Como demostró Karl Polanyi en La gran transformación , el mercado capitalista tuvo que deshacer todos los lazos sociales para poder imponer su falacia autorreguladora. El capitalismo necesita una sociedad de individuos que no tengan más remedio que vender su mano de obra en el mercado de trabajo al precio que este les ofrezca. Mientras en el feudalismo se imponía un modelo de extracción de carácter político (los súbditos entregaban parte de su trabajo al señor feudal por el pacto de vasallaje), el capitalismo independiza política y economía utilizando la gran falacia de un mercado donde todos son supuestamente iguales. El Estado, la política, no necesita intervenir pues la oferta y la demanda, la economía, se encarga de todo. La producción y los precios los indica el mercado. ¿Sociedad? ¿Para qué? Pese a todos los velos, Marx lo vio con la claridad del que estaba viviendo los cambios y percibía las novedosas mentiras. En su Contribución a la crítica de la economía política escribía:
Las robinsonadas no expresan en ningún modo, como se lo figuran los historiadores de la civilización, una simple reacción contra un excesivo refinamiento y el retorno a una vida primitiva mal comprendida. […] Estas anticipan más bien la sociedad burguesa que se preparaba en el siglo XVI y que en el siglo XVIII marchaba a pasos agigantados hacia su madurez.
En esta sociedad de libre competencia, el individuo aparece como desprendido de los lazos de la naturaleza, que en épocas anteriores de la historia hacen de él una parte integrante de un conglomerado humano determinado, delimitado.
Juan Carlos Monedero
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