QUIEN dirige una mirada retrospectiva a su vida pasada, en particular cuando así lo hace en la vejez, experimenta una sensación singularmente ambigua. Le parece que concluye algo que aún sigue, sin embargo..
Es propio de la filosofía que, cuanto más verdadera llega a ser, tanto menos puede redondearse y alcanzar cabal desarrollo en el tiempo.
El sujeto pensante, cuando ha llegado a viejo es cuando menos se siente acabado. Como decía Kant: Cuando hemos llegado al punto donde podemos comenzar de veras, tenemos que irnos y dejar que se haga cargo otra vez el principiante.
Se tiene conciencia de no haber dicho aún lo esencial, de no haber dado aún con lo decisivo que se anuncia.
La mirada retrospectiva filosófica se torna, así, un mejor punto de partida para planear la labor futura. El ensanchamiento de la razón se halla al margen del ciclo biológico. A un hombre viejo —paradójicamente— puede parecerle que sus experiencias espirituales abren a su mirada horizontes nuevos.
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