Por ejemplo, cuando Isaac Newton enunció las leyes clásicas de la gravedad, desarrolló la teoría de la mecánica que nos dio las leyes que gobiernan las máquinas. Esto, a su vez, aceleró enormemente la Revolución industrial, que liberó fuerzas políticas que finalmente acabaron con las dinastías feudales de Europa. A mediados de la década de los sesenta del siglo pasado, cuando James Clerk Maxwell formuló las leyes fundamentales de la fuerza electromagnética, nos introdujo en la Era Eléctrica, que nos dio la dinamo, la radio, la televisión, el radar, los electrodomésticos, el teléfono, las microondas, el ordenador electrónico, los láseres y muchas otras maravillas electrónicas. Sin la comprensión y utilización de la fuerza electromagnética, la civilización se habría estancado, quedando congelada en un tiempo anterior al descubrimiento de la lámpara eléctrica y el motor eléctrico. A mediados de la década de los cuarenta, cuando fue dominada la fuerza nuclear, el mundo fue de nuevo trastornado con el desarrollo de las bombas atómica y de hidrógeno, las armas más destructivas del planeta. Puesto que todavía no estamos en vísperas de una comprensión unificada de todas las fuerzas cósmicas que gobiernan el universo, cabría esperar que cualquier civilización que domine la teoría del hiperespacio se convertirá en señor del universo. Puesto que la teoría del hiperespacio es un cuerpo bien definido de ecuaciones matemáticas, podemos calcular la energía exacta necesaria para doblar el espacio y el tiempo o para crear agujeros de gusano que unan partes distantes de nuestro universo. Por desgracia, los resultados son desalentadores. La energía requerida excede con mucho cualquier cosa que pueda existir en nuestro planeta. De hecho, la energía es mil billones de veces mayor que la energía de nuestros mayores colisionadores de átomos. Debemos esperar siglos, o incluso milenios, hasta que nuestra civilización desarrolle la capacidad técnica de manipular el espaciotiempo, o confiar en un contacto con una civilización avanzada que ya haya dominado el hiperespacio.
Michio Kaku
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