Una de las historias de Buda que más me gustan ilustra el poder de un corazón despierto y afable. La noche anterior a su iluminación, Buda libró una gran batalla con la deidad demoniaca Mara, quien atacó con todo lo que tenía al que por entonces era el bodhisattva Siddhartha Gautama: lascivia, codicia, ira, duda, etc. Tras su fracaso, Mara se sumió en el caos la mañana de la iluminación de Buda. Pero, al parecer, Mara sólo se dio por vencido momentáneamente. Incluso después de que Buda se volviera profundamente venerado por toda India, Mara siguió protagonizando apariciones inesperadas. Ananda, fiel acompañante de Buda siempre atento a cualquier perjuicio que pudiera sufrir su maestro, le informó consternado de que el «Maligno» había regresado. En lugar de ignorar a Mara o de ahuyentarlo, Buda aceptó su presencia con serenidad diciendo: «Te veo, Mara». Entonces lo invitó a tomar té y lo atendió como a un huésped honorable. Buda ofreció a Mara un cojín para que se sentara con comodidad, sirvió el té en dos tazas de barro, las colocó sobre la mesa baja situada entre ambos y sólo entonces tomó él asiento. Mara se quedó un rato y después partió, pero durante su visita Buda permaneció libre e imperturbable. Cuando Mara nos visita, ya sea en forma de emociones inquietantes o de historias terribles, podemos decir: «Te veo, Mara», para reconocer con claridad la realidad de ansiedad y miedo que habita en el corazón de cada ser humano. Al aceptar esas experiencias con la ternura de la compasión, somos capaces de ofrecer a Mara un té en lugar de ahuyentarlo aterrados. Al ver la verdad, soportamos lo que vemos con gentileza. Expresamos ese desvelo del corazón cada vez que reconocemos y aceptamos nuestros sufrimientos y miedos. Tenemos muy arraigada la costumbre de ser amigos benévolos de nosotros mismos (de ahuyentar o ignorar al máximo lo tenebroso). Pero, igual que la relación con una buena amistad está marcada por la comprensión y la compasión, podemos aprender a introducir esas mismas cualidades en nuestra vida interior. Pema Chödrön afirma que a través de la práctica espiritual «aprendemos a hacernos amigos de nosotros mismos, de nuestra vida, al nivel más profundo posible». Trabamos amistad con nosotros mismos cuando, en lugar de resistirnos a nuestras experiencias, abrimos el corazón e invitamos de buen grado a Mara a tomar té.
No hay comentarios:
Publicar un comentario