—Subo a la montaña, me tumbo en el musgo bajo un abeto de anchas ramas, y sueño mientras acaso fume al mismo tiempo, y sobre mí está lo lejano, lo eterno, y el sol dora mi yacer, y todo lo pensado, ¿cómo decirlo?, relumbra. En cualquier caso, puedo pasar una tarde entera sin aburrirme, el aburrimiento es algo que ni conozco ni deseo conocer. Ciertamente a veces anhelo más de lo que la vida me ofrece. Entonces pienso en muchas cosas: ¡países, mares, ciudades! Al contemplar los árboles, me digo: qué tranquilos y benévolos son. ¿Por qué no son así los seres humanos?
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