jueves, 31 de agosto de 2023

Ha Joon Chang



Medio siglo después de la debacle de Toyota, su marca de lujo, Lexus, se ha convertido en una especie de icono de la globaliza- ción, gracias al libro del periodista estadounidense Thomas Friedman The Lexus and the Olive Tree. Esta obra debe su título a una epifanía que Friedman tuvo en el "tren bala" Shinkansen durante su viaje a Japón en 1992. Había hecho una visita a una fábrica Lexus, la cual le impresionó en grado sumo. 

 Según Friedman, a menos que encajen en una serie concreta de políticas económicas que denomina "el corsé dorado", los países del mundo del olivo no serán capaces de unirse al mundo del Lexus. Al describir el "corse dorado", compendia en buena parte la ortodoxia económica neoliberal de nuestro tiempo: para encajar en él, un país debe privatizar las empresas de propiedad estatal, mantener baja la inflación, reducir el tamaño de la burocracia gubernamental, equilibrar el presupuesto (si no tiene superávit), liberalizar el comercio, desregular la inversión extranjera, desregular los mercados de capitales, hacer convertibles las divisas, reducir la corrupción y privatizar las pensiones.8 Según él, este es el único camino hacia el éxito en la nueva economía global. Su "corsé" es el único equipo adecuado para el duro pero emocionante juego de la globalización. Friedman es categórico: "Desgraciadamente, este corsé dorado es 'de talla única' [...]. No siempre es bonito, suave o cómodo. Pero está ahí y es el único modelo en la percha para esta temporada histórica".9 Sin embargo, la verdad es que si el gobierno japonés hubiera seguido a los economistas del libre comercio a principios de la década de 1960, no habría habido Lexus. En el mejor de los casos, ahora Toyota sería un socio minoritario de algún fabricante de coches occidental, o aun peor, habría desaparecido. Lo mismo habría podido decirse de toda la economía japonesa. Si el país se hubiera puesto el corsé dorado de Friedman antes, Japón habría seguido siendo la fuerza industrial de tercera clase que era en los años sesenta, con su nivel de ingresos en pie de igualdad con Chile, Argentina y Sudáfrica,10 un país cuyo primer ministro fue despachado de un modo insultante como "un vendedor de transistores" por el presidente francés, Charles de Gaulle.; ' En otras palabras, si los japoneses hubieran seguido el consejo de Friedman, ahora no estarían exportando Lexus sino que aún estarían discutiendo sobre quién es el dueño de qué morera (que da de comer a los gusanos de seda).

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