En la mayor parte del mundo, son conocidos como neoliberales, pero a menudo se utilizan los términos «libre mercado» o, sencillamente, «globalización». Únicamente desde mediados de los años noventa, este movimiento intelectual dirigido por los think tanks de extrema derecha con los que Friedman trabajó durante varios años —como Heritage Foundation, Cato Institute o American Enterprise Institute— empezó a autodenominarse «neoconservador», un enfoque que ha enrolado toda la potencia del ejército y de la maquinaria militar al servicio de los propósitos del conglomerado empresarial.
Todas estas reencarnaciones comparten un compromiso para con una trinidad política: la eliminación del rol público del Estado, la absoluta libertad de movimientos de las empresas y un gasto social prácticamente nulo. Pero ninguna de las múltiples nomenclaturas que esta ideología ha recibido parece suficientemente adecuada. Friedman declaró que su propuesta era un intento de liberar al mercado de la tenaza estatal, pero el historial de los distintos experimentos económicos que se han llevado a cabo nos muestra una realización muy distinta de su visión de purista. En todos los países en que se han aplicado las recetas económicas de la Escuela de Chicago durante las tres últimas décadas, se detecta la emergencia de una alianza entre unas pocas multinacionales y una clase política compuesta por miembros enriquecidos; una combinación que acumula un inmenso poder, con líneas divisorias confusas entre ambos grupos. En Rusia, los empresarios multimillonarios que forman parte del juego de alianzas reciben el nombre de «oligarcas»; en China, los «príncipes»; en Chile, «los pirañas»; y en Estados Unidos, los «pioneros» de la campaña Bush-Cheney. En lugar de liberar al mercado del Estado, estas élites políticas y empresariales sencillamente se han fusionado, intercambiando favores para garantizar su derecho a apropiarse de los preciados recursos que anteriormente eran públicos, desde los campos petrolíferos de Rusia, pasando por las tierras colectivas chinas, hasta los contratos de reconstrucción otorgados para Irak.
El término más preciso para definir un sistema que elimina los límites en el gobierno y el sector empresarial no es liberal, conservador o capitalista sino corporativista.
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