Es la alegría ante la rima de unos versos o los colores de un cuadro, la emoción ante las notas de una partitura o la estructura de una novela, la capacidad de sacrificio por personas que no conocemos y nuestra manía de preguntarnos por cosas que no se ven. También la capacidad de sospechar, por el contrario, de las cosas que se ven y el esfuerzo por hacer reír y la invención de mundos más igualitarios después de que la cólera ante la injusticia se apacigua.
Somos, como dice Hofstadter, «pequeños prodigios de autorreferencia […] impredecibles poemas que se escriben a sí mismos; vagos, metafóricos, ambiguos y, en ocasiones, insoportablemente bellos». En definitiva, y sin condiciones, «un extraño bucle».
Juan Carlos Monedero
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