viernes, 7 de marzo de 2025

 Años más tarde, ese Puccini estudiante de Milán había dejado paso al gran compositor que obtuvo su primer éxito con Manon Lescaut en Turín. Cuando eso sucedió, el compositor estableció su residencia en Torre del Lago, un lugar donde había una pequeña colonia de escritores y artistas que disfrutaban de la tranquilidad y la paz del mundo rural. Disfrutaban de aquello tan fascinante que los italianos llaman il dolce far niente . Inspirado por aquellos cuatro bohemios a los que les estaba poniendo música y que tanto le recordaban su estancia en Milán, decidió fundar un club con sus amigos. Al club lo bautizaron con el nombre Club La bohème y lo instalaron en un local que compraron Puccini y sus amigos, en un lugar donde antes estaba la zapatería del pueblo. En la puerta del local colgaron las divertidas normas del club, que estaban escritas en un latín deliberadamente macarrónico:

    • Los miembros del Club La bohème, fieles intérpretes del espíritu con el que ha sido fundado, se comprometen bajo juramento a estar bien y comer mejor.
    • Aburridos, estómagos delicados, zopencos, puritanos y otros seres viles, no serán admitidos.
    • El presidente tendrá función conciliadora, pero procurará importunar al tesorero cuando cobre las cuotas de afiliación.
    • El tesorero queda facultado para huir con el dinero.
    • Todos los juegos permitidos por la ley están prohibidos.
    • Se prohíbe el silencio.
    • No se permite la sensatez, excepto en casos extremos.

Ramón Gener

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog

Buscar este blog