos gramos de más o cualquier protuberancia mal ubicada desorganizan la estabilidad mental. Una premisa enfermiza recorre infinidad de mentes: «Vales por lo que aparentas». No sostengo que la apariencia física no deba importarnos para nada y ser «dejados» con nuestro arreglo personal, pero tampoco hay que exagerar y desesperarnos si no somos lo que la sociedad afirma que deberíamos ser. Si miras a tu alrededor verás que la gran mayoría de las personas no están enganchadas con adonis ni divas, sino con gente como tú o como yo, gente común, fea o normal, con alguna que otra mácula o « desperfecto ». Aunque a los estilistas no les guste: hay feos lindos y feas lindas. Y este aparente contrasentido lo da el toque de simpatía, la desenvoltura, el humor, la inteligencia, el garbo, la manera de coquetear y la mirada, entre otros atributos, y no un cuerpo esculpido por algún cirujano. Sabrás que estás apegada o apegado a la belleza cuando pasas mucho tiempo pensando en ello, te miras al espejo cada vez que puedes buscando alguna «falla», gastas mucho dinero en «arreglos», te sientes con frecuencia inseguro o insegura con tu aspecto y cuando evalúas a las personas lo haces principalmente por su apariencia física. Si eres alguien que le da mucho valor a la belleza exterior, quizás olvides lo que va por dentro. Piénsalo.
domingo, 10 de mayo de 2020
Walter Riso
El apego al propio cuerpo y la belleza La fantasía de los apegados a la belleza y al propio cuerpo pretende detener el tiempo y mantenerse físicamente inmortales. Expectativa infantil y patrocinada por un consumismo que ofrece un arsenal de recursos antienvejecimiento y patologías asociadas. Solo para señalar algunos: gimnasios especializados, ortorexia (obsesión por la comida sana), balones gástricos, cremas reductoras y maquillajes, potomanía (obsesión por tomar agua), botox y rellenos, láser, thermage o implantes de todo tipo. El menú es amplio y variado, además de unisex. El apego a la belleza esconde la creencia de que si uno no está acorde a los patrones y la tendencia estética predominante, deberá sentirse infeliz. Cuando esta dependencia se instala, la auto- percepción se distorsiona y unos gramos de más o cualquier protuberancia mal ubicada desorganizan la estabilidad mental. Una premisa enfermiza recorre infinidad de mentes: «Vales por lo que aparentas». No sostengo que la apariencia física no deba importarnos para nada y ser «dejados» con nuestro arreglo personal, pero tampoco hay que exagerar y desesperarnos si no somos lo que la sociedad afirma que deberíamos ser. Si miras a tu alrededor verás que la gran mayoría de las personas no están enganchadas con adonis ni divas, sino con gente como tú o como yo, gente común, fea o normal, con alguna que otra mácula o « desperfecto ». Aunque a los estilistas no les guste: hay feos lindos y feas lindas. Y este aparente contrasentido lo da el toque de simpatía, la desenvoltura, el humor, la inteligencia, el garbo, la manera de coquetear y la mirada, entre otros atributos, y no un cuerpo esculpido por algún cirujano. Sabrás que estás apegada o apegado a la belleza cuando pasas mucho tiempo pensando en ello, te miras al espejo cada vez que puedes buscando alguna «falla», gastas mucho dinero en «arreglos», te sientes con frecuencia inseguro o insegura con tu aspecto y cuando evalúas a las personas lo haces principalmente por su apariencia física. Si eres alguien que le da mucho valor a la belleza exterior, quizás olvides lo que va por dentro. Piénsalo.
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